P. Judá García
Presentamos hoy en nuestro blog una investigación sobre la figura
del sacramento de la reconciliación y la penitencia en seis de los documentos
del magisterio de la Iglesia Latinoamericana considerados como los más
importantes que han surgido desde finales del siglo XIX hasta principios del
siglo XXI y su influencia en la evangelización, catequesis y vida parroquial
del continente
Ciertamente, la
presencia de la Iglesia en el continente es relativamente nueva; sin embargo,
el periodo que abarca nuestra investigación es una época de transición en donde
era necesario responder a los desafíos que las nuevas situaciones históricas
planteaban. El magisterio que surge no tiene la competencia de definir
dogmáticamente los puntos esenciales de la fe, sino encarnarlos en la situación
concreta de todos los pueblos que entran en la jurisdicción del CELAM.
En este sentido,
hemos descubierto que en un principio los documentos no dicen nada nuevo con
respecto al sacramento de la penitencia, porque no cabe en la conciencia de los
obispo que la cristiandad en Latinoamérica estaba en declive, se suponía que
todos eran católicos practicantes; lo que no ha impedido encontrar elementos
importantes respecto al tema. El momento que se entra a una nueva óptica respecto
a la vida sacramental es partir de la reunión del CELAM en Puebla, ya cuando se
ha tenido un camino recorrido de la reforma litúrgica, y en Aparecida se hacen
planteamiento más en concreto con el sacramento de la reconciliación, ya cuando
el secularismo y el protestantismo se ha hechos sentir en las conciencias de
los que eran miembros de la Iglesia.
El primer capítulo
de nuestro trabajo planteamos un bosquejo general del contexto de los dos
últimos siglos de la historia latinoamericana, con el objetivo de entender los
aciertos y las ausencias teológicas, doctrinales y pastorales de los
documentos magisteriales latinoamericanos con respecto a al sacramento de la
penitencias; en el segundo capítulo, exponemos lo que a nuestro juicio dichos
documentos del magisterio aportan para la reflexión sobre nuestra temática; y
en el tercer capítulo, planteamos de manera general las principales
consecuencias prácticas ha tenido el mencionado magisterio en la
evangelización, catequesis y vida de las parroquias de la región.
I. CONTEXTO HISTÓRICO DE LA IGLESIA
LATINOAMERICANA EN LOS SIGLOS XIX -XX
La investigación
que estamos llevando exige plantear al menos un bosquejo general del contexto
histórico de la Iglesia latinoamericana en los siglos XIX y XX para entender las
causas y contenidos principales de nuestro magisterio.
1. La Iglesia
latinoamericana ante los cambios del siglo XIX
La Iglesia en el
continente latinoamericano en el siglo XIX tuvo que afrontar de golpe los
cambios que en Europa se habían gestado y enfrentado desde siglos atrás. Nos
referimos al nacimiento de los nuevos estados independientes de las colonias
españolas, inglesas y portuguesas en donde se introducen las ideologías del
nacionalismo, se extiende el secularismo, la industrialización y se instaura
una manera pluralista de gobernar, lo que significó para el clero la
perdida de privilegios eclesiásticos otorgados por el patronato del imperio
hispánico, pero al mismo tiempo, una comunicación directa con Roma, Europa y el
mundo entero; todos esto se traducirá en un entera libertad pastoral para los
obispos de los tiempos venideros[1].
La Iglesia empezará
una nueva etapa significativa a partir del año 1899 con el
Concilio Plenario para la América Latina. Este magno evento fue celebrado,
auspiciado y sostenido por Roma. El propósito es dar una respuesta definitiva
sobre la acción del clero ante las nuevas situaciones de la región a nivel
doctrinal, teológico y pastoral. A partir de aquí, se desencadenará en todos
los países sínodos y Concilio s nacionales, Conferencias, secretariados y
reuniones generales y provinciales del episcopado latinoamericano, lo que
unificará criterios de acción eclesial a nivel continental[2].
