El Lenguaje de la Liturgia (VI)
Por A. Hoese
Entre los gestos más importantes encontramos: la señal de la
cruz, la imposición de manos, las manos juntas, los brazos
extendidos, los ojos elevados hacia el cielo, golpear
el pecho, etc. Se pueden señalar como posturas corporales: la postración,
el arrodillarse, estar de pie, estar sentado,
la genuflexión, la inclinación del cuerpo o reverencia y
las procesiones.
Puesto que el hombre ‘participa’, pero ‘no crea’ la liturgia, estos
gestos y posturas corporales deben ser considerados en su verdadero
significado y utilizados de acuerdo y en concordancia con los momentos
indicados, y no según el parecer o sentimiento de quienes participan del
culto [cfr. IGMR, 5; 42].
Los gestos y posturas reflejan y ayudan a disponernos interiormente.
Esto pasa aún en nuestro hacer social: existen las normas de educación y
protocolo para cada circunstancia de la vida. Pero además, el culto es un acto
comunitario: las posturas corporales tienen la particularidad de que acentúan
-o desdibujan, según la uniformidad- actitudes interiores de la asamblea
celebrante. Por eso el Misal pone como ideal esta expresión de unanimidad entre
todos los que participan en la celebración: "La uniformidad de las
posturas, que debe ser observada por todos los participantes, es signo de la
unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada
Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los
participantes" [cfr. GyS; IGMR, 42].
Algunas de las posturas son propias del ministro ordenado, como la postración,
que se realiza en la Liturgia del Viernes Santo y en las ordenaciones
diaconales, presbiterales y episcopales. La postración es signo de
anonadamiento total frente a Dios, de la total incapacidad humana y por tanto
de identificación total con la voluntad divina: “cayó con el rostro en tierra y
oraba: ‘que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt. 26, 39).
De igual forma, hay gestos que acompañan determinados ritos y que por
tanto son propios del sacerdote que celebra in persona Christi: los brazos
extendidos y elevados al cielo, durante la colecta, plegaria eucarística,
paternoster, prefacio, para expresar los sentimientos del alma que busca y
espera el auxilio de lo alto; extender y volver a juntar las manos,
simboliza el recoger las intenciones y deseos de todos para ofrecérselos a
Dios; la mirada dirigida hacia lo alto, a imitación de Cristo, en
la consagración del pan y el vino (cfr. Jn. 11,41.17,1); la imposición
de manos, como señal de transmisión o ejercicio de poder, misión y envío,
absolución de culpas y bendición.
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