La homilía en la Iglesia Latinoamericana
1.
El contexto histórico
de la Iglesia en América Latina
1.1
La realidad extra
eclesial
La Iglesia latinoamericana ante los cambios del siglo
XIX
La Iglesia en el continente
latinoamericano en el siglo XIX tuvo que afrontar de golpe los cambios que en Europa se habían gestado y enfrentado
desde siglos atrás. Nos referimos al nacimiento de los nuevos estados independientes que habían sido
hasta entonces colonias españolas, inglesas y portuguesas. En aquel momento se
habían introducido las ideologías del nacionalismo, el secularismo y la
industrialización, en otras palabras, nace el estado laico y se instaura una
manera pluralista de gobernar, lo que significó para el clero la perdida de
privilegios eclesiásticos otorgados por el patronato del imperio hispánico, aunque al mismo tiempo, se propició una
comunicación directa con Roma, Europa y el mundo entero. En este contexto,
haciendo una mirada de fe, todo esto se traducirá en una entera libertad pastoral para los obispos de los tiempos venideros[1].
Ahora bien, la Iglesia empezará concretamente
una nueva etapa significativa a partir del año 1899 con el Concilio Plenario para la América Latina. Este magno evento fue
celebrado, auspiciado y sostenido por la
Iglesia de Roma. En este sentido, debe quedar claro que el propósito es dar una respuesta definitiva sobre la acción
del clero ante las nuevas situaciones de la región a nivel doctrinal, teológico
y pastoral. A partir de aquí, se desencadenará en todos los países sínodos
para asumir los lineamientos de dicho Concilio plenario, dando como frutos el nacimiento de conferencias y secretariados,
tanto a nivel general como provincial, del episcopado latinoamericano, lo que unifica criterios de la acción eclesial a nivel continental[2].
La Iglesia Latinoamericana ante los avatares
históricos del siglo XX
Latinoamérica no fue testigo de las
grandes guerras mundiales que sufrió Europa, pero era el escenario de la
miseria, la injusticia y la opresión a gran escala. La Iglesia, que gozaba de autonomía con
respecto a los estados liberales pero que carecía de calidad cuantitativa y
cualitativa de clero, se tuvo que debatir con la relación antagónica de
regímenes dictatoriales militaristas y los movimientos de liberación marxista
que cundían por todo el continente.
Asimismo, ve angustiada el nacimiento de la
teología de la liberación, la invasión protestante y las ideologías de la
seguridad nacional, que parecían romper en dos a toda la región, dejando como
frutos golpes de estado, masacres inimaginables, una incontrolable esquizofrenia
contra la mancha roja y la pérdida de
la ortodoxia católica. En verdad, era una época de ebullición a nivel social y
eclesial, todos haciendo de la liberación una caricatura, pues, unos luchaban
para alcanzarla y otros para defenderla.
Ante
lo arriba planteado, hemos de recordar que todos los romanos
pontífices en el siglo XX darán soporte e impulso a todas estas
iniciativas, entendemos que con el
objetivo de promover la buena formación del clero, la aplicación del
Concilio Vaticano II, el desarrollo de
la evangelización y la ordenación optima de la pastoral; todo ello para indicar
el camino de la Iglesia latinoamericana debería de tomar ante los desafíos que
los signos de los tiempos les exigía. Sin duda alguna, a partir de esto, este
organismo eclesial dará una nueva configuración al modo de ser Iglesia en el sentido de su dimensión magisterial, comunitaria
y colegial[3].
La Iglesia Latinoamericana ante el umbral del tercer
milenio
En efecto, llegará el umbral del tercer
milenio. A nivel continental celebrábamos los quinientos años de evangelización, evaluando las luces y
sombras de ese encuentro de dos mundos totalmente diferentes, logrando de manera
profética ver hacia el tema de una nueva evangelización que abarcara cada una
de las dimensiones de nuestra realidad, es decir, en consonancia con esa vox populi clamábamos la búsqueda salvación
integral de todo hombre y mujer. Debido a esto, la Iglesia se abría a una manera nueva de mostrar el evangelio al
mundo; precisamente necesitaba mucha valentía y creatividad debido a las nuevas problemáticas y desafíos, pero
siempre con madurez de la vocación universal de ser discípulos y misioneros de
Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida.