2. La Iglesia
Latinoamericana ante los avatares históricos del siglo XX
Latinoamérica no
fue testigo de las grandes guerras mundiales que sufrió Europa, pero era el
escenario de la miseria, la injusticia y la opresión a gran escala. La
Iglesia, que goza de autonomía con respecto a los estados liberales pero que
carece de calidad cuantitativa y cualitativa de clero, se ha tenido que debatir
con la relación antagónica de regímenes dictatoriales militaristas y los
movimientos de liberación marxista que cundían por todo el continente. Surge en
este tiempo la teología de la liberación, la invasión protestante y la
ideología de la seguridad nacional, dejando como frutos golpes de estado,
masacres inimaginables y la esquizofrenia contra la mancha roja y la pérdida de
la ortodoxia católica.
Los
romanos pontífices en el siglo XX darán apoyo e impulso a las conferencias
generales del episcopado latinoamericano con el objetivo de promover la buena
formación del clero, la aplicación del Concilio Vaticano II, el
desarrollo de la evangelización y la ordenación de la pastoral para indicar el
camino de la Iglesia ante los desafíos que los signos de los tiempos exigían. A
partir de esto, nace el Consejo Episcopal Latinoamericano y todos sus
organismos adjuntos, secretarias y sínodos regionales y un nuevo modo de ser
Iglesia más organizada, comunitaria y colegial[3].
3. La Iglesia
Latinoamérica ante el umbral del tercer milenio
Todos celebramos en
el umbral del nuevo milenio los quinientos años de evangelización en nuestro
continente, conscientes de sus luces y sombras, ya en una nueva época se
plantea entonces el tema de una nueva evangelización continental, que busque la
salvación integral de todo hombre y mujer, que la Iglesia se abra a una manera
nueva de mostrar el evangelio al mundo, que enfrente con valentía y creatividad
a las nuevas problemáticas y desafíos con la conciencia de que todos somos
discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan
vida.
II. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA EN
EL MAGISTERIO LATINOAMERICANO DEL SIGLO XIX Y XX.
Nuestro trabajo
investigativo se limita a exponer los elementos doctrinales y teológicos sobre
el sacramento de la penitencia que están contenidos en el Concilio Plenario
para América Latina y en las Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano.
1. El Sacramento de
la penitencia en el Concilio Plenario Latinoamericano
(1899).
El contenido
doctrinal y teológico sobre el sacramento de la penitencia es explicita en este
documento conciliar, podemos encontrar toda referencia a él en
los numerales del 537 al 561, capítulo V, título V, en donde
se habla sobre los sacramentos de la Iglesia. Básicamente los padres
conciliares tienen de fuente la sagrada escritura, el magisterio reciente de
los Papas, los decretos del Santo Oficio y la doctrina del Concilio de
Trento.
1.1 Concepto del sacramento:
Los
Padres Conciliares citando al Concilio de Trento llaman al cuarto sacramento de
la Iglesia “la confesión” y la definen como la
acusación de los pecados con la finalidad de obtener el perdón en virtud del
poder de atar y desatar de la Iglesia.El concepto enfatiza en la naturaleza
jurídica del sacramento, pero no excluye alusiones a la misericordia de Dios ni
a al tema de la reconciliación con él, están mencionadas a lo largo de toda la
redacción del apartado, por lo que deducimos que también se piensa en su
carácter medicinal y piadoso, fruto de la misma obra de Dios entre los fieles.
Basados en la patrística lo describen como “una segunda tabla de salvación
ante el naufragio ocurrido después del bautismo”.
1.2 Materia y forma del sacramento:
El Concilio
reafirma que la “cuasi materia” de la confesión es la
contrición, la confesión y la satisfacción, lo que necesariamente tiene que ir
acompañado del sentimiento de odio contra el pecado y el propósito de no volver
a pecar por parte del penitente. También se habla de la posibilidad de obtener
el perdón de los pecados con la contracción perfecta, pero aclara que la
reconciliación no se da por el acto en sí mismo sino por el propósito de acudir
al sacramento de la confesión, y que esto no le dispensa de la obligación de
recurrir a confesarse; por el contrario, la atrición no lleva a una
reconciliación previa a la práctica actual del sacramento, pero es condición
suficiente para confesarse con el sacerdote debidamente autorizado.
