El segundo domingo de cuaresma siempre se lee el pasaje de la Transfiguración. Sería bueno que nos fijáramos qué hay antes y después del relato: Antes está la confesión de fe de Pedro, la explicación del mesianismo de Jesús, el primer anuncio de su pasión y las condiciones para seguirle. Después se inicia el camino hacia Jerusalén, es decir, hacia la pasión y cruz.
Creo que hay tres momentos que son significativos:
Primero, Los llevó a ellos solos a parte, a un monte
alto…aquí se confirma lo que hizo al principio: los llamó para que estuvieran
con él…la escena describe la vocación de cada persona a la relación intima con Dios.
Subir a un monte alto significa el encuentro con Dios, lo mismo que el domingo
pasado, el desierto es un lugar de encuentro con Dios; la diferencia es que la voz de esa escena era la del enemigo que trata de truncar la misión de
Jesús; hoy no es así, quien se manifiesta es Dios Trino: la voz es el Padre, Jesús
es el Hijo eterno de Dios y la nube es el Espiritu Santo. Las Palabras son para
iluminar y fortalecer la misión de la Iglesia naciente: «Escuchadlo».
Segundo, se transfiguró delante de ellos...este fenómeno sobrenatural es un signo que confirma que la fe de Pedro, es decir, manifiesta la identidad divina de Jesús, mientras que el domingo pasado se subrayaba la solidaridad del Hijo de Dios, quien se ha hecho carne, por lo que la liturgia enfatiza en su humanidad. El objetivo es confirmar la fortalecer a los discípulos por lo duro que estaba por venir; así lo reitera el prefacio de este domingo: «Él, después de anunciar su muerte a los discípulos les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la Resurrección». Esto quiere decir que la cruz y la gloria están asociadas intrínsecamente, ósea que si se quiere llegar a la resurrección, primero se tiene que pasar por la pasión y la cruz.
Por ultimo, escúchenlo: El verbo escuchar está conectado al corazón (lev) significa someterse totalmente a la voluntad de Dios. En este sentido la Transfiguración ocupa un lugar fundamental en el tiempo de Cuaresma. Escuchar sería como un sinónimo de renovación o transfiguración personal, es decir, una renovación del bautismo, de nuestra condición de hijos de Dios. Esto implica una renuncia a Satanás y al pecado para vivir la libertad propia de nuestra dignidad. En otras palabras, la mejor manera de prepararnos para la pascua es purificando el alma con la conversión y la comunión con Dios.
Esta transformación continua que hacemos en la vida será una realidad total en la parusía (segunda venida de Jesús), cuando ocurra nuestra propia resurrección. Ya lo dice san Pablo: Cristo transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa (Flp 3, 21). Mientras tanto el encuentro con el transfigurado lo hacemos a través de la Eucaristía y los demás sacramentos.
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