1.2
La homilía ante la
realidad de la Iglesia latinoamericana:
La Iglesia en América Latina estaba lejos
de las grandes controversias teológicas de la reforma litúrgica del siglo XX,
lo hemos visto claramente en el contexto histórico que hemos expuesto anteriormente,
nuestros problemas eran totalmente otros; sin embargo, nos atrevemos a atestiguar
que de una manera sutil la liturgia
celebrada a lo largo y ancho del continente latinoamericano cada vez se
convertía en un espacio propicio en donde la Palabra de Dios proclamada era la
luz que iluminaba la realidad social y eclesial, a través de las homilías
se hacía una lectura de los signos de los tiempos en clave de liberación,
propiciando una transformación de sus raíces intrínsecas y extrínsecas de las
injusticias que oprimían a millones de personas.
En efecto, hablamos de una Iglesia
que redescubre el derecho y deber de anunciar y realizar el Reino de Dios ante
el mundo en el contexto de su historia, eran conscientes de que en sus
predicaciones no se podían olvidar de la realidad del Pueblo de Dios. La
homilía se convirtió en un instrumento de anuncio y denuncia, es decir, se
insistió mucho en el carácter profético de la predicación. El clero
latinoamericano estaba convencido que no podían vivir de espaldas al mundo,
debían tomar parte en los avatares históricos de la sociedad.
Igualmente, la Iglesia Latinoamérica
tenía una clara sus opciones pastorales, la vida humana comenzó a tener
importancia dentro de las homilías desde la reunión de Medellín, de manera especial la de los más pobres y necesitados del
continente que clamaban gritando una justicia pronta y eficaz. Todo esto se iba
a traducir que las homilías debía ser un alzar la voz en contra de todo aquello
que atropellase la vida de los seres humanos, ya fueran acciones aisladas o públicas;
asimismo, contra leyes inmorales e injustas que dañasen la dignidad de la
persona humana en lo más básico y fundamental. Cabe aclarar, que en este
sentido había líneas evangélicas de convivencia eclesial y social marcadas por
el magisterio latinoamericano, es decir, la Iglesia estaba llamada a incluir en
sus homilías lo que respectaba a su
competencia, evitando caer en tecnicismos y totalmente inspirados en los que
marcaba la Palabra de Dios .
Huelga decir que en América Latina
toda la Iglesia quería asumir los lineamentos fundamentales que indicaba el
Concilio Vaticano II, se sentía llamada a promover la verdad y la justicia como
base de una auténtica paz. Ahora bien, debemos entender que se hizo una lectura
de dicho magisterio desde una realidad en donde cundía la mentira, la
injusticia y la mentira
institucionalizada, oprimiendo las grandes mayorías; entonces se veía de
vital importancia que se estuviera a favor de la causa de los que sufrían a
causa de esas estructuras de pecado. En este sentido, se puede terminar de
entender que la homilía tratará de ser luz en medio de las tinieblas, a
sabiendas que el misterio de la iniquidad seguramente se lanzara contra de ella,
para destruirla y proteger asi su dinamismo maligno. Obviamente, esto llevo a
que la homilía fuera calibrada por un criterio cuasi sociológico, en este
sentido aceptamos la objeción de los que opinan que era muy difícil distinguir
las influencias ideológicas y las inspiraciones netamente evangélicas a la hora
de predicar en las eucaristías.
Ahora bien, la realidad de la
homilía en la actualidad ha cambiado rotundamente, pues, también hemos cambiado
de época. En estos momentos la Iglesia se bate contra la realidad del
consumismo, el secularismo, el problema ecológico y la globalización, entre
otras. Hemos dicho anteriormente que la Iglesia está en una misión continental,
se quiere que todos seamos discípulos y misioneros de Jesucristo.