La forma del sacramento
son las palabras de absolución pronunciada por el sacerdote que tiene la debida
licencia ordinaria o extraordinaria para escuchar confesiones de los fieles.
1.3 Efectos y beneficios:
Los efectos de
estos actos son el perdón y la reconciliación de parte de Dios por las faltas
cometidas, condiciones necesarias para la salvación de los que pecan después
del bautismo. La absolución del sacerdote remite siempre la pena de la
condenación eterna, pero no la pena temporal que debe repararse con obras y trabajos
por lo méritos de Cristo.
El
Concilio señala que la práctica del sacramento de la penitencia
tiene beneficio personal, eclesial y social. Apoyados en el Catecismo Romano
afirman que la santidad, la piedad y la virtud de la religión se deben en gran
parte a la práctica de la confesión, que la vergüenza de confesar las faltas
cometidas sirve de freno la manía de pecar y reprime la malicia. También
advierten, en el lenguaje de su tiempo, que si la práctica del sacramento de la
penitencia se suprime, por obra del demonio, las consecuencias serán nefastas
para toda la humanidad, pues, la corrupción moral tendría una omnipresencia
difícil de superar.
1.4 Ministro y sujeto:
El ministro del
sacramento de la confesión es el presbítero debidamente aprobado por el
ordinario y que tenga el perfil de acuerdo a lo que exige el
Concilio Tridentino, es decir, que tenga la ciencia debida en la triple
dimensión de juez, médico y doctor; se le exige probidad moral, buenas
costumbres, prudencia, paciencia y celos por las almas; también debe saber el
idioma de los naturales de territorio jurisdiccional, si es posible de manera
completa, no debe contentarse con los imprescindible.
El sujeto del
sacramento de la confesión es todo fiel bautizado a partir del uso de razón, es
decir, cuando es capaz de distinguir entre el bien y el mal que lleve al dolo
en su corazón. Los padres del Concilio recomiendan que a los niños
se les deba de ir introduciendo poco a poco en la práctica de la confesión, con
una actitud prudente y delicada, evitando preguntas torpes de cosas que deben
ignorar debido a su edad, no reteniendo necesariamente este proceso hasta que
reciban la comunión. Para los fieles adultos se exige un instrucción religiosa
adecuada en donde se exponga de manera integral la naturaleza y los frutos de
este sacramento.
En el documento
conciliar se recomienda que no se deben limitar los fieles a recibir la
confesión una vez al año como enseña la Iglesia, sino que lo hagan
con frecuencia, sobre todo si se tiene conciencia de un pecado mortal para
evitar la condena eterna, ya que debido a los constantes peligros de la vida no
se sabe cuándo puede venir la muerte
2. El Sacramento de la
penitencia en el documentos de las Conferencias Generales del Episcopado Latino
Americano Rio de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida
El sacramento de la
penitencia en las Conferencias Generales del Episcopado Latino Americano se
trata desde una óptica pastoral, en el marco de la aplicación de la renovación
litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, los nuevos libros rituales de los
sacramentos y la labor de evangelización del continente.
2.1 Rio de Janeiro (1955)
Llama la atención
dos elementos periféricos que tienen que ver con el sacramento de la
penitencia, que algunos documentos vaticanos reiteraran en el futuro, como por
ejemplo la necesidad de una pastoral de penitencia y la reconciliación[4], asi como lo hacía
pocos años atrás el concilio plenario para América Latina[5], nos referimos a
la formación integral del clero y a la pastoral de la cura de almas.
