lunes, 12 de febrero de 2018

El Sacramento de la Reconciliación y la penitencia en el Magisterio de la Iglesia Latinoamericana en los siglo XX-XXI



      P. Judá García 

       Presentamos hoy en nuestro blog una investigación sobre la figura del sacramento de la reconciliación y la penitencia en seis de los documentos del magisterio de la Iglesia Latinoamericana considerados como los más importantes que han surgido desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XXI y su influencia en la evangelización, catequesis y vida parroquial del continente

Ciertamente, la presencia de la Iglesia en el continente es relativamente nueva; sin embargo, el periodo que abarca nuestra investigación es una época de transición en donde era necesario responder a los desafíos que las nuevas situaciones históricas planteaban. El magisterio que surge no tiene la competencia de definir dogmáticamente los puntos esenciales de la fe, sino encarnarlos en la situación concreta de todos los pueblos que entran en la jurisdicción del CELAM.

En este sentido, hemos descubierto que en un principio los documentos no dicen nada nuevo con respecto al sacramento de la penitencia, porque no cabe en la conciencia de los obispo que la cristiandad en Latinoamérica estaba en declive, se suponía que todos eran católicos practicantes; lo que no ha impedido encontrar elementos importantes respecto al tema. El momento que se entra a una nueva óptica respecto a la vida sacramental es partir de la reunión del CELAM en Puebla, ya cuando se ha tenido un camino recorrido de la reforma litúrgica, y en Aparecida se hacen planteamiento más en concreto con el sacramento de la reconciliación, ya cuando el secularismo y el protestantismo se ha hechos sentir en las conciencias de los que eran miembros de la Iglesia.

El primer capítulo de nuestro trabajo planteamos un bosquejo general del contexto de los dos últimos siglos de la historia latinoamericana, con el objetivo de entender los aciertos y las ausencias teológicas, doctrinales y pastorales  de los documentos magisteriales latinoamericanos con respecto a al sacramento de la penitencias; en el segundo capítulo, exponemos lo que a nuestro juicio dichos documentos del magisterio aportan para la reflexión sobre nuestra temática; y en el tercer capítulo, planteamos de manera general las principales consecuencias prácticas ha tenido el mencionado magisterio en la evangelización, catequesis y vida de las parroquias de la región. 

I. CONTEXTO HISTÓRICO DE LA IGLESIA LATINOAMERICANA EN LOS SIGLOS XIX -XX

La investigación que estamos llevando exige plantear al menos un bosquejo general del contexto histórico de la Iglesia latinoamericana en los siglos XIX y XX para entender las causas y contenidos principales de nuestro magisterio.

1.                  La Iglesia latinoamericana ante los cambios del siglo XIX
La Iglesia en el continente latinoamericano en el siglo XIX tuvo que afrontar de golpe los cambios que en Europa se habían gestado y enfrentado desde siglos atrás. Nos referimos al nacimiento de los nuevos estados independientes de las colonias españolas, inglesas y portuguesas en donde se introducen las ideologías del nacionalismo, se extiende el secularismo, la industrialización y se instaura una manera pluralista de gobernar,  lo que significó para el clero la perdida de privilegios eclesiásticos otorgados por el patronato del imperio hispánico, pero al mismo tiempo, una comunicación directa con Roma, Europa y el mundo entero; todos esto se traducirá en un entera libertad pastoral para los obispos de los tiempos venideros[1].

La Iglesia empezará una nueva etapa significativa a partir del año 1899 con el Concilio  Plenario para la América Latina. Este magno evento fue celebrado, auspiciado y sostenido por Roma. El propósito es dar una respuesta definitiva sobre la acción del clero ante las nuevas situaciones de la región a nivel doctrinal, teológico y pastoral. A partir de aquí, se desencadenará en todos los países sínodos y Concilio s nacionales, Conferencias, secretariados y reuniones generales y provinciales del episcopado latinoamericano, lo que unificará criterios de acción eclesial a nivel continental[2].