En este contexto la homilía se convierte
en un espacio propicio de animación misionera y de nueva evangelización, se
valora mucho la presencia de la Palabra de Dios y la homilía de parte del
sacerdote que celebra.
En fin, se ha detectado una doble problemática:
Primero,
de parte de los fieles existe el peligro de desasociar Palabra de Dios, homilía
y sacramento, es decir, pareciera que la predicación es el criterio para
graduar la calidad de la celebración; incluso, muchos podrían ver como
accesorio las demás partes de la eucaristía.
El segundo problema radica en los
ministros ordenados. A mi juicio existen enormes lagunas en cuanto al
conocimiento básico de los principios teológicos sobre la homilía, pareciera
que se da por supuesto que una vez salidos del seminario todos estuviesen
preparados para estar tras el ambón realizando una homilía, cuando en verdad no
existe la capacidad de llevarla a cabo, incluso hay considerables reservas de
aprecio y compromiso a dicha labor de preparación integral al respecto.
Por lo tanto, creemos que este aspecto es
una urgencia a la hora de planificar la formación de los futuros presbíteros,
no valen los supuestos, sino las evidencias.
2.
La homilía en la
vida de la Iglesia:
2.1
Dei Verbum y Sacrosanctum Concilium: una homilía nutrida de la Palabra de Dios y de la
liturgia
La Dei
Verbum en su numeral 21 habla sobre la Sagrada Escritura en la vida de la
Iglesia, habla de cómo se ha venerado desde siempre al Igual que mismo Cuerpo
del Señor, sobre todo dentro de la Sagrada liturgia, tanto así que se le
considera como la norma suprema de fe, debido a su inspiración divina. En este
contexto se invita a que a que omnis ergo
praedicatio ecclesiastica sicut ipsa
religio christiana sacra Scriptura nutriatur et regatur oportet. En este
sentido la homilía más que una predicación de
la Sagrada Escritura es una predicación desde
la Palabra de Dios, se trata actualizar esa presencia de Dios en medio de su
pueblo, de hacer operante ese amor con la que el Señor se dirige a su Pueblo,
de convertir en una acto vivo ese alimento que viene de los alto.
Asimismo, recordemos la novedad que nos
trajo Sacrosanctum Concilium en los
numerales 6-8, los cuales, están ubicados dentro de la exposición de sus
principios generales en donde se sientan sus bases teológicas y eclesiológicas,
al afirmar que la presencia de Cristo
está en la Sagrada Escritura
proclamada en la liturgia. A nuestro juicio la claves de interpretación es la categoría historia de la salvación, pues, de este modo a la liturgia se le está
viendo como obra de la Trinidad pero
operante en la historia de la humanidad, es decir, es presencia de Dios en la historia en tencionalidad escatológica. Por
lo tanto, la homilía nutrida de esa Palabra de Dios viva y operante se
convierte para la asamblea en el encuentro
de Dios con los hombres.
Resulta oportuno, subrayar un aspecto
olvidado sobre la homilía, la Sacrosantum
Concilium marca en su numeral 35 dos
afirmaciones importantes: cúmplase con la
mayor fidelidad y exactitud el ministerio de la predicación. Las fuentes
principales de la predicación serán la Sagrada Escritura y la Liturgia.
En
primer lugar, aquí ilumina la problemática que indicamos con anterioridad,
debemos superar la mediocridad ministerial en lo que se refiere al nuestro
compromiso de predicar.
De la misma manera, la fuente de la homilía no se
limita solamente a la Palabra de Dios sino que se extiende a la liturgia misma,
al ritus et preces, pues, detrás de ellos están presentes también las
maravillas de la historia de la salvación, es decir, son fuente inagotable de
una fe celebrada y que realiza la obra de la redención en la historia de los
hombres.
