DOMINGO
XVI DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
Sabiduría
12, 13. 16-19
Salmo
85
Romanos
8, 26-27
Mateo 13, 24-34
En
los últimos años me han impactado el suicidio de dos hombres del mundo del cine
y de la música que los tenían todo: familia, dinero y fama. No digo sus nombres
por respeto a su memoria y por porque no sería justo sacar ventaja de circunstancias
tan trágicas.
En
la antífona de entrada de este domingo nos habla del fundamento de nuestra
vida: El Señor es el sostén de mi vida.
Esto debería ubicarnos en la vida, porque corremos el riesgo de fundar la existencia
en lo superfluo: no es el dinero, el placer o el poder lo que dan la felicidad,
ya que no son fines sino medios para alcanzar un bien mayor; cuando éstos le
quitan el lugar a Dios, entonces comienza la decadencia de la humanidad.
Por
otra parte, Estoy seguro de que más de alguna vez han escuchado la pregunta:
¿por qué el mal en el mundo? ¿por qué el mal en la Iglesia? La pregunta es justa,
buena y necesaria. Lo errado son las respuestas diversas. Escuchamos de todo:
aberraciones blasfemas contra Dios y visiones erradas de la Iglesia. La Palabra de Dios de este domingo, con la
parábola del trigo y la cizaña, nos lo explica todo.
El
beato Óscar Romero se hace la pregunta: ¿Por qué entonces hay tanta maldad? Porque los ha corrompido la mala inclinación
del corazón humano y necesitan purificación (23/07/1978). Según su
pensamiento, todo ser humano tiene la vocación a ser imagen de Dios, por lo
tanto, a la bondad y a la santidad: Dios ha sembrado buena semilla en el
corazón de cada uno de nosotros.
Pero… ¿y la cizaña? Jesús nos lo explica: El
trigo son ciudadanos del Reino y la cizaña son los seguidores del maligno. Entonces
¿Dios quiere un mundo dividido entre buenos y malos? El beato Óscar responde: Dios ha sembrado bondad. Ningún niño ha nacido malo. Todos hemos sido
llamados a la santidad (…) (pero) El hombre dejó
que creciera en su corazón la maleza, las malas compañías, las malas
inclinaciones, los vicios.
Esta reflexión con respecto al mundo bueno creado por Dios, pero
corrompido por el pecado. ¿y el mal en la Iglesia? El beato Óscar nos ayuda a
una buena reflexión:
Esta es
la parábola del trigo y la cizaña y esto nos debe llevar también queridos
hermanos, a comprender el misterio de iniquidad que también se opera en la
Iglesia. Que la Iglesia no
es la siembra del trigo de Dios. Los obispos, los sacerdotes, las religiosas,
los laicos, los matrimonios, los jóvenes, los colegios católicos, ¿no debían de
ser todos ellos santos? Claro que sí. ¿Lo son? Tristemente tenemos que decir no.
Entonces, ¿la Iglesia es falsa? Tampoco. Si hay una Iglesia que se
quiera gloriar de tener a todos sus miembros santos, no será la Iglesia
verdadera, porque Cristo ha dicho que su Iglesia se parece al campo donde
fructifica el trigo y la cizaña. Mientras vivimos en esta Iglesia peregrina,
tenemos que estar juntos: trigo y cizaña.
La primera lectura nos ayuda a
completar el evangelio: en el pecado das
lugar al arrepentimiento. En la Iglesia siempre existirá el trigo y la
cizaña, no debe extrañarnos los escándalos que provocan los bautizados, tampoco
debemos conformarnos: Pero no para
perdernos todos en cizaña, sino para que la cizaña se vaya haciendo trigo y
cuando llega la hora, todos podamos ser ciudadanos del Reino de Dios y todos
podamos fulgurar como soles en el Reino del Padre. Este es el destino de los bautizados según San Juan Crisóstmo.
Cuando participemos
del altar del Señor el Señor nos conceda ser trigo bueno, o sea, pasar de una
vida de pecado a una vida nueva en la gracia de Dios. Feliz domingo.
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