2.                  La Iglesia Latinoamericana ante los avatares históricos del siglo XX

Latinoamérica no fue testigo de las grandes guerras mundiales que sufrió Europa, pero era el escenario de la miseria, la injusticia y la opresión a gran escala.  La Iglesia, que goza de autonomía con respecto a los estados liberales pero que carece de calidad cuantitativa y cualitativa de clero, se ha tenido que debatir con la relación antagónica de regímenes dictatoriales militaristas y los movimientos de liberación marxista que cundían por todo el continente. Surge en este tiempo la teología de la liberación, la invasión protestante y la ideología de la seguridad nacional, dejando como frutos golpes de estado, masacres inimaginables y la esquizofrenia contra la mancha roja y la pérdida de la ortodoxia católica.

            Los romanos pontífices en el siglo XX darán apoyo e impulso a las conferencias generales del episcopado latinoamericano con el objetivo de promover la buena formación del clero, la aplicación del Concilio  Vaticano II, el desarrollo de la evangelización y la ordenación de la pastoral para indicar el camino de la Iglesia ante los desafíos que los signos de los tiempos exigían. A partir de esto, nace el Consejo Episcopal Latinoamericano y todos sus organismos adjuntos, secretarias y sínodos regionales y un nuevo modo de ser Iglesia más organizada, comunitaria y colegial[3].

3.                  La Iglesia Latinoamérica ante el umbral del tercer milenio

Todos celebramos en el umbral del nuevo milenio los quinientos años de evangelización en nuestro continente, conscientes de sus luces y sombras, ya en una nueva época se plantea entonces el tema de una nueva evangelización continental, que busque la salvación integral de todo hombre y mujer, que la Iglesia se abra a una manera nueva de mostrar el evangelio al mundo, que enfrente con valentía y creatividad a las nuevas problemáticas y desafíos con la conciencia de que todos somos discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida.

II. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA EN EL MAGISTERIO  LATINOAMERICANO DEL SIGLO XIX Y XX.

Nuestro trabajo investigativo se limita a exponer los elementos doctrinales y teológicos sobre el sacramento de la penitencia que están contenidos en el Concilio Plenario para América Latina y en las Conferencias  Generales del Episcopado Latinoamericano.

1.                  El Sacramento de la  penitencia en el Concilio  Plenario Latinoamericano (1899).

El contenido doctrinal y teológico sobre el sacramento de la penitencia es explicita en este documento conciliar, podemos encontrar toda referencia a él en los   numerales del 537 al 561, capítulo V, título V, en donde se habla sobre los sacramentos de la Iglesia.  Básicamente los padres conciliares tienen de fuente la sagrada escritura, el magisterio reciente de los Papas, los decretos del Santo Oficio y la doctrina del Concilio de Trento.

1.1 Concepto del sacramento:

            Los Padres Conciliares citando al Concilio de Trento llaman al cuarto sacramento de la Iglesia “la confesión” y la definen como la acusación de los pecados con la finalidad de obtener el perdón en virtud del poder de atar y desatar de la Iglesia.El concepto enfatiza en la naturaleza jurídica del sacramento, pero no excluye alusiones a la misericordia de Dios ni a al tema de la reconciliación con él, están mencionadas a lo largo de toda la redacción del apartado, por lo que deducimos que también se piensa en su carácter medicinal y piadoso, fruto de la misma obra de Dios entre los fieles. Basados en la patrística lo describen como “una segunda tabla de salvación ante el naufragio ocurrido después del bautismo”.