2.2
Verbum domini: La
importancia de la homilía
El Papa Benedicto XVI escribe Verbum Domini casi 50 años después del
Concilio Vaticano II, y pareciera que el tema de la homilía fuera una realidad
que todavía está en sus inicios; de hecho, él dedica los numerales 59-60 para
hablar sobre su importancia.
Primero, ubica la tarea de realizar la homilía
como un oficio propio de los ministros ordenados, después de esta consideración trae a colación la necesidad de
mejorar la calidad de ellas, pues, está íntimamente relacionada con la Palabra
de Dios y la comprensión que los fieles tienen de esta.
Segundo, deja por
sentado que la homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, por lo
que se tiene la obligación de llevar a los fieles a descubrir la presencia
salvadora de Dios en la propia vida.
Tercero, la homilía también tiene el
cometido de conectar la asamblea con el misterio que se está celebrando,
entendemos que se refiere a que todo apunte a una participación activa,
consciente y fructuosa de toda la celebración litúrgica.
Cuarto, insiste en la
centralidad cristocéntrica de la homilía y en la preparación óptima de la
predicación, es decir, que seamos nosotros los que predicamos los primeros que
nos dejemos interpelar por esa palabra de Dios, que tengamos una familiaridad
con el texto sagrado, y solamente desde el aspecto intelectual, sino espiritual,
que de verdad sea yo el primer creyente de esa palabra.
En esta línea el Papa
hace una propuesta concreta: la Lectio Divina, es decir, la lectura orante de
la Palabra de Dios, asimismo manda a realizar un directorio homilético en donde
hayan los suficientes recursos para que los ministros ordenados puedan preparar
materialmente sus homilías.
2.3
Evangelium
Gaudium: La homilía como el dialogo de Dios con su Pueblo
El tema de la homilía sigue siendo una
urgencia pastoral de la Iglesia en la actualidad. El Papa en Evangelium Gaudium dedica unos numerales
a dicho tema, veamos de qué se trata.
Primero, deja por sentado que la homilía
no es una un momento de meditación, catequesis y ni mucho menos un espectáculo
entretenido sino un espacio de dialogo de Dios con su Pueblo dentro del
contexto de la celebración eucarística, lo que hace de este momento insuperable
con otros aspectos que incluyan el aspecto de la predicación, y como tal, tiene
la finalidad de conectar a la asamblea con la mesa de la palabra y con la mesa
eucarística, pensamos de nuevo en la participación plena, activa y consciente de
la liturgia.
Segundo, exhorta a que la homilía sea breve, detrás de ellos están
los principios de la pastoral litúrgica que velan por un equilibrio entre todas
las parte de la celebración y por su centralidad cristológica.
Tercero, se
remarca el carácter dialogal en clave maternal de la homilía, es decir, no se
trata de una clase teológica o de una predicación moralista, lo cual, desvirtuaba su naturaleza propia, sino, de la Iglesia que es madre y que
dialoga con sus hijos para acercarlos al misterio de la presencia de Dios.
Cuarto, también la homilía es vista como ese espacio propicio en donde lo más
importante no es transmitir una verdad concreta, sino, el encuentro y el diálogo en sí mismo entre dos personas, se habla de la dimensión cuasi
sacramental de la homilía.
Quinto, se propone
una camino para preparar las homilías:
a) El culto a la verdad, aquí habla del
estudio exegético y hermenéutico del texto, lo que requerirá tiempo y espacio
de calidad y en cantidad
b) personalización de la Palabra, superar el aspecto
intelectualista de a comprensión del texto, apropiarse personalmente es lo
óptimo para realizar una buena homilía
c) lectura espiritual del texto, aquí se
habla propiamente de la lectura orante con la palabra de Dios
d) un oído el
pueblo, el predicador debe saber cuál es la realidad el pueblo, saber qué es lo
que la gente quiere escuchar e) los recursos pedagógico, se recomienda que el
predicador vele por auxiliarse de recursos que le ayuden a transmitir el
mensaje de la palabra de Dios.
