martes, 22 de agosto de 2017

El beato Óscar Romero y la reforma del año liturgico del siglo XX (Parte V)

Pero comprende que el trabajo renovador de la liturgia es un beneficio espiritual para toda la Iglesia, porque la riqueza de sus celebraciones se mostrará más clara para todo el pueblo de Dios, es decir, se estaba permitiendo que todos los fieles pudieran acceder al Misterio de Cristo y de la Iglesia que están detrás del momento celebrativo: está apostando por una visión más comunitaria de la liturgia. 

En otras palabras, está convencido de que todos los fieles no son simples espectadores, sino protagonistas de la celebración litúrgica, porque la liturgia no es un conjunto de ceremonias ininteligibles, sino una realidad teológica y ascética en donde toda la Iglesia deberá participar de manera activa. Así lo decía en un artículo que publicó el 18 de enero de 1962: 

Uno puede asistir a la misa y permanecer mudo como una piedra, o cruzarse de brazos como quien asiste a una obra de teatro chino donde no se comprende nada. Pero un cristiano verdadero no puede asistir a la misa de esta manera. No venimos a la misa para seguir el desarrollo de un espectáculo interesante, donde tenemos que estar presentes y tratar de comprender algo. Para nosotros bautizados el asistir a la misa es un PARTICIPAR y un tomar parte con todo nuestro ser al Misterio de Cristo presente entre nosotros. […]  Si uno exige en la misa movimientos colectivos no de un mero capricho sino para orientar la oración conforme a las fases diversas de la acción, en una participación activa y comunitaria.[1]

Cuando habla de la participación activa, podemos notar algo especial: que en su pensamiento hace acto de presencia todo el magisterio litúrgico, y también que se manifiesta su sintonía con el espíritu de una pastoral litúrgica que desea llevar a los fieles a una participación consciente, activa y fructuosa de la liturgia, deseos que reivindicará SC meses después. Lo importante es que tengamos en cuenta que era una de sus convicciones perennes, es decir, no era una visión que había adquirido de la noche a la mañana, sino que es fruto de un largo proceso de reflexión, similar a muchos autores del movimiento litúrgico de su tiempo. 

Esto es evidencia que el padre Romero consideraba que valía la pena recuperar el sentido teológico y comunitario de la celebración litúrgica, aunque eso signifique renunciar a aspectos accidentales, no pocas veces sobrevalorados, llevando a que se oscureciera los más esencial e importante de la liturgia: su verdad, belleza, nobleza, sencillez y brevedad. Su mejor ejemplo de sacrificio era Pablo VI: 

El Domingo recién pasado el Papa antes de ir a celebrar su primera misa en italiano, hizo esta oportuna declaración: el latín significa para la Iglesia un idioma hermoso y noble, sin embargo "ha sacrificado la tradición de siglos y la unidad de su idioma" en un esfuerzo por llegar a todos para procurarles su renovación espiritual. Lo esencial, lo primero, la renovación espiritual. Lo accidental por más querido que sea es secundario y no hay que aferrarse a ello con detrimento de lo esencial.[2]

A la luz de lo que hemos expuesto hasta ahora, nos parece claro que hizo muchos esfuerzos por comprender el espíritu del Vaticano II y que se abrió a los cambios sustanciales de la reforma litúrgica, pues sabía diferenciar entre lo que es de institución divina y lo que es de derecho humano. Es decir, tiene presente el criterio de lo inmutable y lo mutable en la liturgia; además, tiene en cuenta que una de las finalidades ineludibles de la liturgia es el bien y la renovación espiritual de los fieles. 

