El Lenguaje de la Liturgia (VII)
Por A. Hoese
Además de los gestos y posturas propios del ministro ordenado que
celebra “in persona Christi” (obispo o presbítero) vistos anteriormente, existe
una diversidad de gestos y posturas que pertenecen tanto al sacerdote como a la
asamblea, aunque en momentos diversos, según la naturaleza del rito: las manos
juntas, es señal de humildad y servicio, de respeto y súplica confiada; golpear
el pecho es señal de dolor y contrición, durante el acto de contrición
en la Confesión, o en diversos momentos de la Misa.
El arrodillarse es un gesto corporal que acompaña la
actitud interior de adoración. Doblar ambas rodillas significa
‘doblar nuestra fuerza frente al Dios vivo’, es por tanto también una postura
adecuada para la súplica. Encontramos innumerables ejemplos en la
Escritura, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento[1],
y es para la liturgia cristiana un elemento esencial [cfr. EL, Parte IV, Cap
II.6].
Estar de pie es la postura clásica de oración,
tal como se muestra repetidamente en el Antiguo y Nuevo Testamento[2] . Es también expresión de
disponibilidad y respeto, como en la escucha del Evangelio.
Durante las lecturas, salmo y homilía, la postura de estar sentado indica
recogimiento y atención. No es la postura oriental de meditación, en la cual el
hombre se mira a sí mismo, sino la de estar atento a Aquel que nos enseña con
su Palabra, saliendo a Su encuentro con nuestro corazón y nuestra inteligencia.
La genuflexión es un saludo respetuoso y signo de
sumisión y reverencia, que consiste en flectar brevemente la rodilla derecha
hasta tocar el suelo, con el torso erguido. Tiene su origen en la Edad Media,
en la ceremonia de la corte del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Primero fue una genuflexión del vasallo frente a su señor, luego delante del
Obispo y posteriormente frente al Santísimo Sacramento en el Tabernáculo.
Actualmente significa adoración y por eso se reserva para el
Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en
la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de
la Vigilia Pascual. El sacerdote la realiza en la Misa después de la
consagración de cada especie y antes de la comunión [IGMR, 274].
La reverencia o inclinación del cuerpo puede ser de dos
formas: la inclinación profunda del torso con las manos
entrelazadas que se utiliza para venerar el altar (cuando no hay sagrario), o
al Cirio Pascual encendido, signo de Cristo resucitado; y la inclinación
de cabeza que se hace al nombre de Jesucristo, de la Virgen y del
santo en cuyo honor se celebra la Misa, o bien para recibir la bendición final.
La procesión es un gesto que se convierte en rito: en
la Misa tenemos la procesión de entrada, de ofrendas y de comunión. Simboliza,
principalmente, el carácter peregrinante de la Iglesia. También, a veces, es un
signo muy expresivo de fe y devoción, como en la Solemnidad del Corpus Christi;
o revive un momento especial de la salvación, como en la procesión del Domingo de
Ramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario