INTRODUCCIÓN:
Tenemos poco más de 50 años de haber
clausurado el Concilio Vaticano II y da la sensación que todavía estamos en
pañales en cuanto compresión y aplicación de su líneas doctrinales, teológicas
y pastorales. A lo largo de estos años ha habido aciertos y desaciertos, hay
que admitirlo con humildad y madurez si queremos lograr una autentica
conversión pastoral como lo ha pedido Aparecida. En el fondo es una labor de
reciclaje eclesial que necesitamos en cada una de las realidades pastorales de
nuestra diócesis.
Siendo puntual, todos hemos sido
testigos que uno de los fenómenos que se ha ido propagando a lo largo y ancho
de nuestra provincia eclesiástica es la réplica y la multiplicación de actos
religiosos que explotan el intimismo y el sentimentalismo, muchas veces con
fines de lucro. Es una tendencia a hacer una amalgama religiosa entre
corrientes pentecostales y fe católica.
El problema concreto que se ha observado
es la práctica de algunos sacerdotes que se han inventado unas formas de hacer
horas santas: realizan pseudo procesiones con el santísimo, rosan la custodia
sobre las cabezas de las personas y lo peor de todo que cobrar por hacer eso.
El grave peligro que genera eso es fomentar la superstición, desviar el
verdadero sentimiento religioso y cosificar el sacramento de la eucaristía.
Está practica también a transgredido el
lugar de la celebración. Ya no es necesaria la Iglesia como lugar de culto;
ellos se permiten hacer sus eventos en hoteles, clubes o salas de té. Con ellos
desvirtúan la dimensión sagrada de la eucaristía. Detrás de ellos está el
negocio que corre el peligro de convertirse en simonía.
El presente documento que les presento
son algunos apuntes históricos, teológicos, pastorales y jurídicos sobre el
culto a la eucaristía fuera de la misa, con el objetivo de conocer los aspectos
esenciales y correctos para lograr una verdadera celebración como lo ha querido
el Vaticano II.
El primer punto que presento son
aspectos históricos, en donde nos daremos cuenta del origen y el sentido de las
diferentes formas de culto a la eucaristía. Esto nos ayudará a evitar errores
medievales y a fomentar el verdadero sentido del culto. Luego, toco algunas observaciones teológicas
que hallamos en el propio ritual, para lograr una celebración con sentido
teológico. Obviamente no es un manual de teología, son sólo punto de reflexión.
Por último, hago algunas observaciones pastorales y jurídicas para lograr
comprender la instrucción que ha sacado la Conferencia Episcopal de El
Salvador.
1. Aspecto histórico:
Primer Milenio:
El culto a la eucaristía fuera de la
misa como lo conocemos hoy no tiene referencias históricas directas en el primer
milenio del cristianismo: no había horas santas, ni bendiciones con el
santísimo o sagrario que visitar en los templos.
Hay que recordar que los templos
dedicados al culto litúrgico propiamente dicho son de origen tardío en la
historia de la liturgia: los cristianos no querían confundirse con las religiones
paganas. De hecho, la liturgia en época apostólica y en la de la Iglesia
primitiva se desarrollaba en casas particulares, estamos refiriéndonos al siglo
I y II d. C.
A
partir del siglo III, el culto cristiano tuvo la disponibilidad de casas
especiales de la gente más adinerada de la comunidad, las cuales, fueron llamadas
en diferentes lugares Domus Ecclesiae
(la casa de la Iglesia o la casa-iglesia) o en Roma que se llamaron Tituli (títulos), porque eran
residencias privadas que llevaban el nombre del dueño de la casa.
Por
último, después de la revolución constantiniana, nacen las Ecclesia Dei (la casa de Dios), estamos hablando del nacimiento de
las grandes basílicas en el siglo IV d.C, que anteriormente eran lugares
públicos: mercados, cortes judiciales o templos paganos: pero ese lugar sagrado
seguía sin sagrario como lo conocemos hoy.
Ahora
bien, cuando los cristianos entraban a la Iglesia para estar con Dios o los
monjes al oratorio con la misma intención, su punto focal era el altar
cristiano, el cual, era simbólicamente la presencia de Cristo y tenía una
función central dentro del culto cristiano. Lastimosamente con el pasar del
tiempo fue perdiendo importancia hasta llegar al grado de ser una mera tabla
que tenía como base un gran retablo. Pero el Vaticano II recuperó su
centralidad.[1]
Sin
embargo, la Iglesia siempre ha tenido conciencia que la presencia de Jesús en
el pan consagrado no se limita al momento de la Eucaristía, sino que se
mantiene aún fuera de ella, tanto en occidente como en oriente.
por
ejemplo: las genuflexiones de la asamblea ante el pan consagrado que es mostrado
por el sacerdote bizantino en la puerta del iconostasio; o la distribución de la comunión a los
enfermos; o la santa reserva que se hacía en un anexo de los templos en oriente
llamado pastofórion,
sacrarium.[2]
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