Por ejemplo, esperaba con ansias todas las reformas de SC, le hacía ilusión tener en sus manos los nuevos libros litúrgicos que entonces todavía se estaban confeccionando. Asimismo, valoraba con firmeza la posibilidad de hacer una celebración de la Palabra por parte de un diácono o un agente de pastoral debidamente preparado, y otros aspectos similares.[3]

Cabe agregar que su valoración sobre la reforma litúrgica se basaba en sólidos conocimientos de historia y de teología de la liturgia, lo que le hacían consciente de lo que se estaba recuperando era el resplandor de la liturgia de los primeros siglos de la Iglesia, pero adaptados al mundo actual: 

El moderno movimiento de la Iglesia pretende redescubrir " de acuerdo con las circunstancias de nuestra época la índole primitiva de la celebración de los misterios de la redención cristiana, muy especialmente del Misterio Pascual " (Conc. Vaticano. Constitut. Litúrgica). La "índole primitiva" de la semana santa es triunfal. Prevalece la idea de la pascua y la resurrección como meta de la cruz y la pasión. Fue la concepción medieval la que puso una índole penitencial a la cuaresma y dio aspecto lúgubre a la semana santa. La Iglesia quiere hoy volver a aquella índole triunfal.[4]

A estas palabras, las llamaríamos hoy "hermenéutica de la continuidad", porque es una visión de la reforma donde la conservación de la tradición litúrgica no entra en conflicto con la adaptación de la liturgia con el mundo actual, sino que hay una verdadera y legitima continuidad a la altura de los signos de los tiempos. 

El lenguaje de sus artículos tiene ciertamente un tono apologético: no alcanza el nivel de una disertación teológica de las grandes universidades pontificias, pero nos parece importante que esto se dijera en el ámbito de la pastoral y que se insistiera en el sentido teológico de la liturgia. Era una manera de llevar a feliz término las intenciones auténticas de los grandes autores del movimiento litúrgico, que seguramente no querían que su pensamiento se quedara en un aula académica, sino que llegara a beneficiar a todos los fieles.

viernes, 18 de agosto de 2017

El beato Óscar Romero y la reforma del año liturgico del siglo XX (Parte IV)

El padre Óscar Romero y la reforma litúrgica conciliar 

En la obra del padre Óscar Romero podemos encontrar más escritos en los que comenta el Concilio Vaticano II; sin embargo, queremos dar un paso más. Esto significa que nos vamos limitar a estudiar aquellas que nos permitan relacionar su pensamiento teológico con la reforma del año eclesiástico propiciadas por la constitución Sacrosanctum Concilium (SC), que en realidad son pocas, pero importantes.[1]

En efecto, era consciente de la importancia de la SC, porque en este documento se pidió la revisión y la reforma del año litúrgico, para que se restableciera su tradición más primitiva y hubiera una adecuada adaptación a nuestra época, también porque el objetivo de este documento era que los fieles se orientaran hacia el Misterio Pascual de Jesucristo durante el curso del año, es decir, que prevaleciera el ciclo temporal sobre el santoral.[2]

También sabía que la SC por sí sola no hizo nada. Por esta razón, creía de vital importancia tener en cuenta el intenso trabajo postconciliar y sus ejes fundamentales: por ejemplo, la aprobación y promulgación del nuevo ciclo temporal del año litúrgico y el Calendario Romano General en el año 1969, dejando atrás las anteriores ediciones tridentinas, así como otro tipo de reformas, como el nuevo leccionario y el nuevo el ordo de la misa.[3]

En este contexto, una de las referencias a la renovación del año litúrgico mandado por SC que tenemos del padre Romero, está en un artículo del semanario Chaparrastique, datado el 5 de marzo de 1965, donde subraya, tres jornadas que caracterizan la renovación litúrgica: 

Tres jornadas marcan la densa labor actual de renovación litúrgica. La Constitución del Concilio sobre Sagrada Liturgia que el 4 de diciembre de 1963 nos ofrecía S.S. Paulo VI como primicia del Concilio y Carta Magna de este gigantesco impulso litúrgico. El motu propio "Sacram Liturgiam" con el que el Papa creaba el 25 de enero del año pasado el "Consilium" (consejo) para la puesta en práctica de la Constitución conciliar. Y finalmente la "Instrucción" elaborada por el Consejo el 26 de septiembre "para aplicar debidamente la Constitución sobre S. Liturgia". En esta "instrucción" la que entra en plena vigencia, por voluntad del Papa, desde mañana, primer Domingo de cuaresma.[4]

Efectivamente, a través del motu proprio Sacram Liturgiam, el 25 de enero de 1964, Pablo VI creó un organismo llamado Consilium ad exsequendam constitutionem de sacra liturgia, con la intención de sacar adelante la reforma litúrgica mandada por SC, en donde los miembros de coetus I y coetus XVII trabajarían incansablemente por reformar específicamente el año litúrgico y el calendario romano según el espíritu del Vaticano II.[5]