Ciertamente, se
exige que la formación del seminario haga de los candidatos a las órdenes
sagradas futuros sacerdotes santos, doctos e idóneos sacerdotes[6]. Que ellos mismos
tengan una sólida vida espiritual, subrayando la asistencia asidua al
sacramento de la penitencia[7]; que tengan una
sólida formación humana, para que maduren las virtudes naturales[8]; se
pide que los profesores instruyan a los seminaristas en el ámbito de la
pastoral, sobre todo en lo que se refiere a temas morales para que puedan
resolver la amplia gama de problemas que se les presentará en su futuro
ministerio[9].
Igualmente, se pide
la organización de la cura de almas[10], y son claros en
afirmar que la intención es fortalecer y mantener con ello la identidad
católica del continente. En esta línea la confesión es ubicada dentro de la
función de santificación de los fieles, junto con la eucaristía, sacramentos en
los que hacen énfasis de manera explícita como medios para el progreso
espiritual del pueblo cristiano y el fortalecimiento de su vida litúrgica,
purificándolo de cualquier tendencia o concepción supersticiosa que pudiera
desvirtuar el mensaje cristiano.
Teniendo una visión
de conjunto, seguramente estas perspectivas pastorales pertenecen a las
primeras piedras bases que se asentaron en el continente para una plataforma
eclesial que recibiría dentro de poco la reforma litúrgica del concilio
Vaticano II, que en su momento tocará estos mismos temas con mayor amplitud y
claridad, dando pie al desarrollo magisterial del resto de Conferencias Episcopales
latino americanas.
2.2 Medellín (1968)
Uno de los temas
que Medellín trató ampliamente y que está unido al sacramento de la penitencia
es el pecado. Los obispos están conscientes que la realidad de miseria, la
injusticia y la opresión tiene como raíz el pecado personal y social que se
manifiestan en las estructuras[11]; Y que Cristo ha
venido justamente para liberar a la humanidad de su esclavitud[12], haciendo el
llamado a la Iglesia, necesitada también de purificación, que ante
semejante situación se debe vivir bajo el signo de la esperanza[13], sin perder su
auténtica visión cristiana. Ven con urgencia el camino de la conversión y la
reconciliación, desde una actitud profética; ciertamente aquí podemos ver una
encarnación de los presupuestos de “Gaudium et Spes”, que busca caminos para
salvar a la humanidad del despotismo del progreso y el desarrollo alejado de la
voluntad de Dios.
El sacramento de la
penitencia se logra entender desde la perspectiva que se tiene de la liturgia[14]. Los obispos toman
de base las afirmaciones teológicas del Concilio vaticano II, lo que significa
una novedad con respecto a lo que se venía manejando doctrinalmente hasta el
momento entre el clero. Afirman que la liturgia es una acción de Cristo y de su
Iglesia, culmen de la vida eclesial; sin duda, una óptica teológica, histórica
y escatológica[15], y no meramente
doctrinal y jurídica. Los obispos ven en la liturgia el momento en donde la
Iglesia desarrolla su identidad y misión más propia[16], lo que necesariamente
lleva a un compromiso con la caridad, la imitación de Cristo y la continua
conversión. En fin, se renuncia a ver a la liturgia como un simple adorno de la
vida eclesial, sino que se le considera como esencial y que lleva a un
compromiso con la totalidad del hombre.
En este contexto,
los obispos en Medellín hacen una recomendación práctica sobre el sacramento de
la penitencia, invitando a que se promueva su celebración comunitaria con la
palabra de Dios y de acuerdo con la legislación vigente. En sentido hay que
recordar que todavía no existe el nuevo Ordo Paenitenciae, ni el nuevo derecho
canónico. Por lo que se referían a algo nuevo, distinto a lo que en
el futuro se entendería por celebración comunitaria del sacramento de la
penitencia.
Dando un segundo
paso en nuestra visión de conjunto, Medellín aporta al magisterio de la Iglesia
con respecto al sacramento de la penitencia una base sustancialmente teológica,
lo que en Rio de Janeiro se tiene de manera implícita y con una perspectiva
Tridentina. Nos referimos a la intrínseca relación del sacramento de la
penitencia con el misterio pascual de Jesucristo, como una acción salvadora de
la misma trinidad en la historia; también, con la alusión de la Iglesia, santa
pero necesitada de perdón, podemos deducir que el sacramento de la penitencia
unida a la palabra de Dios se ve como un camino de reconciliación y
purificación para toda la comunidad eclesial, quitando toda visión
individualista de la salvación. Para ello se necesitarán una formación integral
para el clero y los fieles, para que puedan tener una compresión profunda y
auténtica del espíritu de la renovación litúrgica, pues, había en muchos
ambientes una amplia resistencia.