1.2 Materia y forma del sacramento:

El Concilio reafirma que la “cuasi materia” de la confesión es la contrición, la confesión y la satisfacción, lo que necesariamente tiene que ir acompañado del sentimiento de odio contra el pecado y el propósito de no volver a pecar por parte del penitente. También se habla de la posibilidad de obtener el perdón de los pecados con la contracción perfecta, pero aclara que la reconciliación no se da por el acto en sí mismo sino por el propósito de acudir al sacramento de la confesión, y que esto no le dispensa de la obligación de recurrir a confesarse; por el contrario, la atrición no lleva a una reconciliación previa a la práctica actual del sacramento, pero es condición suficiente para confesarse con el sacerdote debidamente autorizado.

La forma del sacramento son las palabras de absolución pronunciada por el sacerdote que tiene la debida licencia ordinaria o extraordinaria para escuchar confesiones de los fieles.

1.3 Efectos y beneficios:

Los efectos de estos actos son el perdón y la reconciliación de parte de Dios por las faltas cometidas, condiciones necesarias para la salvación de los que pecan después del bautismo. La absolución del sacerdote remite siempre la pena de la condenación eterna, pero no la pena temporal que debe repararse con obras y trabajos por lo méritos de Cristo.

El Concilio  señala que la práctica del sacramento de la penitencia tiene beneficio personal, eclesial y social. Apoyados en el Catecismo Romano afirman que la santidad, la piedad y la virtud de la religión se deben en gran parte a la práctica de la confesión, que la vergüenza de confesar las faltas cometidas sirve de freno la manía de pecar y reprime la malicia. También advierten, en el lenguaje de su tiempo, que si la práctica del sacramento de la penitencia se suprime, por obra del demonio, las consecuencias serán nefastas para toda la humanidad, pues, la corrupción moral tendría una omnipresencia difícil de superar.

1.4 Ministro y sujeto:

El ministro del sacramento de la confesión es el presbítero debidamente aprobado por el ordinario y que tenga el perfil de acuerdo a lo que exige el Concilio Tridentino, es decir, que tenga la ciencia debida en la triple dimensión de juez, médico y doctor; se le exige probidad moral, buenas costumbres, prudencia, paciencia y celos por las almas; también debe saber el idioma de los naturales de territorio jurisdiccional, si es posible de manera completa, no debe contentarse con los imprescindible. 

El sujeto del sacramento de la confesión es todo fiel bautizado a partir del uso de razón, es decir, cuando es capaz de distinguir entre el bien y el mal que lleve al dolo en su corazón. Los padres del Concilio  recomiendan que a los niños se les deba de ir introduciendo poco a poco en la práctica de la confesión, con una actitud prudente y delicada, evitando preguntas torpes de cosas que deben ignorar debido a su edad, no reteniendo necesariamente este proceso hasta que reciban la comunión. Para los fieles adultos se exige un instrucción religiosa adecuada en donde se exponga de manera integral la naturaleza y los frutos de este sacramento.

En el documento conciliar se recomienda que no se deben limitar los fieles a recibir la confesión  una vez al año como enseña la Iglesia, sino que lo hagan con frecuencia, sobre todo si se tiene conciencia de un pecado mortal para evitar la condena eterna, ya que debido a los constantes peligros de la vida no se sabe cuándo puede venir la muerte

2.                  El Sacramento de la penitencia en el documentos de las Conferencias Generales del Episcopado Latino Americano Rio de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida

El sacramento de la penitencia en las Conferencias Generales del Episcopado Latino Americano se trata desde una óptica pastoral, en el marco de la aplicación de la renovación litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, los nuevos libros rituales de los sacramentos y la labor de evangelización del continente.

2.1 Rio de Janeiro (1955)

Llama la atención dos elementos periféricos que tienen que ver con el sacramento de la penitencia, que algunos documentos vaticanos reiteraran en el futuro, como por ejemplo la necesidad de una pastoral de penitencia y la reconciliación[4], asi como lo hacía pocos años atrás el concilio plenario para América Latina[5], nos referimos a la formación integral del clero y a la pastoral de la cura de almas.

