domingo, 24 de septiembre de 2017

Culto a la Eucaristía fuera de la misa. Aspecto histórico: primer milenio.


INTRODUCCIÓN:

Tenemos poco más de 50 años de haber clausurado el Concilio Vaticano II y da la sensación que todavía estamos en pañales en cuanto compresión y aplicación de su líneas doctrinales, teológicas y pastorales. A lo largo de estos años ha habido aciertos y desaciertos, hay que admitirlo con humildad y madurez si queremos lograr una autentica conversión pastoral como lo ha pedido Aparecida. En el fondo es una labor de reciclaje eclesial que necesitamos en cada una de las realidades pastorales de nuestra diócesis.

Siendo puntual, todos hemos sido testigos que uno de los fenómenos que se ha ido propagando a lo largo y ancho de nuestra provincia eclesiástica es la réplica y la multiplicación de actos religiosos que explotan el intimismo y el sentimentalismo, muchas veces con fines de lucro. Es una tendencia a hacer una amalgama religiosa entre corrientes pentecostales y fe católica.

El problema concreto que se ha observado es la práctica de algunos sacerdotes que se han inventado unas formas de hacer horas santas: realizan pseudo procesiones con el santísimo, rosan la custodia sobre las cabezas de las personas y lo peor de todo que cobrar por hacer eso. El grave peligro que genera eso es fomentar la superstición, desviar el verdadero sentimiento religioso y cosificar el sacramento de la eucaristía.

Está practica también a transgredido el lugar de la celebración. Ya no es necesaria la Iglesia como lugar de culto; ellos se permiten hacer sus eventos en hoteles, clubes o salas de té. Con ellos desvirtúan la dimensión sagrada de la eucaristía. Detrás de ellos está el negocio que corre el peligro de convertirse en simonía.

El presente documento que les presento son algunos apuntes históricos, teológicos, pastorales y jurídicos sobre el culto a la eucaristía fuera de la misa, con el objetivo de conocer los aspectos esenciales y correctos para lograr una verdadera celebración como lo ha querido el Vaticano II.

El primer punto que presento son aspectos históricos, en donde nos daremos cuenta del origen y el sentido de las diferentes formas de culto a la eucaristía. Esto nos ayudará a evitar errores medievales y a fomentar el verdadero sentido del culto.   Luego, toco algunas observaciones teológicas que hallamos en el propio ritual, para lograr una celebración con sentido teológico. Obviamente no es un manual de teología, son sólo punto de reflexión. Por último, hago algunas observaciones pastorales y jurídicas para lograr comprender la instrucción que ha sacado la Conferencia Episcopal de El Salvador.

1. Aspecto histórico:

Primer Milenio:

El culto a la eucaristía fuera de la misa como lo conocemos hoy no tiene referencias históricas directas en el primer milenio del cristianismo: no había horas santas, ni bendiciones con el santísimo o sagrario que visitar en los templos.

Hay que recordar que los templos dedicados al culto litúrgico propiamente dicho son de origen tardío en la historia de la liturgia: los cristianos no querían confundirse con las religiones paganas. De hecho, la liturgia en época apostólica y en la de la Iglesia primitiva se desarrollaba en casas particulares, estamos refiriéndonos al siglo I y II d. C.

 A partir del siglo III, el culto cristiano tuvo la disponibilidad de casas especiales de la gente más adinerada de la comunidad, las cuales, fueron llamadas en diferentes lugares Domus Ecclesiae (la casa de la Iglesia o la casa-iglesia) o en Roma que se llamaron Tituli (títulos), porque eran residencias privadas que llevaban el nombre del dueño de la casa.

Por último, después de la revolución constantiniana, nacen las Ecclesia Dei (la casa de Dios), estamos hablando del nacimiento de las grandes basílicas en el siglo IV d.C, que anteriormente eran lugares públicos: mercados, cortes judiciales o templos paganos: pero ese lugar sagrado seguía sin sagrario como lo conocemos hoy.

Ahora bien, cuando los cristianos entraban a la Iglesia para estar con Dios o los monjes al oratorio con la misma intención, su punto focal era el altar cristiano, el cual, era simbólicamente la presencia de Cristo y tenía una función central dentro del culto cristiano. Lastimosamente con el pasar del tiempo fue perdiendo importancia hasta llegar al grado de ser una mera tabla que tenía como base un gran retablo. Pero el Vaticano II recuperó su centralidad.[1]

Sin embargo, la Iglesia siempre ha tenido conciencia que la presencia de Jesús en el pan consagrado no se limita al momento de la Eucaristía, sino que se mantiene aún fuera de ella, tanto en occidente como en oriente.

por ejemplo: las genuflexiones de la asamblea ante el pan consagrado que es mostrado por el sacerdote bizantino en la puerta del iconostasio; o  la distribución de la comunión a los enfermos; o la santa reserva que se hacía en un anexo de los templos en oriente llamado pastofórion, sacrarium.[2]


[1] Cf. P. FARNÉS, Construir y adaptar las iglesias, Barcelona 1989, pp. 24-36: El altar. Lecciones de la historia.
[2] Cf. Cabié, R., Eucaristía, en Martimort, A. G., La Iglesia en oración, Barcelona 1992, 550-551.

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