martes, 6 de febrero de 2018

Liturgia y Misión: la bendición de lo que serán enviados a anunciar el evangelio







Pbro. Judá García 


El tema que vamos a tocar hoy en nuestro blog es "la bendición de los que son enviados a anunciar el evangelio". La motivación principal que he tenido para ello es la propia experiencia personal y diocesana, pues estamos muy inmersos en la actividad misionera de la Iglesia. Creemos que es oportuno hacer una reflexión al respecto para darnos cuenta de la íntima relación entre liturgia-misión, luego tener subsidios catequéticos a partir de la teología de esta celebración  y aprovechar el potencial pastoral que tiene el bendicional.  

Hemos de recordar de manera general que estamos ante una metamorfosis eclesial, los signos de los tiempos de nuestro siglo están marcados por el Concilio Vaticano II, abundantes documentos y no pocas importantes reuniones y acontecimientos eclesiales que apuntan por el mismo rumbo: la misión evangelizadora permanente. En el fondo todo ello tiene una inspiración evangélica, es decir, Jesucristo que pide a todo bautizado ser discípulos-misioneros de su Reino, que éste nos manda a anunciar la Buena Noticia de su Misterio de Salvación, quedando claro que la Misión va dirigida a todas las gentes que no creen, que son la mayoría, pero también que a los católicos alejados de la Iglesia o que no viven su condición cristiana. 

De manera particular, en América Latina la teología y la pastoral misionera son dos ámbitos en donde se complementan la teoría y  la práctica del Evangelio de Jesucristo. Nuestra historia eclesial indica fundamentalmente que se busca la renovación y la conversión misionera de los bautizados, sin excepción alguna, es decir, cambiar actitudes y reforzar aptitudes para la nueva evangelización del tercer milenio. Nuestra experiencia incluye el deseo firme de salir adelante con proyectos misioneros y desarrollarlos en nuestro contexto pastoral, lo cual, implica una visión integral y ordenada de animación, formación, comunión, organización y colaboración de todas las fuerzas vivas de las comunidades eclesiales. Y no hablamos en vano, porque esta bendición en particular ya la hemos utilizado en nuestra práctica pastoral a todo nivel, damos testimonio que es muy significativa en la labor pastoral.

En fin, queremos plantear la naturaleza y la utilidad de la bendición de los que son enviados a anunciar el evangelio contenido en el actual Bendicional promulgado por la congregación para el culto divino, convencidos de que la liturgia posee una fuerza interna esencial para expandir el mensaje evangélico,[1] por lo que fácilmente podemos deducir que, si bien es un acto sencillo de oración, tiene un potencial teológico, pastoral y pedagógico.

1. ¿QUÉ DICE LA IGLESIA DE LA BENDICIÓN DE LOS QUE SON ENVIADOS A ANUNCIAR EL EVANGELIO?

La Iglesia dice que este rito de bendición es conveniente llevarlo a cabo cuando se tenga una grupo determinado de bautizados, que son enviados a tierras de misión por los legítimos pastores para anunciar el misterio de la salvación. Estos discípulos de Cristo pueden ser presbíteros, diáconos, religiosos o laicos. Claro, en el contexto de la pastoral diocesana o parroquial el término "tierras de misión" puede tener un significado amplio, porque en la mayoría de nuestras experiencias podemos pensar en nuestras mismas tierras que están en un estado de descristianización, pues, son muchos los bautizados alejados de la Iglesia y del evangelio. Aparecida menciona en sus páginas a los nuevos areópagos de nuestro tiempo, como todo escenario en donde la Iglesia puede anunciar el Evangelio. Por eso, no podemos entender que el término "tierras de misión" se entienda los lugares en donde no se conoce a Cristo.

Asimismo, se tiene claro tres objetivos o motivaciones para utilizar esta bendición en el envío de misioneros:

 a) Primero, implorar la bendición de Dios sobre los nuevos predicadores del evangelio. La Iglesia se une en oración e intercede por aquellos que tienen una nueva misión dentro de la Iglesia, esto quiere decir que la oración litúrgica se convierte en un signo de comunión fraterna en torno Cristo; de manera concreta, en la oración se manifiesta plenamente el Misterio de la Iglesia como una gran familia que nace del Misterio-Comunión-Misión del Hijo, nosotros la podemos llamar simplemente: Ecclesia Orans (la Iglesia en oración)

b) Segundo, recordar a los fieles la naturaleza y la eficacia de la actividad misionera. Esto quiere decir que esta bendición también tiene una finalidad mistagógica y catequética, pues, se revela a los fieles el Misterio de la Iglesia misionera, al mismo tiempo, profundiza en él desde una visión pedagógica y andragógica, porque se usan muchos signos que pueden servir para un adecuado proceso de enseñanza y aprendizaje de la comunidad en materia misionera. 

