LOS BIENES MATERIALES
JUSTICIA DE DIOS Y EGOÍSMO DE LOS HOMBRES
a) Condena el abuso de la propiedad
Éste es más grave, o mejor dicho, más visible, los bienes materiales. Alguien me dijo una vez: «En vez de sus discursos incendiarios, ¿por qué no lee simplemente el evangelio? Y a mí se me ocurría hoy no hacer otra homilía más que leer el texto de Santiago. Fíjense si hay algo más incendiario que Santiago cuando hoy nos dice: «Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego»... Que conste que están aplaudiendo al apóstol Santiago... Y continúa el apóstol: «¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final! El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza, condenaste y mataste al justo; él no os resiste». Aquí encuentro, nada más para ordenar el pensamiento de Santiago, los tres grandes males de la riqueza cuando se abusa de ella. No se condena la riqueza sino el abuso de la riqueza.
-Lo primero es absolutizar un bien limitado. Su abundancia injusta es testimonio contra el mismo propietario
Cuando habla de oro que se enmohece, y de abundancia de vestidos que se están picando, en vez de darlos a los pobres, está diciendo: esa abundancia es un testimonio de que no hay que absolutizar lo que se tiene, sino compartirlo. Es lo segundo: pervertir el fin de la riqueza. Compartir con los trabajadores que te ayudan a levantar la cosecha...
Y tercero, lo que yo digo en mi carta pastoral, destruir al propietario injusto. La idolatría de la riqueza no sólo ofende a Dios sino que destruye al mismo que la posee. Y es lo que dice Santiago en la carta de hoy: «...habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer, os habéis cebado para el día de la matanza».
El domingo pasado yo no me acordaba del autor de aquella frase que les cité en italiano y cuando salíamos, Televisión Italiana que había estado con nosotros, me dijo: «Esa frase es del Cardenal Montini, cuando era obispo de Milán». El Papa Pablo VI, dicen que llamó a todos los empresarios de Milán y les dijo esa famosa frase: «Spogliatevi, se non, vi spoglieranno», es decir: «Despojaos, sino os despojarán». Yo creo que antes que nos quiten por la sangre y la violencia, demos por amor...
b) Discurso de Juan Pablo II en Puebla
Y ya que estamos también en un homenaje a Juan Pablo II, yo quisiera que hiciéramos un contrato con todos ustedes y los que están oyendo por radio: que vamos a aceptar todo lo que diga el Papa en las Naciones Unidas y que nuestros periódicos no manipulen solamente un aspecto de la noticia... Yo desde ya quiero decirles que quiero ser fiel al Papa hasta la muerte y que lo que diga Juan Pablo II en las Naciones Unidas será para mí también una orientación; yo trataré de repetir y de acomodar mi pensamiento -como siempre lo hago- al pensamiento del magisterio del Papa, que habla en nombre de Dios...
Miren como en Puebla, el Papa, cuando les dice a los obispos: «Ustedes son defensores y promotores de la dignidad» y recuerda como la historia de la Iglesia recoge figuras de obispos profundamente empeñados en la valiente defensa de la dignidad humana, de aquellos que el Señor les ha confiado dice; «Nace -son palabras de Juan Pablo II en Puebla- la constante preocupación de la Iglesia por la delicada cuestión de la propiedad. Una prueba de ello son los escritos de los padres de la Iglesia a través del primer milenio del cristianismo». Quien lee los padres de los primeros siglos francamente que ya se les podía llamar comunistas, y no es más que los intérpretes de la doctrina tradicional de la Iglesia.
Aquí cita a San Ambrosio y otros papas y dice: «Lo demuestra claramente la doctrina vigorosa de Santo Tomás de Aquino, repetida tantas veces -el gran teólogo de la Edad Media habla de que la propiedad privada no es un derecho absoluto sino relativo-». En nuestros tiempos -palabras del Papa- la Iglesia ha hecho apelación a los mismos principios en documentos de tan largo alcance, como son las encíclicas sociales de los últimos papas. Con una fuerza y profundidad particular, habló de este tema el Papa Pablo VI en su Encíclica Populorum Progressio.
Esta voz de la Iglesia, eco de la voz de la conciencia humana, que no cesó de razonar a través de los siglos en medio de los más variados sistemas y condiciones socioculturales, merece y necesita ser escuchada también en nuestra época, cuando la riqueza creciente de unos pocos sigue paralela a la creciente miseria de la masa...
«Es entonces -continúa diciendo Juan Pablo II- cuando adquiere carácter urgente la enseñanza de la Iglesia, según la cual sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social».
El otro día alguien me dijo que no había entendido esta frase y por si alguno necesita esta explicación, el Papa quiere decir que así como cuando uno tiene una casa hipotecada no es toda de él, si no paga la deuda se la quitan. El Papa dice lo mismo, la propiedad privada, aunque tengas bien hechos tus registros, tus escrituras, no es un derecho absoluto, esta hipotecada al bien social, y el bien común es la pauta para la propiedad privada. Por eso decimos que es necesaria una reestructuración de nuestro sistema económico y social, porque no puede ser esta absolutización, esa idolatría de la propiedad privada que es francamente un paganismo. El cristianismo no puede admitir una propiedad privada absoluta...
«Con respecto a esta enseñanza -dice el Papa-, la Iglesia tiene una misión que cumplir: debe predicar, educar a las personas y a las colectividades, formar la opinión pública, orientar a los responsables de los pueblos. De este modo estará trabajando en favor de la sociedad, dentro de la cual este principio cristiano y evangélico terminará dando frutos de una distribución más justa y equitativa de los bienes, no sólo al interior de cada nación, sino también en el mundo internacional en general, evitando que los países más fuertes usen su poder en detrimento de los más débiles». La carta de Santiago apóstol puesta al día y para América Latina, por Juan Pablo II.
Por tanto, cuando se nos critica de estar aquí predicando cosas incendiarias nosotros decimos: no estamos haciendo más que recordar un principio que se ha olvidado y que es necesario a la base de las transformaciones de nuestra sociedad. Si queremos que cese la violencia y que cese todo ese malestar, hay que ir a la raíz. Y la raíz está aquí: la injusticia social.
Es necesario educarse, como dice el Papa, y aquí, desde la palabra de Dios yo hago un llamamiento a todos los queridos hermanos salvadoreños, sobre todo a aquellos que han pervertido en su mente y en su corazón, en su apego, la doctrina verdadera y cristiana de la propiedad privada: que revisen y verán que son más felices cuando por amor se desprenden para sus hermanos y comparten con todos lo que no es felicidad disfrutarlo uno solo.
(homilía 30/09/1979)