martes, 30 de octubre de 2018

Pinceladas Romerianas: Seminario Menor, los padres claretianos



Desde su infancia se distinguía por la profunda piedad e inclinación incipiente a la vida religiosa. Por ejemplo: sus hermanos y amigos nos revelan que visitaba todos los días la iglesia del pueblo para orar y rezar el Santo Rosario o que lo hacía al pie de su cama antes de dormir; igualmente, nos dicen que, al jugar con los demás niños de su barrio, siempre procuraba tomar el papel de un cura que bendecía a todos y que hacía procesiones populares.[1]

Don Juan Leiva, un maestro en carpintería, y su hermano Alfonso Leiva, alcalde del pueblo, fueron quienes notaron claramente la vocación al sacerdocio; también sirvieron de enlace con la diócesis de San Miguel para que iniciara su formación. Cuando se enteró la familia, la madre fue diligente en respetar la llamada que Dios le había hecho a su hijo, pero su padre ponía obstáculos irracionales y tardanzas injustificadas, en el fondo eran problemas económicos, pero todo se resolvió con una beca que el obispo le concedió.[2]

Así es como entró en el seminario menor de San Miguel, en donde residió desde el año 1931 a 1937, bajo la dirección de los padres claretianos, lo que dejará agradables recuerdos y enriquecedoras experiencias, que en más de alguna ocasión expresó públicamente:

Finalmente, fui a cenar a la Casa Generalicia de los padres claretianos, habiendo compartido la mesa principal con el Padre General, que mañana saldrá rumbo a Alemania para festejar a su antecesor, que ya cumple más de ochenta años de vida. Recordé con ellos los días de mi seminario menor y también mi primera misa, que celebré precisamente en el templo anexo a este centro de autoridad claretiana, el templo del Corazón de María. Y al pedírseme un autógrafo para su libro de visitas, escribí así: «Hoy he vuelto a mis orígenes... Al cenar con ustedes, he recordado el seminario menor que hice con los queridos padres claretianos. Y en este lugar celebré mi primera misa en 1945. Gracias y bendición».[3]

Esta etapa de su vida en el seminario menor fue de mucho provecho: los padres claretianos propiciaban humildemente un ambiente paternal y humanístico, así como lo exigía la época, había una disciplina mesurada y un espíritu académico de altura. Aquí no sólo fortaleció su ideal sacerdotal, sino que descubrió y cultivó habilidades que le acompañaran toda la vida: oratoria, musica y letras.[4]

En su casa había mostrado tener una indudable piedad mariana, pero con los claretianos fomenta su amor al Inmaculado Corazón de María y con la piedad popular del pueblo migueleño profundizó su devoción a la Virgen de la Paz, advocaciones que serán centrales en su vida espiritual de sacerdote diocesano. De hecho, Jesús Delgado opina que su amor por la Virgen María fue de gran beneficio para san Óscar Romero, porque ese afecto materno espiritual le ayudó a superar la obsesión por caer en pecado cada vez que él se relacionaba con alguien del sexo femenino.[5]


[1] Cf. Zaida Romero—Tiberio Romero, "De niño era como tristito", 16-17.[2] Cf. Tiberio Romero, La vida de monseñor Romero según Tiberio, hermano menor del conocido obispo,
[3] Cf. Romero, Diario, 158.
[4] Cf. Morozzo, Primero Dios, 54.
[5] Cf. Lara, "Espiritualidad del padre Oscar A. Romero", 74; Delgado, Así tenía que morir, 88.

jueves, 25 de octubre de 2018

Domingo XXX del Tiempo Ordinario, Ciclo B.


Lectura de este domingo: 

·        Jer 31, 7-9
·        Sal 125 
·        Heb 5, 1-6
·        Mc 10, 46-52

Es curioso que Bartimeo, el personaje central del evangelio de este domingo no el único al que le falla un sentido primordial, también los discípulos estaban sordos al clamor de ese mendigo que pedía compasión. Por eso es importante no ser sordos a la voz de Dios que se manifiesta en la historia y en los pobres. Nuestro punto de partida siempre tiene que ser la realidad.