c) Tercero, animar a que con sus oraciones acompañen a los misioneros. Según nuestra experiencia y criterio es un  primer servicio eclesial de la evangelización para acrecentar, mantener y despertar el espíritu misionero; significa cómo encender el fuego en el corazón, aunque no es cuestión de entender ni de convencer a nadie, sino que consiste en escuchar y aceptar el mensaje de Jesús a través de un signo sencillo como lo es este rito de bendición.

Ahora bien, el uso de este rito no tiene que hacerse de una manera indiscriminada, porque se necesita un proceso o un camino en clave misionera, de lo contrario se puede caer en el sinsentido de estos momentos celebrativos. En esta línea, podemos recordar que el bendicional ofrece dos maneras para hacer este rito: la primera posibilidad consiste dentro de una celebración de la Palabra y la segunda dentro de una celebración eucarística, exhortando que se respete su estructura y elementos principales, permitiendo que se puedan hacer adaptaciones necesarias según los misioneros, lugares o de quien preside la celebración.

En definitiva, pensamos que esta bendición es una oportunidad de encuentro con Jesús, pues, se trata de sentirse tocados y ayudados por él, es un signo sensible de una respuesta al mandato misionero del evangelio. De hecho, esta animación y acompañamiento misionero responde al objetivo de llegar a todas las gentes, aprovechar todos los medios y todos los espacios para la construcción del Reino de Dios. Por eso vemos muy importante este rito, ya que está empapado de oración, Palabra de Dios y de sentido eclesial, elementos esenciales para una conversión pastoral y misión permanente a lo largo y ancho del mundo, significa que es el mismo camino con Jesús. Es hacer un discipulado en función con Jesús, es una acción complementaria. En otras palabras, es un servicio específico eclesial de la pastoral misionera y una educación integral para la misión compuesta de teología, espiritualidad y metodología.

2. ESTRUCTURA INTERNA DEL RITO

RITO DE LA BENDICIÒN
EN LA CELEBRACIÒN DE LA PALABRA
EN UNA CELEBRACIÒN EUCARISTICA
1.               Ritos iniciales:
-        Invocación trinitaria
-        Saludo a la asamblea
-        Exhortación breve
-        Oración
1.               Presentación de los candidatos: 
-        Esta parte está prevista después de la segunda lectura.
-        Evangelio
-        Homilía
2.               Liturgia de la Palabra :
-        Lecturas y salmos
-        Presentación de los candidatos
-        Proclamación del evangelio
-        Homilía
-        Preparación para el rito
2.               Oración de bendición:

3.               Preces
3.               Entrega de la cruz
4.               Oración de bendición
4.               Bendición solemne: al final de la misa
5.               Entrega de la cruz
6.               Conclusión del rito

3. SENTIDO TEOLOGICO

3.1 EUCOLOGIA:

La ecología del rito de bendición nos ofrece un amplio sentido teológico de este momento celebrativo que estamos estudiando:

 Primero, podemos decir que si en la mayoría de las bendiciones es un sí a la creación[2], esta bendición es un sí al plan salvífico de Dios[3]. Notamos una profesión de fe en el Dios que es cercano y mira con ojos providentes a su pueblo, él es el dueño de la mies que tiene que enviar operario para recoger la cosecha que ha sembrado con su Palabra[4]es la conciencia de la Iglesia de sentirse llamada por Dios para construir ese reino de vida en medio de la historia[5].

Segundo, en la eucología descubrimos a la Iglesia que en y por Cristo Palabra alaba y bendice al Dios Salvador, base ontológica de toda oración cristiana,[6] esto supone la concepción de que cantar la gloria de Dios supone profesar la fe e ir a la fuente de vida que es Dios mismo, el cual,  su máxima gloria es la redención de la humanidad, pues, la salvación del hombre es la doxología existencial expresada en la liturgia.[7]

Tercer, la eucología de esta bendición está unida una anamnesis, es decir, al memorial de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, oración que nos hace contemporáneos con Él.[8] Todo ello quiere decir que la oración que nos encontramos en esta bendición tiene una fuerza litúrgica significativa, parecería que fuera una anáfora eucarística, por lo tanto, una oración de alabanza, acción de gracia y de bendición como respuesta a la gran Bendición que proviene de Dios. A esta afirmación, añadimos la importancia de encontrar una invocación al Espíritu Santo, obviamente hablamos de una epíclesis extra-eucarística[9], pero no por ello menos importante, ya que la oración en su conjunto da unidad a la actualización de la economía salvífica desde una perspectiva trinitaria.

