martes, 16 de octubre de 2018

San Óscar Romero: santidad que revoluciona la historia


Santiago de María, 11 de octubre de 2018

Escribo desde lo que fue la casa de San Óscar Romero durante casi tres años.

Hoy en la mañana comenzó en el seminario donde sirvo como formador un triduo en honor a Monseñor Romero. Todo comenzó con una misa en acción de gracias por su próxima canonización; al incensar su imagen se me hizo un nudo en la garganta, recordando lo que él significa en mi vida.

Durante mi infancia no tuve noticia de este santo obispo, mi familia era de los que pensaba que él se equivocó en su labor pastoral, algo que no juzgo oportuno comentar por respeto a mis mayores y a los seres que tanto amo. Además, no los culpo, eran tiempo de guerra, lo que significaba que la palabra monseñor Romero estaba prohibida, si el pater familia quería mantener salvaguardada a su familia; pero la guerra terminó en 1992. 

Pero en 1997 entré en un colegio católico en donde se quería mucho a monseñor, allí lo empecé a conocer. Le tomé un gran aprecio y devoción, me enteré de inmediato de que era un hombre de Dios, se convirtió en mi corazón de joven en un héroe, digno de respetar y tener como modelo. Ciertamente, su figura de pastor me inspiró la vocación, cuando ya tenía claro un proyecto de vida. Si, por raro que parezca, a los dieciséis años lo tenia claro, sabía que quería en la vida. Pero, todo cambió cuando lo conocí, fue como un vela que se encendió para jamás apagarse.

Bueno, el tiempo pasó, llegó el tiempo de entrar en el seminario. El golpe fue cuando me empecé a dar cuenta que gente de la misma Iglesia católica no quería a monseñor, no podía comprender como se podía despreciar y odiar a un hombre tan bueno y santo, no lograba asimilar como se podía desconfiar de alguien que había dado su vida por fidelidad a la Iglesia y los pobres. No lograba entender que yo me convertía en peligroso por ser devoto de Mons. Romero. Los que vivimos esos tiempos en el seminario, nos encanta recordar que en lugar de echarnos para atrás nos mantuvimos firmes, no lograron que renegáramos de su legado. Entre cantos, poemas y teatro mantuvimos vivo el recuerdo de nuestro mártir. En ese mismo contexto, fui de los pocos que me atreví a escribir sobre él, logrando hacer mi artículo teologico (un símil al trabajo de graduación), fue cuando abrí un camino de reflexión personal sobre él de manera mas seria y profunda.

Me recuerdo muy bien, que llegó un momento en el que el Vaticano ya había revisado todo su pensamiento, concluyendo que era ortodoxo, pero vino otro proceso extraño para muchos: “un estudio sobre su ortopraxis”, en palabras sencillas: “haber si en la vida fue coherente con su pensamiento, queremos comprobar si él no era en realidad un agitador marxista o un alienado” algo así lo traduje yo. Esas cosas duelen, porque uno se da cuenta hay dobles intensiones. Pues, llegó el tiempo en el que concluyeron que efectivamente era coherente, que no había indicios de doble vida. Entonces, dieron un espacio para ver cuando era conveniente canonizarlo, muchos dijimos: moriremos sin ver a Romero en los alteres.

En el año 2013 decidí por sugerencia del P. Gabriel Seguí hacer mi tesina de maestría sobre el pensamiento de Mons. Romero, aun cuando sentía algo de temor porque no sabía si en la facultad tenía apertura por el pensamiento latinoamericano, pero él me ayudó para hacerme camino. Justamente, en el año 2015, un día antes del anuncio de la beatificación, el decano de la facultad, amigo de Jesús Delgado y de Vincenzo Paglia, me encontró por casualidad en las oficinas administrativas de la Facultad, y me dijo: te haré una confidencia, beatificarán a Romero, no le digas a nadie, que el anuncio saldrá hasta mañana. En realidad, uno piensa que lo están troleando, pero viniendo de una persona tan seria y responsable, pues tuve que creerle. El corazón se me llenó de alegría y gozo, me parecía soñar, se me hizo un nudo en la garganta: ¡Romero beato! Y así fue, al día siguiente sale la noticia que llenó de júbilo a todos los que amábamos a monseñor.

El plan estaba trazado: beatificación, centenario de nacimiento y canonización. Yo agregaría: llegará a ser Doctor de la Iglesia. (siempre lo he dicho: si dos santos llegarán a ser doctores de la Iglesia en el siglo XXI esos serán Benedicto XVI y San Óscar Romero). Gracias a la providencia divina, todo se ha ido dando a su tiempo, incluso el Milagro de Cecilia ya estaba en ese plan de Dios, y ahora estamos agradecidos por la canonización. Miles de salvadoreños han ido de peregrinación a Roma, que bien por los que han logrado ir. En mi caso decidí no ir, me quede con mis pobres a celebrar la canonización, creo que era una alternativa si en verdad has entendido el mensaje de Romero. Esta decisión no me hace mejor que nadie, no me mal entiendas, los que fueron nos representaron dignamente.