Efectivamente, hay un dato curioso, pero cierto: en El Salvador un 20% de la población ya no es creyente, se ha olvidado de Cristo, viven en la total paganidad, cuando hace unos pocos años éramos la mayoría cristianos, sea católico o protestantes. Esto sin contar que del 40 % que son católicos, sólo el 10% practicantes. A estos les llamamos los alejados de Dios y de la Iglesia, ya lo señala Aparecida. Cuando pienso en Bartimeo, podemos decir que son todos ellos, que de alguna manera han perdido la luz de la fe, estando sumergidos en la oscuridad del pecado y del misterio de la iniquidad.

Por otra parte, quiero traer a colación la carava de migrantes hondureños. No sabemos quién los ha organizado para que decidan irse en esas condiciones, tampoco nos interesa saberlo. Lo que podemos notar son dos cosas: La situación inhumana en la que estos hermanos se encuentran en su país, al igual en otros países del istmo centroamericano, empobrecidos históricamente; el aprovechamientos que los poderosos hacen de la necesidad de los pobres: son simples piezas de ajedrez en sus guerras políticas y económicas. Pero los pobres no son parias, decía San óscar Romero.   

A pesar del dolor y el sufrimiento, este domingo nos reunimos en la casa de Dios para alegrarnos en el Señor, el corazón del hombre sólo haya su reposo cuando busca y encuentra a su redentor. Y a eso hemos venido a la Santa Misa: Que se alegren los que buscan al Señor. (Salmo 104, 3) Esto revela una verdad sobre el hombre: ha sido creado por y para Dios, el buscarle está inscrito en la Lev (corazón), lo que pasa es que a veces se le busca en el lugar equivocado. Hoy estamos invitados a tener una experiencia de encuentro con Jesucristo, y dejar que el nos colme de su gracia, así podremos llenarnos de una santa alegría.

Centrémonos en el Evangelio.

Bartimeo. ¿Quién era? Su propio nombre lo decía: era hijo de Timeo. Esto de alguna manera describe quien es él: al mencionar que era hijo de alguien, puede indicar que ese alguien era importante, lo más probable, es decir, que Bartimeo no fue pobre todo el tiempo, hubo un tiempo que podía ver y era rico, que por alguna razón perdió la riqueza y la vista. Según la teología de la retribución, este hombre pasó de la bendición a la maldición, porque la pobreza y la enfermedad eran signos claro que era injusto, por lo tanto, reprobado por el mismo Dios. O sea, el que estaba tirado en el suelo mendigando era un maldito pecador. La peor pobreza que tenía era que había perdido su dignidad, estaba excluido de su familia, sociedad y religión. Esto explica la actitud de los discípulos: ¿para que hacerle caso a un maldito?

Los discípulos. Ellos actual negligentemente, como sordos, no quieren escuchar el clamor del que sufre. Esto nos hace pensar que no han entrado en la lógica del Reino. Estaban con Jesús, pero no pensaban cómo él. Actuaban de acuerdo con la ley, pero no vivían de acuerdo con la misericordia, que es la actitud de Dios. Ya lo dijo el Papa Francisco: El nombre de Dios es misericordia.

Jesús.  El pasa cerca del ciego, no le evade; escucha y atiende el clamor de Bartimeo; lo manda a llamar, está interesado en el problema del que sufre; le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Haz que vea fue la respuesta de Bartimeo. Esto indica que actuó con misericordia y compasión, así es el Padre. Dios tiene corazón.

A la luz de la primera lectura y del salmo, Bartimeo representa al Resto de Israel, es decir, a esa pequeña porción del pueblo de Dios que se mantiene fiel a la alianza, que vive de la esperanza en las promesas de Dios: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!”. El autor del libro de Jeremías está pensando en el Israel que venia del exilio de Babilonia, que era un pueblo débil, triste y golpeado por la historia, en esa caravana venían ciegos, cojos, mancos, mudos. Etc. Sin embargo, el profeta grita: alegraos, gritad de júbilo, porque Dios los ha liberado.  Entonces, al curar al mendigo y ciego, está cumpliendo esta figura mesiánica y liberadora, Dios se acerca para dar vida y libertad.