Ciertamente, se exige que la formación del seminario haga de los candidatos a las órdenes sagradas futuros sacerdotes santos, doctos e idóneos  sacerdotes[6]. Que ellos mismos tengan una sólida vida espiritual, subrayando la asistencia asidua al sacramento de la penitencia[7]; que tengan una sólida formación humana, para que maduren las virtudes naturales[8];  se pide que los profesores instruyan a los seminaristas en el ámbito de la pastoral, sobre todo en lo que se refiere a temas morales para que puedan resolver la amplia gama de problemas que se les presentará en su futuro ministerio[9].

Igualmente, se pide la organización de la cura de almas[10], y son claros en afirmar que la intención es fortalecer y mantener con ello la identidad católica del continente. En esta línea la confesión es ubicada dentro de la función de santificación de los fieles, junto con la eucaristía, sacramentos en los que hacen énfasis de manera explícita como medios para el progreso espiritual del pueblo cristiano y el fortalecimiento de su vida litúrgica, purificándolo de cualquier tendencia o concepción supersticiosa que pudiera desvirtuar el mensaje cristiano. 

Teniendo una visión de conjunto, seguramente estas perspectivas pastorales pertenecen a las primeras piedras bases que se asentaron en el continente para una plataforma eclesial que recibiría dentro de poco la reforma litúrgica del concilio Vaticano II, que en su momento tocará estos mismos temas con mayor amplitud y claridad, dando pie al desarrollo magisterial del resto de Conferencias Episcopales latino americanas.

2.2 Medellín (1968)

Uno de los temas que Medellín trató ampliamente y que está unido al sacramento de la penitencia es el pecado. Los obispos están conscientes que la realidad de miseria, la injusticia y la opresión tiene como raíz el pecado personal y social que se manifiestan en las estructuras[11]; Y que Cristo ha venido justamente para liberar a la humanidad de su esclavitud[12], haciendo el llamado a la Iglesia, necesitada también de purificación,  que ante semejante situación se debe vivir bajo el signo de la esperanza[13], sin perder su auténtica visión cristiana. Ven con urgencia el camino de la conversión y la reconciliación, desde una actitud profética; ciertamente aquí podemos ver una encarnación de los presupuestos de “Gaudium et Spes”, que busca caminos para salvar a la humanidad del despotismo del progreso y el desarrollo alejado de la voluntad de Dios.

El sacramento de la penitencia se logra entender desde la perspectiva que se tiene de la liturgia[14]. Los obispos toman de base las afirmaciones teológicas del Concilio vaticano II, lo que significa una novedad con respecto a lo que se venía manejando doctrinalmente hasta el momento entre el clero. Afirman que la liturgia es una acción de Cristo y de su Iglesia, culmen de la vida eclesial; sin duda, una óptica teológica, histórica y escatológica[15], y no meramente doctrinal y jurídica. Los obispos ven en la liturgia el momento en donde la Iglesia desarrolla su identidad y misión más propia[16], lo que necesariamente lleva a un compromiso con la caridad, la imitación de Cristo y la continua conversión. En fin, se renuncia a ver a la liturgia como un simple adorno de la vida eclesial, sino que se le considera como esencial y que lleva a un compromiso con la totalidad del hombre.

En este contexto, los obispos en Medellín hacen una recomendación práctica sobre el sacramento de la penitencia, invitando a que se promueva su celebración comunitaria con la palabra de Dios y de acuerdo con la legislación vigente. En sentido hay que recordar que todavía no existe el nuevo Ordo Paenitenciae, ni el nuevo derecho canónico.  Por lo que se referían a algo nuevo, distinto a lo que en el futuro se entendería por celebración comunitaria del sacramento de la penitencia. 

