viernes, 15 de septiembre de 2017

El perdón que sana y reconcilia

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A


Eclesiástico 27, 33-28, 9
Romanos 14, 7-9
Mateo 18, 21-35

En la antífona de entrada con Sirácides pedimos al Señor un don tan preciado: Señor, da la paz a los que esperan en ti. Cuando los domingos en la Eucaristía glorificamos a Dios expresamos ese deseo de paz: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres. En efecto, al igual que la vida, la paz es un don de Dios. La palabra hebrea “shalom” (paz), de hecho, es intraducible. Pero podríamos decir que significa plenitud y armonía entre las relaciones Dios-hombre y hombre-hombre. Una paz como la máxima aspiración humana y realizada en su plenitud por el orden establecido por Dios.

La primera lectura plantea el grave problema de la del odio y la venganza como fruto de las pasiones humanas y del hombre pecador. La reflexión sapiencial que se hace parece para nosotros como algo actual: los pueblos de la tierra están regidos por el odio, el rencor y la venganza. No hace falta buscar mucho para comprobar esta afirmación; basta que escuchemos los tambores de guerra que los poderosos del mundo hacen todos los días. Lastimosamente detrás de todo ese lógico mundano hay detrás grandes intereses económicos, inspirado por el espíritu de Satanás. Pero eso que vemos en grande, lo vivimos en lo cotidiano y ordinario de la vida. La mayoría de gente lo que más les agobia en su vida interior son los resentimientos, hay una epidemia de esta enfermedad espiritual. En el fondo, el odio y la violencia rompen el sueño más querido por Dios: el amor y la concordia.

La propuesta de solución que el Señor nos da este domingo es el perdón. El evangelio nos propone como modelo de perdón y reconciliación al mismo Dios. En la parábola evangélica el Padre se muestra como alguien generoso en cuanto da el perdón. En contraposición está el siervo mezquino que no tiene compasión de su hermano. Éste nos representa a nosotros, los seres humanos. En el fondo, Dios se pone de ejemplo para que nosotros lo imitemos. Recordemos que con la perícopa de hoy terminamos el discurso eclesiológico de San Mateo, por lo tanto, la última característica de los discípulos de Jesús: los que saben perdonar siempre a su hermano.

La verdad es que no podemos ser ilusos en pensar que el perdón es algo fácil, pero tampoco podemos ser pesimistas en afirmar que es imposible. El perdón es la lógica de Dios para sanar las cadenas de amargura que hay en nuestros corazones. Pero también, el camino para la verdadera concordia entre los hombres. Cuando Dios propone el perdón cómo verdadero camino de humanidad, no niega el derecho que tenemos a saber la verdad y que se nos haga justicia. Al contrario, éstas son la base para un verdadero perdón sanador.

Cuando vayamos a comulgar, pidamos al Señor, que sea su gracia la guie nuestras vidas por estos caminos de perdón y reconciliación, que no nos dejemos dominar por un sentimentalismo mal orientado. Que lleguemos a ser pertenencia total de Dios, cómo dice San Pablo en la segunda lectura. Dios te bendiga.

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