La vida y libertad que ofrece Dios va en dos direcciones: hay un Reino que Jesucristo anunció e inauguró en la historia y que sigue creciendo, pero que no tendrá su plenitud hasta el final de los tiempos. La Iglesia participa de esta misión mesiánica, está llamada a dar signos concretos de ese Reino:

 -   No puede ser sorda a la voz de los pobres y oprimidos por el pecado concreto de los hombres.

-  Debe tener la humildad de Bartimeo de pedirle al Señor: haz que vea. A esto le llamamos discernimiento. Porque también podemos perder la luz de la fe y ser ciegos.

-   La Iglesia devuelve la luz de fe a los que están ciegos por el pecado a través de su propio testimonio y a través de la misión evangelizadora integral.

-    La Iglesia debe estar cerca de los que claman misericordia.

 La Iglesia debe siempre estar dispuesta a iluminar la realidad histórica del mundo, no puede vivir de espaldas al mundo.  


Que esta Eucaristía dominical sea de mucho provecho para ti y tu familia, que podamos ser participes de la mejor liberación que podemos tener, cómo dice el prefacio Dominical I: Quien, por su Misterio pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte. al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad, para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable, proclamemos ante el mundo tus maravillas.

Dios te bendiga.

miércoles, 24 de octubre de 2018

El Evangelio en latín y en griego ¿por qué?


¿El Evangelio en griego y latín?
En la misa de canonización de Pablo VI, Monseñor Romero y 5 beatos más, se leyó el Evangelio en dos lenguas litúrgicas: latín y griego. Algunos amigos se han preguntado el porqué de eso. A continuación, la respuesta:
1.     Leer el Evangelio en esas lenguas litúrgicas en una misma Misa es una tradición muy antigua del Rito Romano; digamos que es una manera para expresar la presencia de dos tradiciones hermanas: la occidental y la oriental.
2.     Igualmente, hoy trata de significar la potestad universal del Papa, tanto en occidente como oriente, a pesar de que se tengan relaciones jurídicas diferentes, hay que mantener signos de comunión con la cabeza visible de la Iglesia.
3.     Por cierto, esto no se hace en cualquier Misa presidida por el Papa, sólo en las grandes solemnidades del año litúrgico: Navidad, Semana Santa, Pascua y en las canonizaciones. También, se ha hecho en la misa de inicio su pontificado.
4.     Por último, influye la presencia del Pontificio Colegio Griego de Roma en estas Misas que hemos mencionado, una tradición secular que se remonta al siglo XVI. Esto indica la naturaleza católica de la Iglesia Griega y su presencia en la liturgia Romana. Ello son los que tienen el privilegio de leer la Epístola y Evangelio en griego en las Misas solemnes del Papa.
Fuentes:
v «L`osservatore Romano»
v WWW.liturgiapapal.org

PINCELADAS ROMERIANAS: LA INFANCIA


San Óscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios, un lugar al norte del departamento de San Miguel, a ciento cincuenta y dos km. de la capital de San Salvador; hablamos de un pueblo marcado por la historia, la religiosidad popular y las tareas agrícolas del cultivo del café y la ganadería, alejado notablemente del bullicio de la capital y de los avatares sociopolíticos de aquellos años; en fin, un pueblo humilde y pleno de valores cristianos. Hijo de don Santos Romero, telegrafista del pueblo y de doña Guadalupe Galdámez de Romero, empleada de correos y ama de casa, fue el segundo de ocho hermanos.