2.3 Puebla (1979)
El sacramento de la
penitencia en el documento conclusivo de Puebla se entenderá desde el marco de
su temática “El presente y el futuro de la evangelización de América
Latina”[17]. Los obispos
tienen en cuenta las enormes deficiencias en materia litúrgica que existe tanto
en la comunidad eclesial como dentro del clero; se quiere combatir una
tendencia llamada “neoritualismo” frente a los nuevos órdenes de los
sacramentos y de la eucaristía; recomiendan que la renovación litúrgica tiene
que estar guiada por una autentica teología litúrgica y teología de los
sacramentos[18], pues, el Padre,
en el Hijo por el espíritu santo santifica a la Iglesia y al mundo, y a su vez,
por Cristo en el Espíritu Santo, la Iglesia y el mundo dan gloria al padre[19].
El Sacramento de la
penitencia tiene que administrarse en toda América Latina según lo dicta el
nuevo Ordo Paenitenciae[20] que Pablo VI
había promulgado pocos años atrás, esto quiere decir que el clero se tenía que
atener a su espíritu y normas. Ahora se tenía una guía rica en contenido
teológico y pastoral que pudiera dar pistas certeras sobre una práctica
eclesial del sacramento de la reconciliación en cada una de las diócesis del
continente, viéndole como un medio para la comunión y participación del
misterio.
Del mismo modo, el
sacramento de la penitencia se vincula como un medio para que la
juventud del continente, pueda tener un encuentro con Cristo joven, amigo y
libertador, que les ofrece un camino de realización total de su propia
existencia, llamándoles a que se integren al camino de la conversión, del amor,
comunión y de las bienaventuranzas, a un encuentro personal con él en el
sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía[21]. En
este sentido, a los sacramentos se les ve como medio de evangelización par los
jóvenes, futuro de la Iglesia. No hay que olvidar que los obispos están
pensando en la juventud envuelta en la efervescencia de las revoluciones
sociales, que aspiraban un nuevo orden, en su mayoría influenciados por valores
de la filosofía marxista.
2.4 Santo Domingo
El Sacramento de la
penitencia en el documento conclusivo de Santo Domingo se entiende desde la
perspectiva de la Nueva Evangelización. Los obispos invitan en este sentido a
renovar el sacramento de la penitencia y la orientación espiritual[22], porque a pesar de
que el continente latinoamericano en su inmensa mayoría cristiano, existe un
ruptura entre la fe y la vida, expresado en signos escandalosos de pobreza,
injusticia y opresión; también se detecta nefastos indicen de deformación de la
conciencia y pérdida[23] del sentido
del pecado, lo que está llevando a una disminución en el uso del sacramento de
la penitencia.
La recomendación
para promover la práctica del sacramento de la penitencia es el
anuncio de la Buena Nueva de Jesús que lleve al reconocimiento del pecado y que
conduzca a la conversión; al mismo tiempo una catequesis que lleve a
revalorizar los sacramentos del bautismo, la confirmación y la penitencia,
incluida la práctica[24] de la
dirección espiritual. En este paso no se puede obviar la formación permanente
conforme al magisterio de la Iglesia dirigido al clero y de los fieles, en este
sentido la liturgia puede ser un medio eficiente para expresar los compromisos
morales y de conversión de cada cristiano[25].
2.5 Aparecida
El Sacramento de la
penitencia en Aparecida se debe entender en el contexto de la misión
evangelizadora a nivel continental, en donde todos los miembros de la Iglesia
son discípulos y misioneros de Jesucristo para que todos los pueblos en Él
tengan vida.