Dando un segundo paso en nuestra visión de conjunto, Medellín aporta al magisterio de la Iglesia con respecto al sacramento de la penitencia una base sustancialmente teológica, lo que en Rio de Janeiro se tiene de manera implícita y con una perspectiva Tridentina. Nos referimos a la intrínseca relación del sacramento de la penitencia con el misterio pascual de Jesucristo, como una acción salvadora de la misma trinidad en la historia; también, con la alusión de la Iglesia, santa pero necesitada de perdón, podemos deducir que el sacramento de la penitencia unida a la palabra de Dios se ve como un camino de reconciliación y purificación para toda la comunidad eclesial, quitando toda visión individualista de la salvación. Para ello se necesitarán una formación integral para el clero y los fieles, para que puedan tener una compresión profunda y auténtica del espíritu de la renovación litúrgica, pues, había en muchos ambientes una amplia resistencia.

2.3 Puebla (1979)

El sacramento de la penitencia en el documento conclusivo de Puebla se entenderá desde el marco de su temática  “El presente y el futuro de la evangelización de América Latina”[17]. Los obispos tienen en cuenta las enormes deficiencias en materia litúrgica que existe tanto en la comunidad eclesial como dentro del clero; se quiere combatir una tendencia llamada “neoritualismo” frente a los nuevos órdenes de los sacramentos y de la eucaristía; recomiendan que la renovación litúrgica tiene que estar guiada por una autentica teología litúrgica y teología de los sacramentos[18], pues, el Padre, en el Hijo por el espíritu santo santifica a la Iglesia y al mundo, y a su vez, por Cristo en el Espíritu Santo, la Iglesia y el mundo dan gloria al padre[19].

El Sacramento de la penitencia tiene que administrarse en toda América Latina según lo dicta el nuevo Ordo Paenitenciae[20] que Pablo VI había promulgado pocos años atrás, esto quiere decir que el clero se tenía que atener a su espíritu y normas. Ahora se tenía una guía rica en contenido teológico y pastoral que pudiera dar pistas certeras sobre una práctica eclesial del sacramento de la reconciliación en cada una de las diócesis del continente, viéndole como un medio para la comunión y participación del misterio.

Del mismo modo, el sacramento de la penitencia se vincula como un medio  para que la juventud del continente, pueda tener un encuentro con Cristo joven, amigo y libertador, que les ofrece un camino de realización total de su propia existencia, llamándoles a que se integren al camino de la conversión, del amor, comunión y de las bienaventuranzas, a un encuentro personal con él en el sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía[21].  En este sentido, a los sacramentos se les ve como medio de evangelización par los jóvenes, futuro de la Iglesia. No hay que olvidar que los obispos están pensando en la juventud envuelta en la efervescencia de las revoluciones sociales, que aspiraban un nuevo orden, en su mayoría influenciados por valores de la filosofía marxista.

2.4 Santo Domingo

El Sacramento de la penitencia en el documento conclusivo de Santo Domingo se entiende desde la perspectiva de la Nueva Evangelización. Los obispos invitan en este sentido a renovar el sacramento de la penitencia y la orientación espiritual[22], porque a pesar de que el continente latinoamericano en su inmensa mayoría cristiano, existe un ruptura entre la fe y la vida, expresado en signos escandalosos de pobreza, injusticia y opresión; también se detecta nefastos indicen de deformación de la conciencia y pérdida[23] del sentido del pecado, lo que está llevando a una disminución en el uso del sacramento de la penitencia.

La recomendación para promover la práctica del sacramento de la penitencia  es el anuncio de la Buena Nueva de Jesús que lleve al reconocimiento del pecado y que conduzca a la conversión; al mismo tiempo una catequesis que lleve a revalorizar los sacramentos del bautismo, la confirmación y la penitencia, incluida la práctica[24] de la dirección espiritual. En este paso no se puede obviar la formación permanente conforme al magisterio de la Iglesia dirigido al clero y de los fieles, en este sentido la liturgia puede ser un medio eficiente para expresar los compromisos morales y de conversión de cada cristiano[25].

