Domingo XIII del T.O, Ciclo A.
2 Re 4, 8-11. 14-16a. Es un hombre santo de Dios; se retirará aquí.
Sal 88. R. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Rom 6, 3-4. 8-11. Sepultados con él por el bautismo, andemos en una vida nueva.
Mt 10, 37-42. El que no carga con la cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí
La oración colecta nos recuerda un hermoso don: la filiación divina. De verdad somos hijos de Dios, el amor de Dios ha sido tan grande que no se ha limitado a darnos la existencia y la condición de criaturas, sino que nos ha adoptado en su familia, comunidad de vida y amor. Me llama la atención cuando dice que somo "hijos de la luz". Por supuesto, hemos sido iluminados con la gracia de Cristo en nuestro bautismo. La luz se contrapone a la oscuridad, así la vida en cristo se contrapone a la vida del pecado. En ese sentido hoy le pedimos al señor dos cosas: Primero, no vernos envueltos en el error; segundo, vernos siempre en el esplendor de la verdad.
Precisamente la segunda lectura nos habla de nuestro bautismo. San Pablo dirá que gracias a este sacramentos estamos muertos al pecado y vivos para Dios en Jesucristo. El error es un estado de la mente, cuando no estamos conforme a la verdad. La mente la tenemos nublada cuando tenemos los criterios del mundo, la carne y el demonio. Claro, si la mente la tenemos alejada de Dios, nuestras acciones estarán también erradas totalmente. Notemos que no es lo mismo estar en el error que ser ignorante, porque en este caso estamos hablando de pensar que sabemos y no sabemos nada en verdad, o sea, tener una vida torcida es algo desastroso.
A lo mejor una invitación para este domingo es a la metanoya, o sea, un llamado a la conversión hacia Cristo. Esto implicaría una cambio de mente y de corazón hacia el Evangelio de Jesucristo. Renunciar para siempre a las obras y seducciones de satanás. Dice un dicho espiritual: que cada día sean como tu primer día de conversión. ya que es siempre un camino inacabado, siempre nuevo.
Esta metanoya implicará siempre renuncia y cruz, pero Jesús nos invita hoy a ser radicales si queremos seguirlo. En el camino de Dios no hay medias tintas, nuestro caminar siempre tiene que ser de cara a Dios, no de cara a los hombres. Igualmente, cuando nos convertimos en hombres de Dios, somo bendición para el prójimo, porque nos volvemos en sacramento de Jesucristo en medio del mundo. "quien los recibe uds me recibe a mi".
El Señor con la Eucaristía vivifica en nosotros la gracia de la filiación divina, para que demos frutos en abundancia. Acerquemos a él, aunque sea con la comunión espiritual. Seamos un faro de luz en medio de la oscuridad. Recordemos: caminemos siempre delante de Dios.
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