De la misma manera, la instrucción a la que se refiere es Inter Oecumenici, la primera que hicieron en conjunto la Sagrada Congregación de Ritos y Consilium, para la correcta aplicación de SC en los diferentes ámbitos concretos de la Iglesia de rito romano. De hecho, el contexto del artículo del beato Óscar Romero es una fecha trascendental: el primer Domingo de Cuaresma del año 1965, día en el que la Iglesia de El Salvador iba a poner en práctica la serie de normas de esta instrucción.[6]

Sin embargo, las cosas no resultaron como él esperaba, pues existe otro artículo del año 1973, donde denuncia una serie de abusos que el clero de El Salvador estaba cometiendo con respecto a las celebraciones de la misa. Había sido mal entendida la posibilidad de la creatividad y de la adaptación que permite SC; nos referimos a la tendencia de inventar plegarias eucarísticas y otros puntos de la misa de índole eucológico.[7]

[1] Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática Sacrosanctum Concilium, sobre sagrada liturgia, 4 de diciembre 1963, AAS 56 (1964), 125-127; A partir de aquí utilizaremos: CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática Sacrosanctum Concilium (Cuadernos Phase 141), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2004. 
[2] Cf. J. A., GOÑI, Historia del año Litúrgico y calendario romano, Barcelona 2010, 180. 
[3] Cf. I., OÑATIBIA, "Los ejes mayores del proyecto litúrgico del Vaticano II", Cuadernos Phase 214 (213), 88101; X., BASURKO, Historia de la liturgia, Barcelona 2006, 588-589; J., ABAD, La Celebración del Misterio Cristiano, Pamplona 2000, 73-74.
[5] Cf. PABLO VI, Motu proprio Sacram Liturgiam, 25 de enero 1964, AAS 56 (1964), 139-144; J. A GOÑI, Historia del año litúrgico y calendario romano, Barcelona 2010, 188-187.  
[6] Cf. MONS. ROMERO, Mañana, domingo histórico  http://www.romeroes.com/monsenor-romero-supensamiento/prensa-escrita/semanario-chaparrastique?start=240 (03/10/2014); SACRA CONGREGATIO RITUUM, Instrucción Inter Oecumenici, sobre la correcta aplicación de Sacrosanctum Concilium, AAS 56 (1964), 877-900.

jueves, 17 de agosto de 2017


El beato Óscar Romero y la reforma del año litúrgico del siglo XX (Parte III)

El padre Óscar Romero a la expectativa del Concilio Vaticano II

Reitero, al leer ciertas visiones biográficas sobre el beato Óscar Romero dan la impresión de que lo quieren presentar como un sujeto retraído y aislado en el Concilio de Trento, pero los escritos de su madurez sacerdotal dejan constancia de lo contrario: perteneció a la generación de eclesiásticos que estuvo desde el principio a la expectativa del Concilio Vaticano II, siempre mostrando un espíritu de apertura y de vanguardia:

El jueves de esta semana dejó su Sede episcopal nuestro obispo para emprender, al día siguiente, la ruta aérea hacia el Concilio Ecuménico Vaticano II. La noticia merece los relieves de nota editorial. Porque el viaje de Monseñor Machado a Roma es una de las tres mil líneas de maravillosa convergencia que van siguiendo en estos días tres mil obispos desde todos los horizontes hacia el centro de la cristiandad. Y cada uno de estos tres mil ilustres peregrinos es una viviente profesión de fe en la Suprema Autoridad del Papa, tal como la expresó en dos breves palabras la pluma de San Pablo al decir porqué viajó de Damasco a Jerusalén: VIDERE PETRUM...para ver a Pedro! (Gálatas 1, 18).[i]

El texto es obvio. Él está hablando de la inauguración del Concilio Vaticano II.  Evidentemente, en sus letras podemos notar cierto tono de emoción y triunfalismo, sin duda heredado de su mentalidad romana: su mayor garantía es el Papa, y por esta razón no le tenía miedo a los cambios; al contrario, estaba convencido de que eran necesarios. 