3.2              PALABRA DE DIOS:

La presencia de Cristo en la Palabra de Dios[10]que se proclama en el contexto de la celebración del rito de esta bendición tienen una clave hermenéutica inconfundible: la misión evangelizadora de la Iglesia[11], es decir, se nos quiere iluminar, animar y formar en el Espíritu la dinámica de discípulos y misioneros que anuncian universalmente el Reino de Dios.

a      a) Isaías 2, 1-5; 56, 1. 6-7; 60, 1-6.; Jonás 3, 10  —4, 11; Zacarías 8, 20-23.

Las lecturas del Antiguo Testamento que son propuestas por la Iglesia para iluminar el sentido teológico de la celebración de esta bendición son tomadas de los profetas. De manera general, debemos tener en cuenta el movimiento ascendente y descendente que tiene la bendición en el Antiguo Testamento y las motivaciones para ellos. Efectivamente, la mayor motivación para hablar bien de Dios son sus palabras y acciones que hacen patente su presencia en la historia de la salvación, esto supone una correspondencia reciproca de glorificación y santificación, quedando Dios como el depositario y dispensador de toda bendición, y su pueblo como el destinatario de las maravillas de la salvación.[12]       

Ahora bien, de manera específica las lecturas la lectura de los profetas en el contexto de litúrgico que estamos tratando sugieren los siguientes temas teológicos:

-                     La presencia de Dios, las imágenes del monte y del templo del señor nos recuerdan las palabras y las acciones de Dios en la historia de la salvación, son aquella luz que acompaña y patentiza la presencia de Dios, pues, la fe de Israel es en Dios que habla a su pueblo desde la ley, el sábado y el templo. Esto que hemos mencionado anteriormente son imágenes de la Iglesia, ahora ya no son un monte o un tempo físico, es decir, ahora somos un templo hecho con piedras vivas, somos esa presencia de Cristo en medio del mundo, piedras vivas, somos el cuerpo de Cristo en la historia.

-                     La alianza, el grito profético ilumina la realidad del pueblo de Dios plagada de escoria de la idolatría y de la Injustica. Las imágenes que describen esta realidad es el Monte del Señor y el señor como árbitro de las naciones, hablamos de la denuncia del pecado y del anuncio de la utopía del proyecto salvífico de Dios. La alianza con el pueblo de Israel se muestra como una imagen de la luz que portará la Nueva Alianza en Jesucristo, contenido fundamental de la misión, pues, la Iglesia tiene por naturaleza la responsabilidad de ser luz ante los pueblos y mediadora entre ellos de la salvación.

 También subrayamos el carácter universal del mensaje profético, ya que desde una tonalidad universal y escatológica anuncian la Palabra de Dios que las imprecaciones Espíritu Santo les sugería.

-                     Anuncio y conversión, las palabras del profeta tenían la finalidad de buscar la conversión del pueblo de Israel, quien había quebrantado la alianza. Ejemplo de esta dinámica es la historia del profeta Jonás que es enviado a Nínive para advertirles su inminente destrucción y la conversión de éstos. Seguramente este pasaje de la escritura es una imagen en el Antigua Testamento  de la Iglesia discípula  y misionera en medio del mundo necesitado de conversión, su cometido especial es el anuncio del reino de Dios y la necesidad que éste crezca cuando la salvación llegue a todo el mundo.

Por lo tanto, las lecturas proféticas del Antiguo Testamento van en la línea de recordar que el contenido fundamental de la misión evangelizadora de la Iglesia es la misma Palabra de Dios, que está guiada por el Espíritu santo y que tiene una destinación universal.

b)                 Mt 28, 16-20; Marcos 16, 15-20; Lucas 24, 44-53; Juan 11, 45-52; 17, 11b. 17-23 Hechos de los apóstoles 1. 3-8; 11, 19-26;  13, 46-49; Romanos 10, 9-18; Efesios 3, 2-12; Timoteo 2, 1-8.