Fue bautizado el 11 de mayo de 1919, por el Pbro. Cecilio Morales, en el templo que estaba junto a la plaza de su pueblo, siendo sus padrinos Lázaro Bernal y Josefa Gavidia. Este retraso se debe a que sus padres tuvieron que casarse antes del bautismo: esto implicó recibir instrucción religiosa para el sacramento del matrimonio; Santos no había hecho ni siquiera su primera comunión, por lo que tuvo que recibir catequesis para la confesión y la eucaristía. Al respecto, hay lecturas muy particulares, pero, a pesar de la opinión de los historiadores, tenemos la certeza, junto a Vitali, que sus padres fueron quienes le enseñaron amar a Dios, la doctrina y la vida de piedad, caridad y oración.[1]

En su infancia tuvo una vida relativamente modesta: los ingresos económicos familiares provenían del oficio de sus padres y de una finca de su propiedad, no estamos negando las limitaciones que enfrentó, sino que afirmamos que tenía lo necesario para vivir. La estrechez económica vino más tarde, debido a desafortunados negocios de sus padres y a circunstancias particulares; sin embargo, no fue obstáculo para don Santos el sacar adelante a la familia.[2]

La rutina de Óscar consistía en asistir diariamente a la escuela y ayudar a sus padres en el oficio de repartir cartas y telegramas. Además, aprendía el oficio de la carpintería, junto al maestro Juan Leiva, uno de los carpinteros más famosos de Ciudad Barrios, lo que deja constancia de que era un niño muy responsable, trabajador y piadoso, personalidad poco común a los demás niños de su edad. En este sentido, podemos decir que la providencia permitió que se forjara en él una base humana y espiritual idónea para responder de manera óptima a la vocación sacerdotal. No estamos hablando de una leyenda edulcorada, típica en las historias de los santos, sino de un ambiente familiar y religioso que en verdad influyó en su personalidad.[3]

Los familiares y amigos que lo conocieron en su edad infantil lo describen como tímido y retraído, aspectos inherentes a su personalidad, pues siempre tendió a la soledad y a alejarse de todo aquello que implicara meterse en problemas, pero nada fuera de lo normal, tal vez acomplejado por su origen humilde. Debemos pensar que, siendo sacerdote, vivió en amistad con familias pudientes del oriente del país, sin dejar de ser amigo de los pobres, situación que reforzaba esos complejos de inferioridad. Este fenómeno afectivo es común entre las personas que nacen y se desarrollan en el interior del país, y que por algún motivo personal o familiar se ven obligados a trasladarse a la ciudad.[4]

PRÓXIMA ENTREGA: SU FORMACIÓN SACERDOTAL




[1] Cf. Brockman, La Palabra queda, 61-64; Mata, Monseñor Óscar Romero, 16; Vitali, "La personalidad del padre Romero", 133.
[2] Cf. Morozzo, Primero Dios, 51-52; Zaida Romero—Tiberio Romero, "De niño era como tristito", 16-17.
[3] Cf. Ibid.
[4] Cf. Carranza, "Un pequeño inquisidor", 35-36; Vitali, "La personalidad del padre Romero", 134.

martes, 16 de octubre de 2018

San Óscar Romero: santidad que revoluciona la historia


Santiago de María, 11 de octubre de 2018

Escribo desde lo que fue la casa de San Óscar Romero durante casi tres años.

Hoy en la mañana comenzó en el seminario donde sirvo como formador un triduo en honor a Monseñor Romero. Todo comenzó con una misa en acción de gracias por su próxima canonización; al incensar su imagen se me hizo un nudo en la garganta, recordando lo que él significa en mi vida.

Durante mi infancia no tuve noticia de este santo obispo, mi familia era de los que pensaba que él se equivocó en su labor pastoral, algo que no juzgo oportuno comentar por respeto a mis mayores y a los seres que tanto amo. Además, no los culpo, eran tiempo de guerra, lo que significaba que la palabra monseñor Romero estaba prohibida, si el pater familia quería mantener salvaguardada a su familia; pero la guerra terminó en 1992. 