En realidad, fueron tiempos difíciles, pero necesarios. Claro, esto lo entiendo en retrospectiva, ahora que estoy viendo las cosas que muchos pensamos no ver. Era necesarios un tiempo discernimiento y acrisolamiento, porque su vida y pensamiento es oro, necesitaba pasar por el fuego; además, la canonización ha venido cuando Dios ha querido que viniera, porque según el calculo de algunos aún no era tiempo, por tanto, estamos viviendo un kairos en toda la Iglesia. Pero ¿Qué significa para mi la canonización? 

Pues, en primer lugar, que se cumple la palabra del 92 (91)13-14: El justo florecerá como una palmera, crecerá como un cedro del Líbano. Este salmo es una oración o un himno de acción de gracias a Dios, porque no ha permitido que el malvado triunfe, sino el justo; es una alabanza al Dios fiel. Igualmente, Monseñor está reflejado en ese hombre que es justo, fiel y misericordioso del salmo, que, aunque el malvado pareciera que tuviera más poder, su corazón no tiembla, pues está totalmente abandonado en Dios. Es una muestra que Dios nos da para demostrarnos que el mal no tiene la última palabra, sino el Dios de la vida.  Esto es un signo de esperanza: otra Iglesia y otro mundo es posible; él soñó con un mundo humanizado, solidario y fraterno; él soñó con una Iglesia pobre para los pobres, samaritana, solidaria con los más desprotegidos y vulnerable de la historia. En fin, su testimonio nos invita a que seamos autores de una historia de la salvación aquí y ahora.

En segundo lugar, él se convierte en modelo de cristiano. No podemos reducir a Romero a un camarín, novenas y rezos, eso sería un reduccionismo peligroso, a él mismo no le gustaría algo así. Lo importante es que su vida es modélica. Pero… ¿qué podemos imitar de él? Lo primero es su amor y comunión con Dios, él vivió en permanente encuentro con el Señor, llenaba toda su existencia. Antes de hablar de Dios, hablaba con Dios. En esta línea, en su pensamiento la vida interior es decisiva, porque es el lugar teológico en donde a la luz de su mirada podemos decidir nuestro propio destino. También, en segundo lugar, podemos imitar su amor por la Iglesia; exactamente, no podía concebir un Cristo sin Iglesia, era su amada esposa, su pueblo fiel, quien le ayudó a aprender a ser buen pastor. El corazón de él le pertenecía totalmente a ese pueblo de Dios, de manera especial a los pobres, a quien tanto sirvió, promovió y defendió. La comunión de la Iglesia la vivía con signos concretos: comunión con el Papa, comunión con los obispos y en comunión con sus sacerdotes. Él le llamaba “comunión jerárquica”, decía que era la única manera de mantenerse en la verdad. En tercer lugar, su profetismo, ser hombres o mujeres del Espíritu y de la Palabra, convertirse en aquel faro que ilumina en medio de la oscuridad o como el beduino que guía en el desierto. De hecho, él nos enseño que el cristiano es el micrófono de Dios, porque a través de él Dios habla en la historia, en este sentido, concretamente debemos imitar su parresia, es decir, la valentía de hablar palabra de Dios sin miedo al mundo. Por último, podemos imitar su martiria, es decir, su testimonio. Todos estamos llamados a ser mártires, testigos de Cristo en el mundo.

Quisiera seguir escribiendo, por hoy es suficiente. Pero en resumidas cuentas: Romero nos invita a asumir el gran reto de la santidad, porque es la única manera de poder revolucionar el mundo y la Iglesia de manera histórica, como lo hizo él y lo han hecho todos los santos.

3 comentarios:

  1. Que bonito articulo, nos hace reflexionar sobre la santidad, ejemplo de la vida de San Romero, hermosas palabras

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  2. Yo pasé por un seminario donde te llamaban la atención por leer algún tipo de literatura relacionada con Mons. Romero. Y hablo de 2002-2007. Y conozco amigos que no fueron ordenados por seguir muy a pecho la línea pastoral de monseñor.

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    1. Efectivamente, en el seminario de Santa Ana había esa desconfianza de lo que seguiamos la línea de monseñor Romero entre los años 2000 a 2007, aunque era algo moderado. Pero la mayor crisis de persecución la tuvo San José de la Montaña en 1996, con Alfredis Sánchez como rector. De hecho, eso provocó una visita del Vaticano, quienes sugirieron separar las etapas de formación, gracias a ello, en el año 2000 comienza a funcionar la filosofía a nivel nacional en Santa Ana, los propedéuticos en Santa Ana y Santiago de María, y la teología en San Salvador. Pero donde siempre ha existido una desconfianza en esa línea en el seminario de San Vicente. Espero que hoy cambien las cosas.

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