Cómo todos los de su tiempo, seguramente no se esperaba el tipo de resoluciones conciliares que emergerían del Vaticano II, aunque ciertamente no tenía por qué hacerlo, ya que la magnitud de este concilio es inédita en la historia de la Iglesia; además, aquí lo importante es destacar su apertura a las reformas litúrgicas que surgían de él y cómo las miraba con mucha esperanza.  En efecto, en sus escritos hemos descubierto que tenía ansia de cambios renovadores, sin ningún rasgo de ingenuidad, porque sus deseos tenían sólidos fundamentos históricos y teológicos: 

El concilio trata de redescubrir y vigorizar el valor que tiene lo cristiano. Lo auténticamente cristiano que es siempre antiguo y siempre nuevo. La Iglesia quiere rechazar todo orgullo y descubrir toda su riqueza. La Iglesia en el concilio se está examinando a sí misma y al mismo tiempo está viendo a todos los hombres a quienes debe evangelizar y desea convertirse en diálogo. No se trata de cambiar por cambiar, se trata de encontrar lo que quizás se había empeñado. No se trata de novedad, sino que se trata de renovarse para ser fiel.[ii] 

De esta manera, se dirigía a los que tenían miedo a los cambios. Les estaba diciendo que los buenos frutos de las reformas del Concilio Vaticano II dependerían de una visión esencial de una Iglesia que busca la renovación para mantener la fidelidad a Cristo y a la humanidad, sobre todo en la misión de anunciar y actualizar el evangelio, siendo consciente de ser nada más que una medicación, por lo que debe presentarse ante el mundo con una actitud de humildad y servicio. 

El padre Romero irá estudiando todos los documentos del Concilio Vaticano II, teniendo problemas no con sus contenidos, sino con las interpretaciones erróneas que se hacían de ellos y con los abusos que se cometían por parte de muchos sectores de la Iglesia en el Salvador.

martes, 15 de agosto de 2017

El beato Óscar Romero y la reforma del año litúrgico del siglo XX (Parte II)

El padre Óscar Romero y Pío XII

Basados en las evidencias que tenemos a la mano puedo afirmar con certeza que el padre Óscar Romero siguió muy de cerca el pontificado de Pío XII y la reforma litúrgica que éste impulsó; nos referimos específicamente a unos artículos que escribió en el semanario Chaparrastique, los cuales, describen la liturgia de la Semana Santa en los años 1949, 1951 y 1957. Estos escritos revelan claramente en él un proceso de adaptación y acomodación a las nuevas normas litúrgicas emanadas de las reformas de esos años.[1]

La primera cita data de 1949, ésta es parte de un artículo en donde describe al detalle la celebración de la Semana Santa en su diócesis antes de las reformas de Pío XII:

Para comprender la ceremonia de nuestro Sábado Santo hay que tener en cuenta que todo esto que hoy se celebra por la mañana del sábado, antiguamente se celebraba por la noche…noche que transcurría entre lecturas y cantos…y los números bautismos de los catecúmenos…Y al despuntar la mañana del Domingo se cantaba la Resurrección del Señor. Por motivos que se comprende la Iglesia suspendió ese culto nocturno y lo anticipó a la mañana. Si más tarde se vuelve a la práctica antigua, comprenderemos mejor las preciosas ceremonias.[2]

Nótese que sabe de historia de la liturgia, porque menciona la tradición de la celebración nocturna de la Vigilia Pascual y la peculiaridad de ser una noche dedicada al bautismo de los catecúmenos. Este conocimiento se deba posiblemente se deba a su fuente principal sobre liturgia: El Liber Sacramentorum del beato Schuster.

Además, este documento dejar ver que es consciente que la celebración pascual por la mañana del Sábado Santo era algo de derecho humano, por lo que estaba abierto a que la Iglesia pudiese recuperar más adelante la antigua tradición, cuestión que iba a suceder, sin que él lo supiera, dos años después.