Pero en 1997 entré en un colegio católico en donde se quería mucho a monseñor, allí lo empecé a conocer. Le tomé un gran aprecio y devoción, me enteré de inmediato de que era un hombre de Dios, se convirtió en mi corazón de joven en un héroe, digno de respetar y tener como modelo. Ciertamente, su figura de pastor me inspiró la vocación, cuando ya tenía claro un proyecto de vida. Si, por raro que parezca, a los dieciséis años lo tenia claro, sabía que quería en la vida. Pero, todo cambió cuando lo conocí, fue como un vela que se encendió para jamás apagarse.

Bueno, el tiempo pasó, llegó el tiempo de entrar en el seminario. El golpe fue cuando me empecé a dar cuenta que gente de la misma Iglesia católica no quería a monseñor, no podía comprender como se podía despreciar y odiar a un hombre tan bueno y santo, no lograba asimilar como se podía desconfiar de alguien que había dado su vida por fidelidad a la Iglesia y los pobres. No lograba entender que yo me convertía en peligroso por ser devoto de Mons. Romero. Los que vivimos esos tiempos en el seminario, nos encanta recordar que en lugar de echarnos para atrás nos mantuvimos firmes, no lograron que renegáramos de su legado. Entre cantos, poemas y teatro mantuvimos vivo el recuerdo de nuestro mártir. En ese mismo contexto, fui de los pocos que me atreví a escribir sobre él, logrando hacer mi artículo teologico (un símil al trabajo de graduación), fue cuando abrí un camino de reflexión personal sobre él de manera mas seria y profunda.

Me recuerdo muy bien, que llegó un momento en el que el Vaticano ya había revisado todo su pensamiento, concluyendo que era ortodoxo, pero vino otro proceso extraño para muchos: “un estudio sobre su ortopraxis”, en palabras sencillas: “haber si en la vida fue coherente con su pensamiento, queremos comprobar si él no era en realidad un agitador marxista o un alienado” algo así lo traduje yo. Esas cosas duelen, porque uno se da cuenta hay dobles intensiones. Pues, llegó el tiempo en el que concluyeron que efectivamente era coherente, que no había indicios de doble vida. Entonces, dieron un espacio para ver cuando era conveniente canonizarlo, muchos dijimos: moriremos sin ver a Romero en los alteres.

En el año 2013 decidí por sugerencia del P. Gabriel Seguí hacer mi tesina de maestría sobre el pensamiento de Mons. Romero, aun cuando sentía algo de temor porque no sabía si en la facultad tenía apertura por el pensamiento latinoamericano, pero él me ayudó para hacerme camino. Justamente, en el año 2015, un día antes del anuncio de la beatificación, el decano de la facultad, amigo de Jesús Delgado y de Vincenzo Paglia, me encontró por casualidad en las oficinas administrativas de la Facultad, y me dijo: te haré una confidencia, beatificarán a Romero, no le digas a nadie, que el anuncio saldrá hasta mañana. En realidad, uno piensa que lo están troleando, pero viniendo de una persona tan seria y responsable, pues tuve que creerle. El corazón se me llenó de alegría y gozo, me parecía soñar, se me hizo un nudo en la garganta: ¡Romero beato! Y así fue, al día siguiente sale la noticia que llenó de júbilo a todos los que amábamos a monseñor.

El plan estaba trazado: beatificación, centenario de nacimiento y canonización. Yo agregaría: llegará a ser Doctor de la Iglesia. (siempre lo he dicho: si dos santos llegarán a ser doctores de la Iglesia en el siglo XXI esos serán Benedicto XVI y San Óscar Romero). Gracias a la providencia divina, todo se ha ido dando a su tiempo, incluso el Milagro de Cecilia ya estaba en ese plan de Dios, y ahora estamos agradecidos por la canonización. Miles de salvadoreños han ido de peregrinación a Roma, que bien por los que han logrado ir. En mi caso decidí no ir, me quede con mis pobres a celebrar la canonización, creo que era una alternativa si en verdad has entendido el mensaje de Romero. Esta decisión no me hace mejor que nadie, no me mal entiendas, los que fueron nos representaron dignamente.