En suma, la homilía no es una parte
periférica o accesoria de la celebración eucarística, sino que forma parte de
su estructura intrínseca, es decir, su importancia radica en su vinculación
esencial con la Palabra de Dios y con la liturgia en sí misma, son sus fuentes
indispensables, no se pueden obviar ni la una ni la otra sin dañar
irremediablemente sus efectos óptimos. Por otro lado, se debe tener un
equilibrio entre genialidad, gracia y practicidad, es decir, una homilía será
eficaz gracias a la acción del Espíritu Santo, el esfuerzo personal y la forma
en como pueda predicar delante de los demás. No olvidar, que la homilía es un
espacio y un tiempo cuasi sacramental en donde Dios dialoga con su pueblo.
3.
Propuestas de
acción para atender el tema de la homilía en América Latina
La primera línea de acción que proponemos
es ir a la raíz del problema, atender y optimizar la formación litúrgica de los seminarios mayores de América Latina.
Esto no debería sorprender a nadie, pero estamos conscientes que las grandes
deficiencias que de sobras se han señalados proviene de la formación sacerdotal
básica de los ministros ordenados.
Pero no basta una atención aislada, sino
continental, la ventaja con este aspecto es que existe todo un aparataje
institucional a nivel eclesiástico que podría propiciar la optimización de la
formación liturgica de los seminaristas. Al reconocer y adquirir los principios
fundamentales de la teología litúrgica, al adentrarse de una manera consciente,
plena y activa en la liturgia, cuando se
configure en ellos una adecuada personalidad liturgica, sabrán darle contenido
y sentido a las celebraciones litúrgicas
que en futuro ellos mismo presidirán como ministros ordenados. Desde
ahora deben tener ese amor adecuado por la liturgia, pero al mismo tiempo que
sean hombres que puedan celebrar adecuadamente.
La segunda línea de acción de nuestro
trabajo es desarrollar en nuestros seminarios una formación homilética
integral, que no sólo se limite a la teoría teológica que le corresponde, sino
que sean provistos de una debida formación retórica, pedagógica y práctica del
desarrollo que una homilía implica. En
este sentido, la homilética no puede ser un apéndice en la ratio studiorum del seminario, sino, según lo que hemos visto una
materia sumamente importante. Esto implicaría que los futuros ministros
ordenados sean también formados en vistas a que puedan tener un ojo crítico con
la realidad que les rodean, para que el día de mañana al hacer una adecuada
lectura de los signos de los tiempos pueda iluminar dicha realidad con la
Palabra de Dios.
La tercera línea de acción que proponemos
es propiciar una formación permanente en el clero, en vistas a que pueda
mejorar su ministerio de predicación. En esta misma línea, proveer de un
directorio homilético continental, regional o diocesano en donde todos los
sacerdotes puedan acudir confiadamente cuando necesiten preparar sus homilías.
Asimismo, de oficinas permanentes de
recursos litúrgicos, en donde haya lo necesario para preparar las celebraciones
dominicales, incluso en lo que respecta a la preparación de las homilías.
Por último, creemos firmemente que
necesitamos una conversión pastoral a
todo nivel dentro de la Iglesia en América Latina. Esto implica que los primero convencidos de
la Palabra de Dios y de la maravillas realizadas por Dios en la liturgia son
los pastores de almas; solamente de esta manera ellos serán testigo inigualables
de esa palabra que están predicando. No se necesitan en el ambón exegetas ni
retóricos, sino pastores competentes y convencidos del mensaje que predican.
P. Judá García
P. Judá García
[2] Cf. Piccardo, Diego R., Historia del Concilio Plenario Latinoamericano, en Cuádrenos
Doctorales, 59 (2012) 417-503
[3] Cf. Karlic, Estanislao Esteban. “perspectiva
teológica en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano”, (Conferencia
pronunciada en el marco del 50° aniversario del CELAM el 17 de mayo de 2005 en
Lima Perú) Tomado de www.CELAM.org
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