V Domingo de
cuaresma, Ciclo B
- Jer 31, 31-34. Haré una alianza nueva
y no recordaré los pecados.
- Sal 50. R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
- Heb 5, 7-9. Aprendió a obedecer; y se convirtió en autor de salvación eterna.
- Jn 12, 20-33. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.
- Sal 50. R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
- Heb 5, 7-9. Aprendió a obedecer; y se convirtió en autor de salvación eterna.
- Jn 12, 20-33. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.
La
antífona de entrada de hoy marca el ritmo y la tonalidad del sentimiento de
este punto de la cuaresma: Hazme
justicia, oh Dios, defiende mi causa, contra gente sin piedad; sálvame del
hombre traidor y malvado, porque tú eres mi Dios y mi fortaleza. El
sentimiento del salmista es de angustia ante el peligro de las persecuciones,
sufrimiento y muerte; efectivamente, Jesús esta a punto de entrar a Jerusalén
para dar su vida por la humanidad, sabe que lo van a matar, los sentimientos de
Jesús-hombre son los mismo del salmista, pero el salmo no se detiene a centrarse
en los sentimientos del salmista, sino en el salto de abandono y confianza que
da en las manos de Dios: sálvame, porque
tú eres mi Dios y Salvador. Esto ya es una figura de lo que Jesús hará el Viernes
Santo en el momento de experimentar el abandono: en tus manos encomiendo tu espíritu.
La
Iglesia pide en la oración colecta de este domingo hacia el mismo amor que
movió a Jesucristo a dar la vida por nosotros. Precisamente, las practicas
cuaresmales del ayuno, la oración y limosna no son actos de masoquismo, sino ejercicios
que nos conducen a lo verdaderamente importante: la caridad. El amor de Jesús
es la medida que nuestro amor debe alcanzar, un amor sin medida, hasta el
extremo. Queridos hermanos, esforcémonos por perfeccionarnos en el amor.
Las
lecturas de este domingo están en armonía temática con los domingos anteriores:
la alianza. Pero ¿qué es una alianza? El beato Óscar Romero nos lo dice:
Es una comunión de
vida, es una historia que se va desarrollando en comunión de vida con aquel que
es la plenitud de la vida. El hombre siente que no adora a un Dios sólo por un
mandato teórico que cumple unas leyes, no porque las manda el Decálogo; que deja
de hacer cosas porque son inmorales, sino que, todo eso: Lo inmoral, lo moral,
lo santo, lo verdadero, lo falso, conceptos teóricos, pasan a ser una relación
vital, una interrelación personal. Siento que Dios ha hecho conmigo, y yo con
él, una alianza. (B. Óscar Romero 01/04/79)
El
autor de esa alianza es Jesucristo. Por eso hemos dicho en algunas ocasiones
que el cristianismo no es la religión del libro, sino la religión de una
persona, la del Hijo de Dios hecho hombre. La alianza que logramos con
Jesucristo no está escrita en un papel o en una piedra sino en el corazón: Esta será la alianza que haré con ellos
después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior y la
escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Estamos hablando de una nueva existencia
humana, de una renovación total de la persona, que no tiene nada que ver con un
perfeccionamiento ascético-moral, recordemos que la revelación y la redención
no es iniciativa propia, sino de Dios que nos ama hasta el extremo:
El Evangelio de
hoy prosigue haciéndonos ver cómo este antiguo anhelo de vida plena se ha
cumplido realmente en Cristo. Lo explica san Juan en un pasaje en el que se
cruza el deseo de unos griegos de ver a Jesús y el momento en que el Señor está
por ser glorificado. A la pregunta de los griegos, representantes del mundo
pagano, Jesús responde diciendo: "Ha llegado la hora de que el Hijo del
hombre sea glorificado" (Jn 12, 23). Respuesta extraña, que parece
incoherente con la pregunta de los griegos. ¿Qué tiene que ver la glorificación
de Jesús con la petición de encontrarse con él? Pero sí que hay una relación.
Alguien podría pensar -observa san Agustín- que Jesús se sentía glorificado
porque venían a él los gentiles. Algo parecido al aplauso de la multitud que da
"gloria" a los grandes del mundo, diríamos hoy. Pero no es así.
"Convenía que a la excelsitud de su glorificación precediese la humildad
de su pasión" (In Joannis Ev., 51, 9: PL 35, 1766). (Benedicto XVI, 25 de
marzo de 2012)
El
Salmo 50 nos hace caer en cuenta cual debe ser nuestra actitud ante el don de
Dios: humildad para reconocer nuestros pecados. Dios da gratuitamente la
salvación, pero es necesaria nuestra colaboración, nos tenemos que acercar a la
fuente de la gracia para poder recibir su redención. El Papa Benedicto XVI nos
lo dice esta manera:
Un corazón puro,
un corazón nuevo, es el que se reconoce impotente por sí mismo, y se pone en
manos de Dios para seguir esperando en sus promesas. De este modo, el salmista
puede decir convencido al Señor: "Volverán a ti los pecadores" (Sal
50, 15). Y, hacia el final del salmo, dará una explicación que es al mismo tiempo
una firme confesión de fe: "Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo
desprecias" (v. 19).
El camino de Jesús es también nuestro
camino, o sea la entrega y obediencia total a Dios: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En
verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde,
y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi
servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. El paso que debemos de dar
en este tiempo de cuaresma es poner nuestra confianza total en el señor y
ponernos en camino de la cruz.
Feliz
domingo para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario