martes, 1 de septiembre de 2015

Palabras del Beato Oscar Romero en el mes de la independencia.

Las circunstancias de este mes nos impulsan a esta reflexión: el mes de la independencia, que suena como a un sarcasmo en unas horas de tantas esclavitudes. Por eso se celebra de distintas maneras hoy en nuestro pueblo. Hay quienes como que planean cosas espectaculares: de sangre, de tragedia. Así hay en el ambiente como una expectativa: ¿qué será septiembre para El Salvador?

Un reto... no temer a los hombres, sino hacerse digno instrumento de Dios

Por mi parte, yo creo que septiembre significa, para los cristianos, un reto. El reto de un hombre: la independencia. Pero no para tener represalias, hechos sangrientos, tragedias dolorosas, sino para ponernos del lado de Dios, junto a Cristo: «Señor, Tú eres el único que puede dar la libertad verdadera a los hombres. La independencia de nuestra patria, que se celebra el 15 de este mes, significa el reto de Dios mismo que nos ofrece su fuerza para ser libres. Entonces, la reacción de un buen salvadoreño, cristiano, no debe de ser de temor: «¿Qué va a pasar en septiembre? Los hombres no pueden más de lo que Dios puede permitirles para su bien o para su mal. «No cae de la cabeza un pelo sin el permiso de Dios», ha dicho Cristo. «No temáis», decía el Señor. Yo creo que hoy, más que nunca, necesitamos esa tranquilidad, esa seguridad. Más que temer a los hombres, temamos no ser dóciles en las manos de Dios.


El reto está aquí: solamente unidos con Dios, en Jesucristo, podemos ser artífices verdaderos de nuestra historia. Dios es el maestro de la historia, Cristo es la piedra angular de toda civilización: sólo en él hay consistencia. Entonces, yo les diría: hermanos, formemos un propósito -por amor a la patria- de ponernos al lado de Cristo y reflexionar: ¿qué quiere Dios de mi vida? Ojalá todos -y aun aquellos que con una sensibilidad evidente de lo social, de lo político, van por caminos extraviados- vayamos a decirles lo que Cristo les decía: «Sin mí, nada podéis hacer». Y unirnos a Cristo. Sólo en Cristo lo podemos todo, como decía San Pablo: «Todo lo puedo en aquel que es mi fortaleza, mi esperanza, mi orientación, el sentido de mi vida». Sin Cristo es un absurdo la vida humana, es convertir al hombre en chacal, convertir al hombre en fiera, en demonio. ¡Qué triste es el hombre separado de Cristo, apartado de Dios!

(Homilía 09/09/1979) 

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