Domingo
VI del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Lev
13, 1-2. 44-46
Salmo
31
1°
Cor 10, 31 —11,1.
Estamos
en plena campaña publicitaria en donde los partidos políticos piden el voto a
la gente para poder ser elegidos para diputado y alcaldes. Me llama la atención
algo: en las normales campañas publicitarias del gran mercado capitalista
neoliberal los actores y actrices son personas que no representan al verdadero
salvadoreño promedio: gente blanca, pelo castaño y ojos azules, algo que en
realidad me parece poco racista. El punto es que en las campañas electorales lo
actores y actrices si que son salvadoreños de pura cepa. Lo que se me hace más
curioso es que los que salen en esos anuncios son aquellos que normalmente
nunca tienen voz ni voto en las grandes decisiones del estado, que nos son
verdaderos autores de su propia historia: ellos son los que nadie ve ni
escucha. No estamos hablando de marginación, sino de marginados, porque la
realidad se impone con términos concretos y no abstractos.
¿Por
qué hago alusión a los marginados?
Porque
Jesús hoy en el evangelio trata con un leproso de su tiempo y de su pueblo. La
figura del leproso es la del hombre que es marginado de su sociedad, religión y
familia por el simple cumplimiento del Código de Santidad del Levítico. Por
otro lado, en el leproso podemos ver a la inmensa masa de pobres y marginados
de nuestro mundo. Son gente quienes los poderosos y ricos de este mundo se
aprovechan. Aunque, los Padres de la Iglesia han visto en la lepra al pecado, que
por su fealdad es la gran enfermedad del alma. Son dos líneas de reflexión, pero
este año quiero poner énfasis a la primera.
¿Cuál
es la actitud del leproso?
Se
acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “si quieres puedes
limpiarme”. En la religión judía el leproso no había hallado consuelo, no había
encontrado a Dios ni a sus hermanos. La imagen que en su mente tenía era a lo
mejor de un dios discriminador y opresor, el cual, le había quitado su dignidad
de persona. Tenia un triple dolor: físico, moral y espiritual: era un
sufrimiento que abarcaba toda su persona y todo su ser. Pero el leproso vio
algo diferente en Jesús, vio al Dios bueno y misericordiosos, vio a su última
esperanza, vio algo que no veía en la religión judía: compasión. La palabra
clave es el “encuentro”, en Cristo halla salvación integral, dignidad,
aceptación y misericordia.
¿Cuál
es la actitud de Jesús ante el leproso?
La
actitud de Jesús es de compasión: “sintiendo lástima, extendió la mano y lo
tocó diciendo: Quiero: queda limpio”. La ley no sólo obligaba a los leprosos salir
de todas partes, también prohibía tocar a los leprosos, porque significaría
también caer en la impureza legal del Levítico. Nadie se permitía eso, era más importante
el cumplimiento de la Ley que practicar la misericordia. En este sentido, el
verbo “tocar” se llena de un sentido revolucionario, subversivo y
contracultural. Nos está enseñando que la misericordia está antes que lo
puramente legal. Nos está mostrando que el verdadero rostro de Dios es misericordia.
La
sanación del leproso es un signo más que acompaña el anunció del Reino de los
cielos. Dios nos trae en la persona de Jesús la misericordia que dignifica la
vida del hombre, la mano de Dios que nos concede la salvación integral.
¿Cuál
debe ser la actitud de la Iglesia ante los marginados?
La
comunidad cristiana debe ser un espacio de encuentro fraterno en Cristo. Los
cristianos debemos estar atentos a todos, pero de manera especial a los
marginados de nuestro mundo. La mano de la Iglesia debe ser la mano de Jesús,
que se extiende a aquellos que nadie ve o escucha, a los que van por el mundo
sin dignidad y vida plenamente humana. La Iglesia está para transformar el
mundo en un lugar más fraterno, humano y solidario. Aunque esto signifique ir
contracorriente, aunque tengamos que parecer revolucionarios o subversivos. Pero
es así, el que de verdad vive el evangelio siempre irá en contra de lo que el
mundo piensa y vive.
De lo contrario, nos vamos a convertir en estilo de ONG o partido político que actúa con los marginado según conveniencias personales.
Feliz
Domingo para todo.
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