El
beato Óscar Romero y la reforma del año litúrgico del siglo XX (Parte III)
El padre Óscar Romero a la expectativa
del Concilio Vaticano II
Reitero, al leer ciertas visiones biográficas sobre el
beato Óscar Romero dan la impresión de que lo quieren presentar como un sujeto
retraído y aislado en el Concilio de Trento, pero los escritos de su madurez
sacerdotal dejan constancia de lo contrario: perteneció a la generación de
eclesiásticos que estuvo desde el principio a la expectativa del Concilio
Vaticano II, siempre mostrando un espíritu de apertura y de vanguardia:
El jueves de esta semana dejó su Sede
episcopal nuestro obispo para emprender, al día siguiente, la ruta aérea hacia
el Concilio Ecuménico Vaticano II. La noticia merece los relieves de nota
editorial. Porque el viaje de Monseñor Machado a Roma es una de las tres mil
líneas de maravillosa convergencia que van siguiendo en estos días tres mil
obispos desde todos los horizontes hacia el centro de la cristiandad. Y cada
uno de estos tres mil ilustres peregrinos es una viviente profesión de fe en la
Suprema Autoridad del Papa, tal como la expresó en dos breves palabras la pluma
de San Pablo al decir porqué viajó de Damasco a Jerusalén: VIDERE PETRUM...para
ver a Pedro! (Gálatas 1, 18).[i]
El texto es obvio. Él está hablando de la inauguración
del Concilio Vaticano II. Evidentemente,
en sus letras podemos notar cierto tono de emoción y triunfalismo, sin duda
heredado de su mentalidad romana: su mayor garantía es el Papa, y por esta
razón no le tenía miedo a los cambios; al contrario, estaba convencido de que
eran necesarios.
Cómo todos los de su tiempo, seguramente no se
esperaba el tipo de resoluciones conciliares que emergerían del Vaticano II,
aunque ciertamente no tenía por qué hacerlo, ya que la magnitud de este
concilio es inédita en la historia de la Iglesia; además, aquí lo importante es
destacar su apertura a las reformas litúrgicas que surgían de él y cómo las
miraba con mucha esperanza. En efecto,
en sus escritos hemos descubierto que tenía ansia de cambios renovadores, sin
ningún rasgo de ingenuidad, porque sus deseos tenían sólidos fundamentos
históricos y teológicos:
El concilio trata de redescubrir y vigorizar
el valor que tiene lo cristiano. Lo auténticamente cristiano que es siempre
antiguo y siempre nuevo. La Iglesia quiere rechazar todo orgullo y descubrir
toda su riqueza. La Iglesia en el concilio se está examinando a sí misma y al
mismo tiempo está viendo a todos los hombres a quienes debe evangelizar y desea
convertirse en diálogo. No se trata de cambiar por cambiar, se trata de
encontrar lo que quizás se había empeñado. No se trata de novedad, sino que se
trata de renovarse para ser fiel.[ii]
De esta manera, se dirigía a los que tenían miedo a
los cambios. Les estaba diciendo que los buenos frutos de las reformas del
Concilio Vaticano II dependerían de una visión esencial de una Iglesia que
busca la renovación para mantener la fidelidad a Cristo y a la humanidad, sobre
todo en la misión de anunciar y actualizar el evangelio, siendo consciente de
ser nada más que una medicación, por lo que debe presentarse ante el mundo con
una actitud de humildad y servicio.
El padre Romero irá estudiando todos los documentos
del Concilio Vaticano II, teniendo problemas no con sus contenidos, sino con
las interpretaciones erróneas que se hacían de ellos y con los abusos que se
cometían por parte de muchos sectores de la Iglesia en el Salvador.
[i] MONS. ROMERO, Videre pretum! http://www.romeroes.com/monsenor-romero-su-pensamiento/prensaescrita/semanario-chaparrastique?start=150 (03/10/2014).
[ii] MONS. ROMERO, La Iglesia está en Concilio http://www.romeroes.com/monsenor-romero-supensamiento/prensa-escrita/semanario-chaparrastique?start=225 (03/10/2014).
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