2.5 Aparecida

El Sacramento de la penitencia en Aparecida se debe entender en el contexto de la misión evangelizadora a nivel continental, en donde todos los miembros de la Iglesia son discípulos y misioneros de Jesucristo para que todos los pueblos en Él tengan vida.

Los obispos dan gracias a Dios por el sacramento de la penitencia, don de la gracia divina ganada en la cruz para toda la Iglesia[26], en donde innumerables cristianos buscan configurarse con el Señor y recibir su perdón[27], siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana, la parroquia se reúne para compartir la Palabra, la fracción de pan y la buscar la reconciliación[28]. Están conscientes que con este sacramento se abre un lugar para que el pecador experimente un lugar de encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más grande que el pecado y que nos renueva el corazón[29], actualiza en la Iglesia su redención[30]

El Sacramento de la reconciliación y de la penitencia representa para la Iglesia la conversión que todos necesitamos para combatir el pecado que suscita en nosotros una incoherencia vital como bautizados[31]. De hechos, los obispos señalan que estamos viviendo una época marcada por el relativismo y pérdida del sentido del pecado, lo que lleva a que no se practique dicho sacramento[32]. Ante esto, surge la invitación a los presbíteros a que tengan una actitud de misericordia[33] que se dedique tiempo y esfuerzo diligente para ofrecer el sacramento de la reconciliación[34], sin que sean los mismo ministros los que recorran este regalo maravilloso del perdón de Dios[35], y que todo se comprometan cada vez más a renovar la gracia bautismal[36], y que estas ideas formen parte de un sólido plan de evangelización en todo el continente[37].

El sacramento de la penitencia es un camino de luz para salir de las tiniebla de la muerte, animado por el Espíritu de Cristo Camino, Verdad y Vida; que prepara a su Iglesia para la comunión y el amor pleno[38]. Es una propuesta para que los jóvenes puedan también tener un encuentro vivo con Jesucristo en su Iglesia, a la luz del plan de Dios, salvaguardando sus aspiraciones más profundas de proteger la dignidad humana, dando bases inconmovibles a su personalidad y promoviendo vocaciones específicas[39].

El tema de la reconciliación social es tema de agenda pastoral para la Iglesia Latinoamericana, pero ésta no se logrará sino se logra primero la reconciliación con Dios, fuente única de gracia y perdón[40], cuya expresión máxima es el sacramento de la penitencia[41].

III. CONSECUENCIAS PASTORALES DEL MAGISTERIO  DE LA PENITENCIA.

1.                  El Sacramento de la penitencia en acción de evangelización.

El Magisterio Latinoamericano ha logrado marcar el paso de la evangelización a lo largo y ancho del continente. Desde la época de la colonia hasta poco antes del Concilio Vaticano II las misiones habían sido dirigidas por las distintas órdenes religiosas que de manera itinerante iban de región en región sembrando el evangelio, construyendo templos, organizando la catequesis y administrando los sacramentos. Podemos subrayar que gracias a ellos la Iglesia en América Latina es romana en sus normas fundamentales, pero la dinámica eclesial ha tenido enormes influencias de los concilios y sínodos regionales y continentales que se habían celebrado por más de cuatro siglos. Asimismo, la situación posterior no ha sido la excepción, las reuniones generales del episcopado latinoamericano han trazado las líneas pastorales para la Iglesia del siglo XX en el continente.

En este sentido, podríamos afirmar que el sacramento de la penitencia se ha visto beneficiado con la evangelización que se ha llevado a cabo en toda América Latina. Los fieles son conscientes de la realidad del pecado y de la necesidad de perdón de parte de Dios, aunque debemos también aceptar que existe una deformación en las conciencias de las inmensas mayorías y que en muchos lugares desarrollados  se está perdiendo este sentido del pecado que antes hemos mencionado, pero el uso de la confesión individual es muy común. De hecho hay experiencia misioneras en la actualidad donde experimenta la sed de la eucaristía y del sacramento de la penitencia de parte de los naturales.

