jueves, 6 de agosto de 2015

19º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

LECTURAS:

1ª de Re 19, 4-8
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 9a)
Ef 4, 30 — 5, 2
Jn 6, 41-51


En las últimas semanas hemos tenido grandes dificultades en nuestro querido El Salvador, parece que la situación de violencia social está llegando a niveles insoportables; llevamos en el corazón miedo e incertidumbre, no sabemos que nos depara el futuro, parecemos un pueblo cargado de hambre y sed de  justicia, nuestra situación se ve reflejada en el profeta Elias (primera lectura) que no tenía fuerzas para recorrer el desierto y poder llegar al monte del Señor, hasta que Dios le dio de comer para recuperar sus fuerzas.

En este contexto Jesús nos vuelve a decir: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Lo afirma aún en contra de aquellos que lo criticaban y ponían en duda su identidad y misión, pero se mantuvo firme en su enseñanza. 

Jesús no está haciendo proselitismo religioso de si mismo, como lo pueden hacer los políticos o algunas religiones, sino deja claro la ley de la atracción: nadie puede venir a mi, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Es una ley que fue remarcada por los obispos de América Latina en Aparecida: La Iglesia crece no por proselitismo sino “por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor”. La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Rm 12, 4-13; Jn 13, 34). (Aparecida 159). Esto nos puede dar la confianza que en medio de la vicisitudes que estamos pensando, la propagación de la luz del evangelio no dependen de nuestras fuerzas, sino de la presencia del resucitado entre nosotros, aunque debemos ponernos manos a la obra y echar las redes del Reino en su nombre. 

El evangelio de este domingo también nos da otras pistas:

Primero la urgente necesidad de ser discípulo de Dios para ir verdaderamente a Jesús: Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. Quiere decir que debemos escuchar a Dios antes de hablar de Dios, aprender de él para ir a Jesús, ya lo decía el evangelio de la transfiguración: este es mi Hijo amado, escúchenlo (Mc 9, 7). Escuchar significa abrir el corazón a la buena nueva de salvación de Dios que nos trae Jesucristo, una actitud de entrega generosa al Dios que salvar, el Beato Oscar Romero lo decía de esta manera: 

Es gracia de Dios la fe. La fe no es el producto de una reflexión humana. Nada humano puede producir algo divino y la fe es divina: sólo Dios la puede dar. Cuando el Padre me inspira: ¿quién es Cristo?, debo de darle gracias a Dios, porque como Cristo le dijo a Pedro: «Eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre que está en los cielos». Es la fe que a esta carne de la tierra, el hombre lo ilumina con luces de cielo. ¡Qué no se nos pierda la fe!, queridos hermanos. Que cada vez busquemos más seguir a Cristo (12/08/1979).

Segundo, Jesús en cuento pan es la carne que da la vida eterna, lo que nos pide es la fe: el que cree tiene vida eterna.  Obviamente Juan está haciendo una solida catequesis sobre la Eucaristía de la comunidad, remarca esa presencia viva del resucitado en el Pan que les es dado, presencia que solo puede verse y crear compromiso vital con los ojos de la fe. 

Y tercero, para nosotros este pan de vida eterna que nos es dado cada domingo en la Santa Misa, es el alimento que Dios nos da a nosotros, pueblo profético, para caminar el desierto de la vida: lo difícil de dar testimonio de Cristo debe ser el estimulo principal para ser verdaderos hijos de Dios según el evangelio, sólo de esta manera nuestro pueblo tendrá la vida. Nunca nos cansemos de trabajar el Reino de Dios, la historia y el mundo lo necesita. 

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