A la luz de esta
revelación de la trascendencia de Cristo que nos revela al Dios absoluto, que
hermoso es explicar el reto de Jesús a todo un pueblo: «Ya conocen al verdadero
Dios, pero también conocen los falsos dioses. ¡Decídanse a quién van a adorar!»
-Un llamamiento
aquí a la intimidad de la Iglesia. Si la Iglesia está cumpliendo hoy en la
patria la función de Jesús, señalando al único Dios verdadero y advirtiendo
contra los falsos dioses, queridos sacerdotes, queridas religiosas, religiosos,
instituciones católicas, comunidades eclesiales, parroquiales y de base, todos
los que nos llamamos Iglesia, ¡por favor! que se distinga en nuestra voz, la
voz de la trascendencia. Que aquellos que como los judíos quisieran
utilizarlos haciéndonos reyes políticos de la tierra encuentren la respuesta
rotunda de Cristo: Se huyó al monte para proclamar únicamente el reinado de
Dios que está, sí, por encima de toda política. Y si la Iglesia ilumina las
realidades de la tierra, acompaña a los hombres que pertenecen a
organizaciones, entra a los palacios tal vez de la política, nunca debe de
confundirse con la política de partido, sino siempre debe de ser luz que
ilumina y apoya lo bueno, y denuncia y mal informa lo malo...
La voz de la Iglesia, por mi parte, he tratado de hacerla nítida; tal
vez no lo logre, porque hay mucha mala voluntad, mucha ignorancia y mucha
idolatría; y el idólatra no quiere que le boten su ídolo. Sin embargo, esta voz
quiere reclamar, una vez más, que esto es lo que yo quiero predicar: a este
Cristo que dice que no busca las cosas de la tierra, sino para salvarla. Me da
risa cuando dicen que yo estoy propugnando por el poder. ¿Qué capacidad tengo
yo para ser un presidente o un ministro? Dios me ha llamado para ser un sacerdote y servir desde
mi Iglesia, desde mi sacerdocio.
Ayer en San Juan Opico, el Canal 13 de televisión de México me
preguntaba: «Si le ofrecieran a usted o a la Iglesia el liderazgo en una
revolución, ¿usted lo aceptaría?» Le dije yo: «Haría un disparate, la Iglesia
no está para eso en la tierra. La Iglesia no está para ser un capitán de un
ejército. La Iglesia no está para llevar una revolución. La Iglesia está para ser
madre de unidad. Se mantiene autónoma entre dos partidos que pelean para
poderle decir, a uno y a otro, lo justo y lo injusto; y para poder reclamar a
la hora de los pecados de guerra, lo que no se debe de hacer ni en situaciones conflictivas». La Iglesia quiere ser siempre la
voz de Cristo, el pan que baja del cielo para la vida, para la luz, para la
salud del mundo. Yo les suplico, queridos colaboradores de la Iglesia,
manifestemos de la forma más nítida este pensamiento de Cristo, esta trascendencia
de la Iglesia que decía Pablo VI: «Si la Iglesia predicara otra liberación que
no es la de Cristo, que no es la del pecado, ni la de llevar a los hijos de
Dios hasta el cielo, hasta la vida eterna; una Iglesia que se confundiera con
liberaciones únicamente de la política, de la economía y de lo social perdería
su fuerza original y no tendría derecho a hablar de liberación en nombre de
Dios».
(Homilía 26/08/1979)
woo padre felicidades
ResponderEliminarQue sorpresa Inecita, saludos y bendiciones.
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