Las lecturas del Nuevo Testamento profundiza en la naturaleza misionera de la Iglesia a la luz de los evangelios y de las vivencias de la comunidad apostólica. En este sentido podemos descubrir los siguientes temas teológicos sobre la misión:

-                     La Iglesia que está unida al misterio la Santísima Trinidad, pues, es una comunidad convocada por el Padre, reunida alrededor de la mesa de Jesucristo y guiada con la fuerza del Espíritu Santo[13]. Tenemos la  vocación de vivir la comunión, conformamos una sola familia animada por el Espíritu Santo[14], se convierte entonces así en un verdadero espacio en donde se acoge, orienta anima y unifica a todas las comunidades eclesiales, movimientos con sus propios carismas, grupos diversos y a todos aquellos fieles del pueblo de Dios que están en el marco de su labor pastoral para que todos vivan a plenitud la comunión, la participación y la misión, llegando así a la madurez de su fe[15]. En ella la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial[16].

-                     La Iglesia misionera es el Cuerpo de Cristo vivo en la historia que camina constantemente construyendo el Reino de Dios. Aquí la bendición toma un tono preparatorio y epifánico del misterio de la propia Iglesia, hablamos de un buen decir de Dios quien llama para la misión de evangelizar el mundo entero, de garantizar que no es obra propia sino de toda la Iglesia. Ciertamente la Iglesia nace y vive de la misión de Jesucristo, así como Él es testigo y misionero del Padre, la Iglesia lo es del Maestro y Señor, su razón de existir es para evangelizar[17]. Los tiempos actuales nos desafían para que demos una respuesta pronta, eficaz y eficiente. Son muchos bautizados alejados de la Iglesia y muchos los que aún no conocen a Cristo. La misión contiene el mismo evangelio pero en la actualidad tiene que ser permanente y nueva en sus métodos, en su ardor, en sus expresiones[18]. En ningún momento es una opción: es un mandato que debemos cumplir[19].

-                     La Iglesia que vive de la peculiar presencia de Dios que nace del Misterio Pascual de Cristo. La liturgia y la misión son dos realidades inseparables, así da testimonio el Nuevo testamento y la tradición de la Iglesia. En el bautismo nacemos a una nueva vida; somos incorporados a cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Con la confirmación El Señor nos concede la plenitud del carácter bautismal, nos fortalece nuestro sentido de pertenencia eclesial y nos impulsa en nuestro compromiso misionero. Estamos llamados a ser una comunidad que viva de Eucaristía y de la Palabra de Dios, porque ellas son las fuentes de la vida, de la renovación y de la caridad. También como una comunidad eclesial, a similitud del pueblo de Dios que camina en el desierto, en el camino nos enfermamos espiritualmente y físicamente, el Señor ha dejado a su Iglesia los sacramentos de curación, tanto el de la confesión como el de la unción de los enfermos, para curarnos, fortalecernos y reconciliarnos con la gracia de Dios. Por último tenemos los sacramentos de servicio, el sacerdocio y el matrimonio, que nos consagran para una misión específica dentro de la Iglesia[20].   Todo esto es posible por la misión evangelizadora de la Iglesia.

3.3              SÍMBOLOS Y GESTOS:

La bendición que estamos estudiando también está acompañada de símbolos y gestos que explican de manera pedagógica lo que litúrgicamente se está realizando.

a)                 Presentación de los misioneros:

El signo de presentar a los misioneros ante el que preside el acto litúrgico y ante la comunidad cristiana trata de significar ante todo que estos discípulos del Señor no van a la actividad misionera concreta de la Iglesia por cuenta propia, sino que han recibido el mandato de parte de Dios y que éste ha sido ratificado por la Iglesia, por lo tanto su predicación del evangelio será auténtica y legítima.

b)                 Imposición de la manos sobre los misioneros: 

En primero lugar este gesto es cristológico, nos recuerda al mismo Señor que imponía las manos y da el mandato de repetir el gesto en el contexto de la misión.[21]También es un signo epiclético, la tradición de la Iglesia siempre en su liturgia al momento de invocar al espíritu Santo el gesto acompañante es la imposición de las manos, entonces entendemos también que el gesto acompaña la oración de invocación que se hace dentro del rito. y finalmente, es un gesto de la apostolicidad del envío misionero, gesto presente en el Nuevo Testamento cuando los mismos apóstoles preparaba a alguien para la misión de anuncio de la buena nueva o para el encargo de una comunidad cristiana.

c)                  Entrega de la cruz:

El signo de la cruz ha sido usado por la Iglesia desde los primero tiempos, en nuestro contexto celebrativo representa el contenido esencial de la misión evangelizadora, el misterio de cristo crucificado y resucitado que es puesto en las manos de los misioneros. El mismo ritual dice que la cruz es signo del amor de Cristo y de nuestra fe, y manada a predicar a cristo  crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de los hombres.

