domingo, 13 de septiembre de 2015

El Beato Oscar Romero habla sobre una medicina para una Iglesia enferma: la opción preferencial por los pobres.

El tercer mesianismo falso es el de la segunda lectura, la lectura de Santiago, mesianismo de fe muerta, mesianismo que solamente aconseja pero no hace nada. Mesianismo sin sobras. 

Nos dice Puebla y yo lo cito en mi carta pastoral. A propósito, quiero decirles que ya ha comenzado a salir la pastoral pero como la semana fue bastante accidentada no me pudieron entregar toda la edición. Pero ya en estos primeros días de la semana sí tendrán a disposición el ejemplar de la pastoral, que se llama: «Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país».

Cuando me refiero precisamente a un pecado dentro de nuestra Iglesia, la falta de unión entre los cristianos, tomo de Puebla un pensamiento que nos da la medicina: dice que «la medicina está en la opción preferencial por los pobres. Y dice Puebla: «No todos en América Latina nos hemos comprometido suficientemente con los pobres; no siempre nos preocupamos por ellos y somos solidarios con ellos. Su servicio exige, en efecto, una conversión y purificación constante en todos los cristianos para el logro de una identificación cada día más plena con Cristo pobre y con los pobres». Pero la conversión que Puebla exige no es verdadera si no es una conversión radical a la justicia y al amor, a transformar desde dentro las estructuras de la sociedad pluralista, que respeten y promueven la dignidad de la persona humana y le abran la posibilidad de alcanzar su vocación suprema de comunión con Dios y de los hombres entre sí». En otras palabras, lo que nos divide aun dentro de la Iglesia y, mucho más, afuera de la Iglesia, los tres círculos que Cristo nos ha trazado hoy, es una fe muerta. La división está metida pero es porque los hombres no nos hemos convertido al verdadero ideal de Cristo.

Y el verdadero ideal es el que nos señala precisamente la segunda lectura de hoy: la opción. Es decir, el escoger como porción de mi vida, el entregarme a un interés como si fuera mi propio interés, los intereses de los pobres. Esto es lo que Santiago llamaría: las obras que prueban tu fe. No digas que tienes fe si no te preocupas de estas conversiones sinceras del evangelio. No digas que tienes fe cristiana si tu modo de vivir no se sacrifica un poco para darse, como entregarse a una causa para hacer un país nuevo de verdad. No basta con criticar, como la comparación que trae Santiago: «Ven a un pobre andrajoso que entra hambriento y le dicen: caliéntate, tienes frío. Come, estás con hambre. Vístete, estás desnudo. Pero no le das ni vestido, ni calor, ni comida. Eso es fe muerta»; de buenos consejos; no nos hace falta ya. Lo que queremos son hombres que encarnen el consejo y lo realicen de verdad. Hombres, como Cristo decía: «Si tienes dos camisas, dale una al que no tiene. Si ves que a tu puerta llega un pobre andrajoso, no lo trates con desprecio. Ve qué haces por él y mira que está llegando a tus puertas el mismo reto de Dios. No desprecies a nadie, porque todo lo que hagas con él, conmigo lo haces -dice Cristo.

Este mesianismo de fe muerta es un mesianismo muy pernicioso. Muy pernicioso, que muchas veces por justificarse le hecha lodo a la Iglesia: «¡Ya se metió a comunista!». Porque siempre que tocamos la justicia social se nos califica de comunistas. Pero la justicia social es la que está pidiendo Santiago en su carta. Es una carta que valdría la pena leerla muy en alto, sin comentario; y verían como Santiago habla mucho más fuerte que lo que se dice muchas veces en los púlpitos de nuestras Iglesias.

(Homilía 16/09/1979) 

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