Los obispos dan
gracias a Dios por el sacramento de la penitencia, don de la gracia divina
ganada en la cruz para toda la Iglesia[26], en donde
innumerables cristianos buscan configurarse con el Señor y recibir su perdón[27], siguiendo el
ejemplo de la primera comunidad cristiana, la parroquia se reúne para compartir
la Palabra, la fracción de pan y la buscar la reconciliación[28]. Están conscientes
que con este sacramento se abre un lugar para que el pecador experimente un
lugar de encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da su
perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más grande que el pecado
y que nos renueva el corazón[29], actualiza en la
Iglesia su redención[30]
El Sacramento de la
reconciliación y de la penitencia representa para la Iglesia la conversión que
todos necesitamos para combatir el pecado que suscita en nosotros una
incoherencia vital como bautizados[31]. De hechos, los
obispos señalan que estamos viviendo una época marcada por el relativismo y
pérdida del sentido del pecado, lo que lleva a que no se practique dicho
sacramento[32]. Ante esto, surge
la invitación a los presbíteros a que tengan una actitud de misericordia[33] que se
dedique tiempo y esfuerzo diligente para ofrecer el sacramento de la
reconciliación[34], sin que sean los
mismo ministros los que recorran este regalo maravilloso del perdón de Dios[35], y que todo se
comprometan cada vez más a renovar la gracia bautismal[36], y que estas ideas
formen parte de un sólido plan de evangelización en todo el continente[37].
El sacramento de la
penitencia es un camino de luz para salir de las tiniebla de la muerte, animado
por el Espíritu de Cristo Camino, Verdad y Vida; que prepara a su Iglesia para
la comunión y el amor pleno[38]. Es una propuesta
para que los jóvenes puedan también tener un encuentro vivo con Jesucristo en
su Iglesia, a la luz del plan de Dios, salvaguardando sus aspiraciones más
profundas de proteger la dignidad humana, dando bases inconmovibles a su
personalidad y promoviendo vocaciones específicas[39].
El tema de la
reconciliación social es tema de agenda pastoral para la Iglesia
Latinoamericana, pero ésta no se logrará sino se logra primero la
reconciliación con Dios, fuente única de gracia y perdón[40], cuya expresión
máxima es el sacramento de la penitencia[41].
III. CONSECUENCIAS PASTORALES DEL
MAGISTERIO DE LA PENITENCIA.
1. El Sacramento de la
penitencia en acción de evangelización.
El Magisterio
Latinoamericano ha logrado marcar el paso de la evangelización a lo largo y
ancho del continente. Desde la época de la colonia hasta poco antes del
Concilio Vaticano II las misiones habían sido dirigidas por las distintas
órdenes religiosas que de manera itinerante iban de región en región sembrando
el evangelio, construyendo templos, organizando la catequesis y administrando
los sacramentos. Podemos subrayar que gracias a ellos la Iglesia en América
Latina es romana en sus normas fundamentales, pero la dinámica eclesial ha
tenido enormes influencias de los concilios y sínodos regionales y
continentales que se habían celebrado por más de cuatro siglos. Asimismo, la
situación posterior no ha sido la excepción, las reuniones generales del episcopado
latinoamericano han trazado las líneas pastorales para la Iglesia del siglo XX
en el continente.
En este sentido,
podríamos afirmar que el sacramento de la penitencia se ha visto beneficiado
con la evangelización que se ha llevado a cabo en toda América Latina. Los
fieles son conscientes de la realidad del pecado y de la necesidad de perdón de
parte de Dios, aunque debemos también aceptar que existe una deformación en las
conciencias de las inmensas mayorías y que en muchos lugares desarrollados se
está perdiendo este sentido del pecado que antes hemos mencionado, pero el uso
de la confesión individual es muy común. De hecho hay experiencia misioneras en
la actualidad donde experimenta la sed de la eucaristía y del sacramento de la
penitencia de parte de los naturales.