En definitiva, los símbolos y gestos utilizados en esta bendición que estamos estudiando tienen una finalidad de evangelización, catequesis y animación misionera, es una manera de transmitir la fe, promover la conciencia misionera y suscitar muchas más vocaciones a la misión.

4.                  USO PASTORAL, armonización de Liturgia y misión:

-                     Animación pastoral: El primero uso que podemos ver de esta bendición es la de su potencial de animar el espíritu misionero de los fieles. Lo importante es la novedad celebrativa, porque seguramente es una bendición que no conocen y al verse inmersos en ella es un momento de encuentro con el mismo Jesús que llama, forma y envía a predicar la buena nueva.

-                     Formación misionera: otro de los usos que podemos subrayar es la potencialidad catequética y pedagógica que tiene la simplicidad de este rito, ya que expone de manera sencilla el misterio profundo de la misión evangelizadora. Hablamos de formar litúrgica y misioneramente a la comunidad desde el campo propiamente celebrativo.

-                     Comunión eclesial: también este simple rito se convierte en un momento celebrativo de profunda comunión eclesial, pues, es toda la Iglesia que se reúne para orar, bendecir y alabara a Dios por los que son enviados a anunciar el evangelio, quitando de en medio cualquier actitud individualista o distorsionada de los que es la misión de la Iglesia.

-                     Cooperación: esta bendición es un signo de un camino misionero de las Iglesias particulares, es como recoger la cosecha de los que se ha sembrado por largo tiempo y con esfuerzos valiosos. En ningún momento se puede ocupar en un ambiente en donde no se sepa nada de lo que es la misión evangelizadora y en donde no ha habido camino en la escuela de Jesús.

Conclusión:

            La bendición de los que son enviados a anunciar el evangelio es una oración sencilla que expresa en sí misma un significado trinitario e histórico salvífico. El Señor mismo se hace presente en la comunidad cristiana para llamar, formar y enviar a sus propios discípulos a todas las gentes para anunciar el evangelio. La Iglesia se reúne en torno al Señor que quiere que toda la humanidad se salve, es una oración de alabanza, bendición y petición de la bendición de Dios.

La bendición para los que son enviados a anunciar el evangelio es un momento celebrativo de preparación para la comunidad que se dispone a asumir seria y responsablemente su propia vocación misionera. Esto quiere decir que es un rito para una comunidad madura en la fe, que tiene un camino ya  hecho junto al Señor que envía. De hecho posee por sí misma una fuerza evangelizadora, catequética y mistagógica.

La bendición para los que son enviados a anunciar el evangelio es una celebración epifánico, pues manifiesta a la Iglesia Misterio, Comunión y Misión. Cuando la liturgia se celebra no todo el misterio de Dios se manifiesta, por eso decimos que la Iglesia se autoexpresa en el rito de esta bendición, se autocomprende en lo más profundo que tiene que es su misterio como sacramento universal de salvación.

[1] J. Ratzinger, Eucaristía y misión, en J. Ratzinger, Obras Completas, XI, Teologia de la liturgia, Madrid 2012, 295.
[2] Cfr. J. Aldazabàl, <<bendecir todavía tiene sentido>>, Phase 121 (1981) 19-38
[3] Cfr. 1º Tim. 2, 4
[4] Cfr. Lc. 10, 2
[5] Cfr. Mt 28, 19
[6] Cfr. J. Ratzinger, la fiesta de la fe, Bilbao 1999, 33
[7] Cfr. J. Corbon, Liturgia Fontal, Madrid 2009, 24
[8] Cfr. Ibíd.
[9] Cfr. A. Lucas Maqueda, La neumatología litúrgica, Barcelona 2012, 101
[10] Cfr. Sacrosanctum Concilium nº 7
[11] Cfr. Mt 28, 19
[12] Cfr. M. Sodi, <<bendición>>, en Dominico Sartore — Achille M. Triacca, Diccionario de liturgia, Madrid 1987, 213.
[13] Cf., Lumen Gentium 1-6
[14] Cf., Christisfidelis Laici N° 26
[15] Cf., Documento de Puebla N° 644; Documento de Santo Domingo N° 57
[16] Cf., Documento de Aparecida N° 170
[17]Cf., Mt 28, 19; Lc 24, 46-48; Evangeli Nuntiandi N°15
[18]Cf., Documento de Santo Domingo;
[19] Cf., Documento de Aparecida N°144
[20] Cf., Documento de Aparecida N°177
[21] Cf. Mt. 16, 18

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