3°
Domingo de cuaresma, Ciclo B
Éx 20, 1-17
Sal 18
1° Cor 1, 22-25
Jn 2, 13-25
Hemos
llegado a la mitad de la cuaresma, estamos a medio desierto. En ese contexto,
pueda ser que estemos perdidos y desorientados, como lo hace cualquiera que se
adentra en el desierto. Creo que a mitad de camino podemos lanzar a Dios un grito
pidiendo auxilio: ¿Señor, cuales es el camino?
Las lecturas de este domingo III de cuaresma nos dan tres coordenadas
para hallar el verdadero camino y seguirlo: los Mandamientos, la Cruz y el
seguimiento de Jesús.
La
primera lectura nos propone los mandamientos (el decálogo) que en ningún momento
debemos considerarlos como una ley opresora, al contrario, según el éxodo son
una libertad conquistada y que debemos mantener en píe siempre:
“La enumeración de
los diez mandamientos se introduce con una significativa referencia a la
liberación del pueblo de Israel. Dice el texto: "Yo soy el Señor, tu Dios,
que te saqué de Egipto, de la esclavitud" (Ex 20, 2). Por tanto, el
Decálogo quiere ser una confirmación de la libertad conquistada. En efecto, los
mandamientos, si se analizan en profundidad, son el instrumento que el Señor
nos da para defender nuestra libertad tanto de los condicionamientos internos
de las pasiones como de los abusos externos de los maliciosos” (Benedicto XVI,
homilía 19 de marzo de 2006).
Si
leemos el salmo 24 que corresponde a la antífona de entrada de este día, nos da
toda una cátedra excelsa del hombre que sabe cumplir los mandamientos, incluso
en los momentos de prueba y sufrimiento. En él descubrimos que los mandamientos
son el reflejo de un Dios que es amor y ternura, el cual, muestra el camino
recto y justo a los pecadores. Da la impresión de que el salmista describe a
Dios como a un padre que conduce de la mano al pequeño e indefenso hijo. El
camino de los mandamientos son un camino de amor y verdad que llenan de dicha y
plenitud al hombre.
Los
mandamientos son el primer paso en todo un plan de vida cristiana, son lo
mínimo que podemos hacer si queremos cumplir con la voluntad de Dios. ¿Qué debo
de hacer para ganar la vida eterna? Preguntó el joven rico; a lo que Jesús
contestó: cumple con los mandamientos. En esta cuaresma lo mandamientos pueden
pulir nuestra conciencia y prepararnos para una buena conversión de vida.
Tenemos
en la segunda lectura la otra propuesta: la Cruz. La cruz no es un camino, sino EL
CAMINO. Una frase memorable de San Bruno nos puede dar una pequeña orientación
sobre la espiritualidad cristiana de la cruz: “Mientras este mundo gira, la
cruz se mantiene firme”. San Pablo nos dice que la cruz es fuerza de salvación.
El mismo maestro nos indica que para seguirlo tenemos que tomar nuestra cruz de
cada día. No estamos hablando de una religión masoquista ni de un dios sádico.
Estamos hablando de una espiritualidad del vencimiento del egoísmo enfermizo y
de la entrega generosa a la lógica de Dios que es la verdad, el amor y la
misericordia. Cuando nos unimos a la cruz de Cristo, nuestro esfuerzo,
sufrimiento y muerte se vuelven redentores.
Por
último, tenemos como camino el seguimiento de Jesús. Lo vemos hoy sacando a los
vendedores o mercaderes del templo. El pasaje no tiene como centro la “santa
ira” por el celo de la casa de Dios, cómo algunos han explicado alguna vez,
sino es un acto profético: Jesús el nuevo templo de la Nueva Alianza. No es un
templo fruto del obrar humano, sino del Opus Dei (obra de Dios). Nosotros hemos
sido incorporados a su cuerpo a través de bautismo, lo que nos hace piedras
vivas de ese templo. Mons. Romero decía que la Iglesia era el cuerpo de Cristo
en la historia.
Estamos
llamados a manifestar de modo efectivo en el mundo nuestra vocación de ser
verdaderos hijos de Dios, discípulos y misioneros del Reino de Dios. Esto comporta
una vida marcada por la cruz que nos lleva a la resurrección. No nos cansemos
de dar testimonio de Cristo en un país dominado por la injusticia, la violencia
y la corrupción, marquemos la diferencia.
Dios
te bendiga, feliz domingo.
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