Además, podríamos
apuntar un fenómeno nuevo que afecta a la Iglesia en Latinoamérica, nos
referimos a los nuevos movimientos laicales con carismas específicos, que
insertos en la parroquia son los protagonistas de un nuevo tipo de evangelización
en la región. Ellos dentro de su espiritualidad propia remarcan mucho la
realidad del pecado personal y la necesidad de recurrir al sacramento de la
penitencia, lo que impulsa a que los fieles a la conversión y la vida
sacramental. Al mismo tiempo, comienzan un proceso de formación de la
conciencia, que después es reforzado con el seguimiento catequético permanente.
2. El Sacramento de la
penitencia en la catequesis
La experiencia
catequética está presente en América Latina desde los inicios de la colonia. La
catequesis constituía un segundo paso después de la evangelización fundante,
era una de las normas del patronato de la corona española. Los conquistadores
tenían la obligación de instruir en la santa religión cristina a los naturales
que estaban en sus dominios, y eran las ordene mendicantes quienes la llevaban
a cabo. Al igual que la evangelización, la catequesis seguía las líneas
fundamentales de Roma, pero su dinamismo propio ha sido dirigido por el
magisterio producido dentro de continente, debido a que la situación de la
Nueva España era muy compleja.
En este sentido, la
catequesis siempre ha tenido la finalidad de continuar en los fieles cristianos
el camino de la vida sacramental que habían iniciado en el bautismo. Es muy
común que la etapa catequética para recibir el sacramento de la penitencia y de
la eucaristía comience a muy temprana edad, hablamos de seis años en adelante.
El problema comienza cuando en América Latina, la Iglesia experimenta la
escasez de clero y el reduccionismo sacramental. Entonces, los obispos con su
magisterio impulsan las vocaciones y un nuevo modo de ser Iglesia, lo que llevo
a grandes esfuerzos pastorales para hacer de las parroquias comunidad de
comunidades, con proyección evangelizadora, y no sólo una estación en donde se
servían sacramentos.
En este contexto,
gracias a la catequesis, el sacramento de la penitencia no se
reduce a un mero trámite para recibir la primera comunión, sino que
la finalidad es que los niños, los jóvenes y los adultos le vean como parte de
la vida cristiana personal y comunitaria. Que la necesidad de confesarse debe
ser constante en la vida y con un espíritu verdadero de conversión, unido a una
Iglesia peregrina y necesitada de purificación.
Además, en un primer
momento, el Concilio Plenario para América Latina sirvió como un tipo de
“Vademécum” para los sacerdotes párrocos y para los misioneros itinerantes, ya
que allí encontraban de manera resumida las maneras más apropiada para proceder
en los que respecta a la catequesis y los sacramentos. Luego, las
conferencias generales del episcopado latinoamericano darán contenido a la
catequesis y la formación permanente, dando bases teológicas, doctrinales y
pastorales sólidas a la vida comunitaria de toda la comunidad eclesial.
3. El Sacramento de la penitencia en
la vida parroquial
El magisterio
Latinoamericano ha impulsado una seria renovación en toda la Iglesia del
continente. Nuestras diócesis y parroquias tienen como ideal ser
comunidades vivas que caminan como peregrinos en la historia construyendo el
Reino de Dios. Los pastores exigen metanoia a nivel
personal y comunitario, que se entre a una dinámica de la renovación
misionera, es decir, que se tenga una conversión pastoral, impregnando la
mente, corazón y estructuras eclesiales con el espíritu misionero de
Jesucristo. En este sentido, es lógico que se tenga que abandonar criterios,
costumbres e instituciones que ya no sirven para evangelizar, que están
obsoletas, esto implica dolor, por supuesto, pero es necesario si se quiere
anunciar la Buena Nueva en el mundo de hoy[42].
