Estimado amigo católico:
Me llama la atención que alguien se moleste porque un sacerdote
de cantón llame a orar por sus gobernantes. En silencio o en público
reaccionan siempre con un “pero hay que ser críticos”.
Igualmente, me llama la atención que hace unos días el Cardenal
Rosa Chávez dijo su opinión sobre el actual gobierno, le vino no una tormenta,
sino un diluvio de asquerosidad, de lo peor que un ser humano puede pronunciar
en su boca, signo de lo que abunda en su corazón.
Por si eso no fuera mucho, te puedo citar lo que le ha pasado a la
UCA de El Salvador, quien ha dado su opinión (respetable para mi), sin embargo
ha terminado linchada.
Estos ataques están programados en la conciencia colectiva del
hombre contemporáneo, fruto de dos fenómenos: la separación de Iglesia y Estado
que se consolidó políticamente en la revolución francesa (aunque como idea
surge en el Renacimiento) y el proyecto de destrucción total de cualquier
entidad religiosa o eclesial, fruto de la conocida premisa marxista: la
religión es el opio del pueblo.
No amigos, no podemos analizar la realidad desde presupuestos
laicistas o marxistas porque en el fondo son ateos o materialistas, que bajo la
falsa premisa de que son científicos, falsean coordenadas para analizar la
realidad, sobre todo al mezclar ideología con datos. En otras palabras
ideología y ciencia son lados opuestos e irreconciliables.
Llamar a la oración en medio de un conflicto en donde hermanos de
un mismo pueblo están involucrados es una posición legitima y crítica, sobre
todo ante la esta carencia especifica entre creyentes. En otras palabras, es un
llamado respetuoso a ejercer un deber cristiano. Quien piense que llamar a la
oración es contrario a la acción y a la visión crítica está en un error muy
grande.
Llamar a la transparencia y al dialogo es un consejo vital si
este gobierno no quiere repetir los mismo errores del pasado. Es alertarlos que
el Pueblo quiere ver algo diferente. Lo mismo el caso de la UCA, si
ellos han señalado errores es para que se superen, no para ser cómplice de
algunos de los bandos enfrentados.
Ni los que llamamos a la oración ni los que llaman a la acción
somos enemigos de ninguna de las partes en conflicto.
Estos fenómenos comprueban mi hipótesis: estamos en medio de una
tormenta mediática asquerosa (shitstorm) en donde reina la
falacia: si no piensas como yo eres mi enemigo. ¿pero quienes estas
realmente enfrentados? grupos de poder político y económicos.
Sin embargo, no es como dijo un amigo mío: ¡hay que ser imparciales como fue Monseñor Romero! ¿Quién dice que en un conflicto se puede ser imparcial? ¿quién dijo que Romero fue imparcial? Jamás. En medio de esta batalla no se engañen, la Iglesia en América Latina lo tiene claro desde hace años, en la normalidad y en el conflicto la opción preferencial serán los pobres, por ellos oramos y por ellos actuamos.
De ninguna manera podrá servir de pretexto para quienes se atrincheran
en una actitud de neutralidad y de indiferencia ante los trágicos y urgentes
problemas de la miseria y de la injusticia. Al contrario, obedece a la certeza
de que las graves desviaciones ideológicas que señala conducen inevitablemente
a traicionar la causa de los pobres. Hoy más que nunca, es necesario que la fe
de numerosos cristianos sea iluminada y que éstos estén resueltos a vivir la
vida cristiana integralmente, comprometiéndose en la lucha por la justicia, la
libertad y la dignidad humana, por amor a sus hermanos desheredados, oprimidos
o perseguidos. Más que nunca, la Iglesia se propone condenar los abusos, las
injusticias y los ataques a la libertad, donde se registren y de donde
provengan, y luchar, con sus propios medios, por la defensa y promoción de los
derechos del hombre, especialmente en la persona de los pobres. (Instrucción sobre TL, 1984, introducción).
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