Además, podríamos apuntar un fenómeno nuevo que afecta a la Iglesia en Latinoamérica, nos referimos a los nuevos movimientos laicales con carismas específicos, que insertos en la parroquia son los protagonistas de un nuevo tipo de evangelización en la región. Ellos dentro de su espiritualidad propia remarcan mucho la realidad del pecado personal y la necesidad de recurrir al sacramento de la penitencia, lo que impulsa a que los fieles a la conversión y la vida sacramental. Al mismo tiempo, comienzan un proceso de formación de la conciencia, que después es reforzado con el seguimiento catequético permanente.

2.                  El Sacramento de la penitencia en la catequesis

La experiencia catequética está presente en América Latina desde los inicios de la colonia. La catequesis constituía un segundo paso después de la evangelización fundante, era una de las normas del patronato de la corona española. Los conquistadores tenían la obligación de instruir en la santa religión cristina a los naturales que estaban en sus dominios, y eran las ordene mendicantes quienes la llevaban a cabo. Al igual que la evangelización, la catequesis seguía las líneas fundamentales de Roma, pero su dinamismo propio ha sido dirigido por el magisterio producido dentro de continente, debido a que la situación de la Nueva España era muy compleja.

En este sentido, la catequesis siempre ha tenido la finalidad de continuar en los fieles cristianos el camino de la vida sacramental que habían iniciado en el bautismo. Es muy común que la etapa catequética para recibir el sacramento de la penitencia y de la eucaristía comience a muy temprana edad, hablamos de seis años en adelante. El problema comienza cuando en América Latina, la Iglesia experimenta la escasez de clero y el reduccionismo sacramental. Entonces, los obispos con su magisterio impulsan las vocaciones y un nuevo modo de ser Iglesia, lo que llevo a grandes esfuerzos pastorales para hacer de las parroquias comunidad de comunidades, con proyección evangelizadora, y no sólo una estación en donde se servían sacramentos.

En este contexto, gracias a la catequesis, el sacramento de la penitencia no se reduce  a un mero trámite para recibir la primera comunión, sino que la finalidad es que los niños, los jóvenes y los adultos le vean como parte de la vida cristiana personal y comunitaria. Que la necesidad de confesarse debe ser constante en la vida y con un espíritu verdadero de conversión, unido a una Iglesia peregrina y necesitada de purificación.

Además, en un primer momento, el Concilio Plenario para América Latina sirvió como un tipo de “Vademécum” para los sacerdotes párrocos y para los misioneros itinerantes, ya que allí encontraban de manera resumida las maneras más apropiada para proceder en los que respecta a la catequesis y los sacramentos.  Luego, las conferencias generales del episcopado latinoamericano darán contenido a la catequesis y la formación permanente, dando bases teológicas, doctrinales y pastorales sólidas a la vida comunitaria de toda la comunidad eclesial.

3. El Sacramento de la penitencia en la vida parroquial

El magisterio Latinoamericano ha impulsado una seria renovación en toda la Iglesia del continente.  Nuestras diócesis y parroquias tienen como ideal ser comunidades vivas que caminan como peregrinos en la historia construyendo el Reino de Dios. Los pastores exigen metanoia a nivel personal y comunitario, que se entre a una dinámica de la renovación misionera, es decir, que se tenga una conversión pastoral, impregnando la mente, corazón y estructuras eclesiales con el espíritu misionero de Jesucristo.  En este sentido, es lógico que se tenga que abandonar criterios, costumbres e instituciones que ya no sirven para evangelizar, que están obsoletas, esto implica dolor, por supuesto, pero es necesario si se quiere anunciar la Buena Nueva en el mundo de hoy[42].