En esta línea, el
sacramento de la penitencia se ubica en la vida de la Iglesia dentro de su
dimensión pascual, aspecto descuidado por muchos años, pero al fin recuperado y
exigido. La comunidad diocesana y parroquial está llamada a vivir de la
peculiar presencia de Dios en el sacramento de la reconciliación y la
penitencia que nace delMisterio Pascual de Cristo, de esta manera nos acompaña en el transcurso
de toda nuestra vida con su amor y misericordia; Él ya nos ha
reconciliado con la iniciación cristiana, pero en nuestro caminar siempre
estamos necesitados de purificarnos constantemente, a similitud del pueblo de
Israel que marchaba por el desierto, en el camino nos enfermamos
espiritualmente, pero el Señor nos cura en este insigne sacramento, lo cual, todo
ello debe concretarse a dar signos verdaderos y auténticos de conversión.
En cuanto a su
práctica concreta, los pastores en América latina son muy celosos en seguir el
ordo Paenitenciae. Lo normal es que se use de manera ordinaria la fórmula “A”;
en los tiempos fuertes como la cuaresma o el adviento se pone a disposición
para las comunidades parroquiales la fórmula “B”; y la formula “C” no se usa en
ninguna circunstancia, al menos no hemos logrado tener datos al respecto, ya
que se su trato pastoral es de acuerdo a su carácter extraordinario; incluso se
podría sostener que es desconocida en la mayoría ámbitos eclesiales, se quedó
en las aulas de los seminarios, en donde ha quedado claro las indicaciones de
la legislación vigente.
[1] Cf. Dussel, Enrique.
“Historia de la Iglesia en América Latina”. Ed. Mundo Negro, 6° Edición. España, 1992. Pág. 135-136.
[2] Cf. Piccardo, Diego R.
“Historia del Concilio Plenario
Latinoamericano. En Cuádrenos Doctorales de la facultad de teología de la
universidad de Navarra 59/2012. Pamplona, 2012
[3] Karlic, Estanislao esteban. “perspectiva teológica en las Conferencias Generales
del Episcopado Latinoamericano”. Conferencia pronunciada en el marco del 50°
aniversario del CELAM el 17 de mayo de 2005 en Lima Perú. Tomado de www.CELAM.org
[4] Cf. Juan Pablo II,
Exhortación Apostólica post sinodal “Reconciliación y Penitencia”. N° 29
[5] Concilio Plenario para
América Latina, N° 550-551
[6] CELAM. Documento
Conclusivo “Rio de Janeiro”. N° 9
[7] Ibíd. 12, e; 23, b.
[8] Ibíd. 19
[9]Ibíd. 20, a.
[10]Ibíd. 55-60
[11] CELAM. Documento
Conclusivo “Medellín”, 1968. Introducción.
[12] Ibíd.
[13] Ibíd. n° 9, 2
[14] Ibíd. n° 9, ss
[15] Ibíd. n° 9, 2
[16] Ibíd. n° 9, 3
[17] Karlic, Estanislao esteban. “perspectiva teológica en las Conferencias
Generales del Episcopado Latinoamericano”. Conferencia pronunciada en el marco
del 50° aniversario del CELAM el 17 de mayo de 2005 en Lima Perú. Pág. 10
Tomado de www.CELAM.org
[18] CELAM, Documento
Conclusivo “Puebla”, n° 916
[19] Ibíd. n° 917
[20] Ibíd. n° 951
[21] Ibíd.
[22] CELAM, Documento
Conclusivo “Santo Domingo”, n° 150
[23] Ibíd. n°231
[24] Cf. Ibíd. 45
[25] Cf. Ibíd. 239
[26] CELAM, Documento Conclusivo
“Aparecida”, n° 25
[27] Ibíd. 142
[28] Ibíd. n° 175
[29] Ibíd. n° 254
[30] Ibíd. n° 278
[31] Ibíd.
[32] Ibíd. n° 177
[33] Ibíd. n° 199
[34] Ibíd. n° 177
[35] Ibíd., n° 195
[36] Ibíd. n° 177
[37] Ibíd. .n° 202
[38] Ibíd. n° 350
[39] Ibíd.
[40] Ibíd. n° 518
[41] Ibíd.
[42] Cf.,
Documento de Aparecida n°366
No hay comentarios:
Publicar un comentario