jueves, 20 de agosto de 2015

Beato Oscar Romero: La Iglesia madre la unidad ante las idolatrías de los partidos politicos

A la luz de esta revelación de la trascendencia de Cristo que nos revela al Dios absoluto, que hermoso es explicar el reto de Jesús a todo un pueblo: «Ya conocen al verdadero Dios, pero también conocen los falsos dioses. ¡Decídanse a quién van a adorar!»

-Un llamamiento aquí a la intimidad de la Iglesia. Si la Iglesia está cumpliendo hoy en la patria la función de Jesús, señalando al único Dios verdadero y advirtiendo contra los falsos dioses, queridos sacerdotes, queridas religiosas, religiosos, instituciones católicas, comunidades eclesiales, parroquiales y de base, todos los que nos llamamos Iglesia, ¡por favor! que se distinga en nuestra voz, la voz de la trascendencia. Que aquellos que como los judíos quisieran utilizarlos haciéndonos reyes políticos de la tierra encuentren la respuesta rotunda de Cristo: Se huyó al monte para proclamar únicamente el reinado de Dios que está, sí, por encima de toda política. Y si la Iglesia ilumina las realidades de la tierra, acompaña a los hombres que pertenecen a organizaciones, entra a los palacios tal vez de la política, nunca debe de confundirse con la política de partido, sino siempre debe de ser luz que ilumina y apoya lo bueno, y denuncia y mal informa lo malo...

La voz de la Iglesia, por mi parte, he tratado de hacerla nítida; tal vez no lo logre, porque hay mucha mala voluntad, mucha ignorancia y mucha idolatría; y el idólatra no quiere que le boten su ídolo. Sin embargo, esta voz quiere reclamar, una vez más, que esto es lo que yo quiero predicar: a este Cristo que dice que no busca las cosas de la tierra, sino para salvarla. Me da risa cuando dicen que yo estoy propugnando por el poder. ¿Qué capacidad tengo yo para ser un presidente o un ministro? Dios me ha llamado para ser un sacerdote y servir desde mi Iglesia, desde mi sacerdocio.


Ayer en San Juan Opico, el Canal 13 de televisión de México me preguntaba: «Si le ofrecieran a usted o a la Iglesia el liderazgo en una revolución, ¿usted lo aceptaría?» Le dije yo: «Haría un disparate, la Iglesia no está para eso en la tierra. La Iglesia no está para ser un capitán de un ejército. La Iglesia no está para llevar una revolución. La Iglesia está para ser madre de unidad. Se mantiene autónoma entre dos partidos que pelean para poderle decir, a uno y a otro, lo justo y lo injusto; y para poder reclamar a la hora de los pecados de guerra, lo que no se debe de hacer ni en situaciones conflictivas». La Iglesia quiere ser siempre la voz de Cristo, el pan que baja del cielo para la vida, para la luz, para la salud del mundo. Yo les suplico, queridos colaboradores de la Iglesia, manifestemos de la forma más nítida este pensamiento de Cristo, esta trascendencia de la Iglesia que decía Pablo VI: «Si la Iglesia predicara otra liberación que no es la de Cristo, que no es la del pecado, ni la de llevar a los hijos de Dios hasta el cielo, hasta la vida eterna; una Iglesia que se confundiera con liberaciones únicamente de la política, de la economía y de lo social perdería su fuerza original y no tendría derecho a hablar de liberación en nombre de Dios».

(Homilía 26/08/1979) 

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