En esta línea, el sacramento de la penitencia se ubica en la vida de la Iglesia dentro de su dimensión pascual, aspecto descuidado por muchos años, pero al fin recuperado y exigido. La comunidad diocesana y parroquial está llamada a vivir de la peculiar presencia de Dios en el sacramento de la reconciliación y la penitencia que nace delMisterio Pascual de Cristo, de esta manera nos acompaña en el transcurso de toda nuestra vida con su amor y misericordia; Él ya nos ha reconciliado con la iniciación cristiana, pero en nuestro caminar siempre estamos necesitados de purificarnos constantemente, a similitud del pueblo de Israel que marchaba por el desierto, en el camino nos enfermamos espiritualmente, pero el Señor nos cura en este insigne sacramento, lo cual, todo ello debe concretarse a dar signos verdaderos y auténticos de conversión.

En cuanto a su práctica concreta, los pastores en América latina son muy celosos en seguir el ordo Paenitenciae. Lo normal es que se use de manera ordinaria la fórmula “A”; en los tiempos fuertes como la cuaresma o el adviento se pone a disposición para las comunidades parroquiales la fórmula “B”; y la formula “C” no se usa en ninguna circunstancia, al menos no hemos logrado tener datos al respecto, ya que se su trato pastoral es de acuerdo a su carácter extraordinario; incluso se podría sostener que es desconocida en la mayoría ámbitos eclesiales, se quedó en las aulas de los seminarios, en donde ha quedado claro las indicaciones de la legislación vigente. 


[1] Cf. Dussel, Enrique. “Historia de la Iglesia en América Latina”. Ed. Mundo Negro, 6° Edición.  España, 1992. Pág. 135-136.
[2] Cf. Piccardo, Diego R. “Historia del Concilio  Plenario Latinoamericano. En Cuádrenos Doctorales de la facultad de teología de la universidad de Navarra 59/2012. Pamplona, 2012
[3] Karlic, Estanislao esteban. “perspectiva teológica en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano”. Conferencia pronunciada en el marco del 50° aniversario del CELAM el 17 de mayo de 2005 en Lima Perú. Tomado de www.CELAM.org
[4] Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post sinodal “Reconciliación y Penitencia”. N° 29
[5] Concilio Plenario para América Latina, N° 550-551
[6] CELAM. Documento Conclusivo “Rio de Janeiro”. N° 9
[7] Ibíd. 12, e; 23, b.
[8] Ibíd. 19
[9]Ibíd. 20, a.
[10]Ibíd. 55-60
[11] CELAM. Documento Conclusivo “Medellín”, 1968. Introducción.
[12] Ibíd.
[13] Ibíd. n° 9, 2
[14] Ibíd. n° 9, ss
[15] Ibíd. n° 9, 2
[16] Ibíd. n° 9, 3
[17] Karlic, Estanislao esteban. “perspectiva teológica en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano”. Conferencia pronunciada en el marco del 50° aniversario del CELAM el 17 de mayo de 2005 en Lima Perú. Pág. 10 Tomado de www.CELAM.org
[18] CELAM, Documento Conclusivo “Puebla”, n° 916
[19] Ibíd. n° 917
[20] Ibíd. n° 951
[21] Ibíd.
[22] CELAM, Documento Conclusivo “Santo Domingo”, n° 150
[23] Ibíd. n°231
[24] Cf. Ibíd. 45
[25] Cf. Ibíd. 239
[26] CELAM, Documento Conclusivo “Aparecida”, n° 25
[27] Ibíd. 142
[28] Ibíd. n° 175
[29] Ibíd. n° 254
[30] Ibíd. n° 278
[31] Ibíd.
[32] Ibíd. n° 177
[33] Ibíd. n° 199
[34] Ibíd. n° 177
[35] Ibíd., n° 195
[36] Ibíd. n° 177
[37] Ibíd. .n° 202
[38] Ibíd. n° 350
[39] Ibíd.
[40] Ibíd. n° 518
[41] Ibíd.
[42] Cf., Documento de Aparecida n°366

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