Igualmente, la segunda cita, de 1951, es otro artículo en el describe la Semana Santa en su diócesis, pero la novedad en esta ocasión era que por vez primera celebraba la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo: 

Con el permiso otorgado por la Santa sede para que este año puedan celebrarse las ceremonias del Sábado Santo por la noche, retornara a aquella edad de oro la liturgia pascual. Es en ese marco de expectativa y sombra donde las emocionantes ceremonias del Sábado Santo recobran toda la belleza original de su simbolismo. Este año, pues, como los cristianos antiguos, huérfanos de misa y comunión, esperaremos que brillen las estrellas del sábado para congregarnos en nuestros templos a celebrar la augusta vigilia que espera a Cristo Resucitado.[3]

Sin lugar a duda, está hablando del decreto de la Sagrada Congregación de Ritos Dominicae Resurrectionis vigiliam del 09 de febrero de 1951, que concedía la facultad de celebrar la liturgia de la Vigilia Pascual en las horas nocturnas entre el Sábado Santo y el Domingo de Resurrección.[4]

En lo esencial, hemos de resaltar que ha hecho una interpretación correcta entre tradición y progreso, porque hace una referencia a la tradición más antigua de la Iglesia, combinándola de manera adecuada con las disposiciones de la Santa Sede, pues dice que es una vuelta que la Iglesia ha hecho a la edad de oro de la liturgia pascual. 

Por último, la tercera cita data 1957, es un artículo donde describe la Semana Santa, quizás la segunda vez que la celebraba en su forma actual:

El Papa Pío XII "Pastor Angelicus" ha recaído los fines pastorales de la semana santa al restaurarle su primitivo esplendor […] El Jueves Santo por la mañana, la catedral ha recibido la liturgia de la edad de oro, con su "misa crismal" que congregó al clero de la Diócesis. Pero fue por la noche que la inmensa sala se dilataba como el gran cenáculo de la "Misa de la cena del Señor". Largas filas de hombres y mujeres se acercaron al llamamiento de Jesús: "tomad y comed este es su cuerpo…" Y después del arte para guardar el divino regalo.[5]

En esta ocasión, se refiere al decreto Maxima redemptionis nostrae mysteria y la instrucción Cum propositum de la Sagrada Congregación de Ritos, que datan del 16 de noviembre de 1955, donde se restauraba en general la celebración de la Semana Santa, es decir, se reformaba tanto el oficio como la misa del Domingo de Ramos, las ferias II, III, IV, V, VI y se obligaba a celebrar la misa en la noche del sábado, pues, en 1951 era una acción facultativa.[6]

Por nuestra parte, subrayamos que él reconoce que este decreto e instrucción son una restauración del primitivo esplendor de la liturgia. Se refiere a la edad de oro de los Santos Padres. Una vez más parece que está muy instruido en historia y teología de la liturgia, porque sabe apreciar la reforma no desde su dimensión puramente jurídica, sino desde un hondo sentido teológico.


[1] El Papa Pio XII fue quien dentro de su pontificado habló más de liturgia e hizo importantes cambios al respecto. Por ejemplo: en la década de los cincuenta hizo reformas sobre la celebración de la Semana Santa, la Vigilia Pascual, el ayuno eucarístico y simplificó algunas rubricas litúrgicas.  Cfr. PIO XII, carta encíclica Mediator Dei sobre sagrada liturgia, 20 de noviembre de 1947, AAS 39 (1947), 521-600; PIO XII, Constitución apostólica Christus Dominus sobre la observancia del ayuno eucarístico, 6 de enero de 1953, AAS (1953), 15-25; PIO XII, Carta encíclica Musicae sacrae disciplina sobre la música sagrada, 25 de diciembre de 1955, AAS 48 (1956), 5-25; SACRA CONGREGATIO RITUUM, Instrucción De musica sacra sobre la música sagrada y sagrada liturgia en el pensamiento de las cartas encíclicas de Pio XII Musicae Sacrae Disciplina y Mediator Dei, 3 de septiembre de 1958, AAS 50 (1958), 630-663; SACRA CONGREGATIO RITUUM, Decreto Dominicae Resurrectionis vigiliam sobre la  restauración de la solemne vigilia pascual, 09 de febrero de 1951, AAS 43 (1951), 128-137; SACRA CONGREGATIO RITUUM, Decreto general Maxima redemptionis nostrae mysterya sobre la renovación del ordo litúrgico la semana santa, 16 de noviembre, AAS 47 (1955), 838-841; SACRA CONGREGATIO RITUUM, Instrucción Cum propositum sobre el ordo para la correcta celebración de la semana santa, 16 de noviembre de 1955, ASS 47 (1955), 842-847; SACRA CONGREGATIO RITUUM, decreto general Cum nostra hac aetate sobre la simplificación de la rubricas, 23 de marzo de 1951, AAS 47 (1955), 218-224; SACRA CONGREGATIO RITUUM, Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus. Editio typica, 30 de noviembre de 1955, In Civitate Vaticana: Typis Polyglottis Vaticanis 1956. 
[3] Cf. MONS. ROMERO, La Vigilia Pascual http://www.romeroes.com/monsenor-romero-su-pensamiento/prensaescrita/semanario-chaparrastique?start=45 (03/10/2014)
[4] Cf. SACRA CONGREGATIO RITUUM, Decreto Dominicae Resurrectionis vigiliam, sobre la restauración de la solemne vigilia pascual, 09 de febrero de 1951, AAS 43 (1951), 128-137.
[6] SACRA CONGREGATIO RITUUM, Decreto general Maxima redemptionis nostrae mysterya sobre la renovación del ordo litúrgico la Semana Santa, 16 de noviembre, AAS 47 (1955), 838-841; SACRA CONGREGATIO RITUUM, Instrucción Cum propositum sobre el ordo para la correcta celebración de la Semana Santa, 16 de noviembre de 1955, ASS 47 (1955), 842-847. 

