El Lenguaje en la liturgia (I)
Por A. Hoese
La Liturgia es una realidad que no hacen los hombres, sino
que se recibe como don: es necesario
reconocer que la Iglesia no se reúne por voluntad humana, sino convocada por
Dios en el Espíritu Santo, y responde por la fe a su llamada gratuita (en
efecto, ekklesia tiene relación con Klesis, esto
es, llamada).
El término “participación” presupone tomar parte de una acción
principal, que antecede al que ‘participa’ en la misma. En la Sagrada
Liturgia, esta acción principal es la actio divina -acción de
Dios- que, a través de la Palabra (el Verbo o Logos)
realiza la acción de glorificación perfecta y santifica al hombre en el
Espíritu Santo.
Frente a esta participación del hombre en la actio
divina, querida por Dios, que manifiesta esta voluntad de cooperación en la
Encarnación del Verbo, toda otra acción cultual es secundaria y orientada a
esta acción esencial. Por eso, la participación litúrgica tiene como fundamento
la participación activa interior y como expresión la
participación unánime de la asamblea en los ritos que se realizan
mediante distintos elementos: signos, símbolos, gestos, posturas, actitudes,
palabras, cantos.
La aprobación de los ritos (del latín rite:
bien, correctamente) por la Iglesia garantizan al fiel que los Sacramentos que
recibe son verdaderos: junto con la institución de origen
divino y la gracia que operan por haber sido escogidos por
Dios, el signo exterior dado por los ritos aprobados por la
Iglesia es el tercer elemento necesario para la existencia del Sacramento.
Finalmente, la disposición interior de quien lo recibe es la
condición necesaria -no la causa- para que la gracia de un sacramento válido
opere con frutos. La observancia fiel de las normas litúrgicas que han sido
promulgadas por la autoridad de la Iglesia exige que concuerden la mente y la
voz, las acciones externas y la intención del corazón.
La mera observancia externa de las normas, como resulta evidente, es
contraria a la esencia de la sagrada Liturgia. Pero
la inobservancia de las mismas (sea por ignorancia o por una falsa concepción
de la libertad) pone en peligro la verdadera piedad: desvirtúa la imagen del
Dios de la Revelación para reemplazarlo por una imagen humana hecha a nuestra
medida, oscurece la verdad del misterio y crea desconcierto y tensiones en el
pueblo de Dios. De hecho, la sagrada Liturgia está tan estrechamente ligada con
los principios doctrinales, que el uso de textos y
ritos que no han sido aprobados lleva a que disminuya o desaparezca el nexo
necesario entre la lex orandi y la lex credendi.
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