LECTURAS:
Proverbios: 9, 1-6
Efesios: 5, 15-20
Juan: 6, 51-59
Nuestra reflexión dominical no la podemos comenzar sin aludir a las palabras del Papa Francisco en donde recordó la situación de El Salvador:
"Sigo con profunda preocupación las noticias de El Salvador, donde en los últimos tiempos han agravado las dificultades de la población a causa de la hambruna, la crisis económica, los conflictos sociales agudos y la creciente violencia. Animo a los queridos habitantes de El Salvador a continuar unidos en la esperanza, e insto a todos a orar para que en la tierra del beato Oscar Romero florezca de nuevo la justicia y la paz" (Ángelus 09/08/2015)
Juan: 6, 51-59
Nuestra reflexión dominical no la podemos comenzar sin aludir a las palabras del Papa Francisco en donde recordó la situación de El Salvador:
"Sigo con profunda preocupación las noticias de El Salvador, donde en los últimos tiempos han agravado las dificultades de la población a causa de la hambruna, la crisis económica, los conflictos sociales agudos y la creciente violencia. Animo a los queridos habitantes de El Salvador a continuar unidos en la esperanza, e insto a todos a orar para que en la tierra del beato Oscar Romero florezca de nuevo la justicia y la paz" (Ángelus 09/08/2015)
Nos llama la atención que el Papa nos recuerde que la violencia no es el único problema que tenemos en el país, sino que antes está la hambruna, la crisis económica y los conflictos sociales. Y el llamado es a estar unidos en la oración para que florezca la justicia y la paz es muy fuerte y esencial.
En efecto, es duro ver el nivel no sólo violencia, sino la crueldad que estamos sembrando en nuestra tierra. Nuestra solidaridad para las familias víctimas de la violencia, entre ellas las más vulnerables: los niños, las mujeres y los adultos mayores. Toda está sangre está clamando justicia al cielo, convirtámonos antes que una purificación nos sobrevenga, los obispos de El Salvador nos han recordado que todos compareceremos antes el tribunal de Dios.
El evangelio de este domingo ha llegado a su propósito esencial: la presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la Eucaristía. Recordemos que los evangelios sinópticos insisten en la institución de la Eucaristía, mientras que Juan en la presencia del resucitado dentro de la celebración eucarística de la comunidad.
El evangelio de este domingo ha llegado a su propósito esencial: la presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la Eucaristía. Recordemos que los evangelios sinópticos insisten en la institución de la Eucaristía, mientras que Juan en la presencia del resucitado dentro de la celebración eucarística de la comunidad.
La Palabra de Dios de este domingo nos revela a un Dios que sale al encuentro de la humanidad, prometiéndole bienes que no pueden ser descritos con palabras y que superan todo deseo humano, y la invitación a participar de la mesa que Él mismo nos ha preparado es clara: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia (proverbios 9, 5-6).
Las lecturas de este domingo nos insinúan que el acceso al conocimiento verdadero de la presencia de
Cristo en la Eucaristía no es obra del ingenio humano, sino es cuestión de la sabiduría divina, que bíblicamente siempre será un don de Dios, lo remarca la segunda lectura: No seáis insensatos, sino sensatos (...) daos cuenta de lo que Dios quiere (...) recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados, (...) dad gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Es lo que hacemos en la Santa Misa: una oración de alabanza, bendición y acción de gracias al Padre, a través de Hijo en el Espíritu Santo; pero lo hacemos en virtud del don de Dios, no por nuestras propias fuerzas.
El Evangelio de hoy tiene un solo sentido: comer el Cuerpo de Cristo y beber su Sangre para tener vida eterna, no hay duda de ello. El cuerpo y la sangre de Cristo nos reúne como un sólo pueblo, gracias a él estamos insertos en el cuerpo y en el corazón de la Iglesia, gracias a la fuerza del Espíritu Santo. Es el mismo Dios que restaura lo que estaba disperso por el pecado, y ahora aparecemos ante el mundo como el cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo: la fuente y culmen de esta vida es La Eucaristía, es la clave de nuestro testimonio, ya lo decía el Beato Oscar Romero:
Es lo que hacemos en la Santa Misa: una oración de alabanza, bendición y acción de gracias al Padre, a través de Hijo en el Espíritu Santo; pero lo hacemos en virtud del don de Dios, no por nuestras propias fuerzas.
El Evangelio de hoy tiene un solo sentido: comer el Cuerpo de Cristo y beber su Sangre para tener vida eterna, no hay duda de ello. El cuerpo y la sangre de Cristo nos reúne como un sólo pueblo, gracias a él estamos insertos en el cuerpo y en el corazón de la Iglesia, gracias a la fuerza del Espíritu Santo. Es el mismo Dios que restaura lo que estaba disperso por el pecado, y ahora aparecemos ante el mundo como el cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo: la fuente y culmen de esta vida es La Eucaristía, es la clave de nuestro testimonio, ya lo decía el Beato Oscar Romero:
"Lo que le da fuerza a todos los misioneros, a todas las religiosas, a todos los sacerdotes, lo que le da vida a la comunidad eclesial de base, lo que hace el centro de la parroquia, es el pan de vida eterna. El que me come, se alimenta de vida eterna. Yo estoy con él y él está conmigo (...) No, hay una fuerza más grande que todas las revoluciones, el amor del hombre y de la comunidad que ha descubierto el tesoro que hoy nos está revelando Jesucristo: su presencia viva y vivificante, su eucaristía" (Homilía 19/08/1979)
Estas palabras están cargadas de fuerzas en medio de una situación muy difícil, en donde verdaderamente se tenía que dar testimonio en medio la persecución contra la Iglesia. Hoy no es la excepción, en medio la mentira, la injusticia y la muerte estamos llamados a ser sacramento universal de salvación, a ser signo de la verdad, la justicia y la vida, pero nuestra fuerzas no son meramente humanas, el valor nos viene del Señor, es nuestro mayor estimulo para ser ese pan partido que sacia el hambre y sed de justicia que necesita toda la humanidad.
Manos a la obra, a construir esa paz y esa justicia tan deseada, el Señor camina con su pueblo.
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