jueves, 10 de agosto de 2017

El Padre Óscar Romero y la reforma litúrgica del siglo XX
(Parte 1)

Al estudiar sistemáticamente los escritos del beato Óscar Romero he podido comprobar que fue un testigo privilegiado de la reciente reforma al año litúrgico y calendario romano. Este dato histórico da solidez teológica a su pensamiento, porque significa que estamos ante un personaje de primera mano con respecto a los cambios litúrgicos del siglo pasado, sumándole que era un hombre que se dejaba interpelar por la realidad histórica y eclesial, sin dejar a un lado su profundidad y agudeza intelectual.

El Padre Óscar Romero y el Movimiento Liturgico

La lógica histórica dicta que el Padre Óscar Romero conoció muy bien el año eclesiástico y el calendario romano en su forma post-tridentina, pues fueron las realidades con las que modeló su formación y ministerio sacerdotal: tenía una personalidad litúrgica de hierro al estilo romano; las normas estaban claras para él, no había espacio para una espontaneidad o creatividad litúrgica irresponsable. Pero pasó lo impensable en su tiempo: surgió una reforma del año litúrgico.

De manera general puedo decir que el año liturgico cambió de paradigma: fue una época en donde recobra su sentido teológico y la centralidad pascual más originaria, aspectos que se había oscurecido con el correr del tiempo, principalmente por una sobrecarga de la celebración del santoral sobre la celebración del ciclo temporal o dominical, aporía que se trató de corregir muchas veces después del Concilio de Trento, no obteniendo óptimos resultados.[1]      

Pero estos cambios en la liturgia no fueron azarosos, sino frutos de un largo procesos de restauración y renovación histórica, patrística, jurídica y teológica iniciado por el Movimiento Litúrgico, que luego fue reivindicado de manera oficial por la Iglesia a través su magisterio.[2] Esto quiere decir que cuando usamos la frase “reforma litúrgica” no nos referimos a la emanada del Vaticano II solamente, sino estamos pensando desde Pio X hasta Pio XII.

Estas reformas litúrgicas fueron un fenómeno inevitable e importante para todos los clérigos contemporáneos que se habían formado bajo los cánones de Trento, no todos entraron en la dinámica de los cambios, muchos se resistían temiendo a que el modernismo se había apoderado de la Iglesia: nos referimos a los conservadores que se aferraban a ultranza de la tradición.

Los que piensan que el Padre Romero pertenecía a este grupo se equivocan. En efecto, cuando focalizamos nuestra mirada sobre el pensamiento de su juventud sacerdotal advertimos que él participó activamente de la ya mencionada reforma litúrgica del siglo pasado, la clave es su confianza plena en la inefabilidad del magisterio papal y conciliar.