En realidad, fueron tiempos difíciles, pero necesarios. Claro, esto lo entiendo en retrospectiva, ahora que estoy viendo las cosas que muchos pensamos no ver. Era necesarios un tiempo discernimiento y acrisolamiento, porque su vida y pensamiento es oro, necesitaba pasar por el fuego; además, la canonización ha venido cuando Dios ha querido que viniera, porque según el calculo de algunos aún no era tiempo, por tanto, estamos viviendo un kairos en toda la Iglesia. Pero ¿Qué significa para mi la canonización? 

Pues, en primer lugar, que se cumple la palabra del 92 (91)13-14: El justo florecerá como una palmera, crecerá como un cedro del Líbano. Este salmo es una oración o un himno de acción de gracias a Dios, porque no ha permitido que el malvado triunfe, sino el justo; es una alabanza al Dios fiel. Igualmente, Monseñor está reflejado en ese hombre que es justo, fiel y misericordioso del salmo, que, aunque el malvado pareciera que tuviera más poder, su corazón no tiembla, pues está totalmente abandonado en Dios. Es una muestra que Dios nos da para demostrarnos que el mal no tiene la última palabra, sino el Dios de la vida.  Esto es un signo de esperanza: otra Iglesia y otro mundo es posible; él soñó con un mundo humanizado, solidario y fraterno; él soñó con una Iglesia pobre para los pobres, samaritana, solidaria con los más desprotegidos y vulnerable de la historia. En fin, su testimonio nos invita a que seamos autores de una historia de la salvación aquí y ahora.

En segundo lugar, él se convierte en modelo de cristiano. No podemos reducir a Romero a un camarín, novenas y rezos, eso sería un reduccionismo peligroso, a él mismo no le gustaría algo así. Lo importante es que su vida es modélica. Pero… ¿qué podemos imitar de él? Lo primero es su amor y comunión con Dios, él vivió en permanente encuentro con el Señor, llenaba toda su existencia. Antes de hablar de Dios, hablaba con Dios. En esta línea, en su pensamiento la vida interior es decisiva, porque es el lugar teológico en donde a la luz de su mirada podemos decidir nuestro propio destino. También, en segundo lugar, podemos imitar su amor por la Iglesia; exactamente, no podía concebir un Cristo sin Iglesia, era su amada esposa, su pueblo fiel, quien le ayudó a aprender a ser buen pastor. El corazón de él le pertenecía totalmente a ese pueblo de Dios, de manera especial a los pobres, a quien tanto sirvió, promovió y defendió. La comunión de la Iglesia la vivía con signos concretos: comunión con el Papa, comunión con los obispos y en comunión con sus sacerdotes. Él le llamaba “comunión jerárquica”, decía que era la única manera de mantenerse en la verdad. En tercer lugar, su profetismo, ser hombres o mujeres del Espíritu y de la Palabra, convertirse en aquel faro que ilumina en medio de la oscuridad o como el beduino que guía en el desierto. De hecho, él nos enseño que el cristiano es el micrófono de Dios, porque a través de él Dios habla en la historia, en este sentido, concretamente debemos imitar su parresia, es decir, la valentía de hablar palabra de Dios sin miedo al mundo. Por último, podemos imitar su martiria, es decir, su testimonio. Todos estamos llamados a ser mártires, testigos de Cristo en el mundo.

Quisiera seguir escribiendo, por hoy es suficiente. Pero en resumidas cuentas: Romero nos invita a asumir el gran reto de la santidad, porque es la única manera de poder revolucionar el mundo y la Iglesia de manera histórica, como lo hizo él y lo han hecho todos los santos.

DIRECTORIO HOMILÉTICO: Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica. Ciclo C. Cuarto domingo de Adviento.

96. Con el IV domingo de Adviento, la Navidad está ya muy próxima. La atmósfera de la Liturgia, desde los reclamos corales a la conversión, ...