Queda claro, lo que le hizo entrar en el espíritu las reformas litúrgicas fundamentalmente fueron los papas. Pero ¿conoció el Movimiento Liturgico? ¿se dejó influenciar por él? ¿era un eclesiástico de avanzada? Bueno, de lo único que tenemos certeza es que conoció y se relacionó con el Liber Sacramentorum del beato Ildefonso Schuster, porque existe un artículo del semanario Chaparrastique del año 1951 en donde lo cita explícitamente: 

Era tan grandiosa esa vigilia para la antigua liturgia que, en tiempo de Tertuliano (según el Card. Schuster) "era libre asistir a los oficios del Domingo, pero nadie se podía eximir sin pecado de tomar parte en los ritos nocturnos de la vigilia de Pascua." Se trataba además del último día de la cuaresma la que se iba a coronar esa noche con el bautismo de los catecúmenos. Los antiguos fieles, en ayunas desde la tarde del Viernes Santo, iban aquella noche del sábado al templo donde el rito se desarrollaba según las cuatro líneas maestras que todavía se conservan en nuestro misal: el lucernario, la vigilia, el bautismo y la misa.[3]

Surge otra pregunta: ¿por qué el beato Schuster y no otros autores del Movimiento Litúrgico? Bernabé Dalmau nos ayuda a responder a nuestro interrogante:   

Entre todos los «padres» del movimiento litúrgico presentados en el este número de Phase, el beato Ildefonso Schuster es el que mejor encarna con plenitud la romanidad en toda su grandeza como foco de una espiritualidad que ha alimentado el conocimiento y la comprensión de los tesoros de la plegaria de la Iglesia católica durante decenios.[4]

Esto nos ayuda a comprender que, si bien el padre Óscar Romero estaba interesado por la espiritualidad y la liturgia, la romanidad adquirida en su formación presbiteral les impulsaba a buscar solamente aquellas fuentes históricas y teológicas que fueran seguras y estuvieran de acuerdo con sus propias convicciones. Por consiguiente, el Liber sacramentorum era, para aquel joven sacerdote, la referencia litúrgica válida hasta antes del Vaticano II, ya que estaba centrado en la liturgia romana y era donde estaba libre de riesgo.

Por lo demás, se comprende que las otras obras del Movimiento Litúrgico no aparezcan de manera explícita en su pensamiento, porque la mayoría de ellas están ubicadas fuera del ámbito académico de las universidades pontificias de Roma, por ejemplo, nos referimos a la producción teológica e intentos de restauración de la liturgia en países como Bélgica, Francia, Alemania, España e Italia.  

También, hemos de contar con lo que dice Xavier Basurko, quien afirma que había muchas voces en el ambiente romano que estaban en contra del Movimiento Litúrgico que intentaba expandirse por toda Europa, lo que seguramente invitaba a guardarse de cualquier tendencia nueva en esta línea de pensamiento, para no verse afectado por alguna filtración modernista.[5]

 A todo esto, hemos de sumar que el padre Romero por cuestiones de personalidad e inclinaciones a la vida mística y espiritual, no se interesaba por ninguna novedad teológica de su tiempo, por lo que habrá pasado de largo la mayoría de encuentros con las obras del movimiento litúrgico. [6]

[1] Cf. J. A., GOÑI, Historia del año litúrgico y del calendario romano, Barcelona 2010, 133-134. 
[2] Cf. M., AUGÉ, "Los fundamentos de la renovación litúrgica del siglo XX (editorial)", Phase 316 (2013), 371. 
[4] B., DALMAU, "El beato Ildefonso Schuster y su «Liber sacramentorum»", Phase 316 (2013), 428. 
[5] Cf. X., BASURKO, Historia de la liturgia, Barcelona 2006, 428. 
[6] Cfr. J. Delgado, La cultura de monseñor Romero, en R. Morozzo della Rocca (Ed), Óscar Romero, un obispo entre la guerra fría y la revolución, Madrid 2003, 

DIRECTORIO HOMILÉTICO: Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica. Ciclo C. Cuarto domingo de Adviento.

96. Con el IV domingo de Adviento, la Navidad está ya muy próxima. La atmósfera de la Liturgia, desde los reclamos corales a la conversión, ...