ORAR
EN FAMILIA EN TIEMPOS DE CUARENTENA
SUBSIDIO LITÚRGICO A CARGO DE LA VICARÍA EPISCOPAL DE LITURGIA DE LA DIÓCESIS DE
ZACATECOLUCA (EN EL SALVADOR, C.A)
Convencido que la familia es Iglesia Doméstica, elaboramos el
presente documento para aquellas familias que desean orar y honrar el domingo
haciendo una celebración de la Palabra.
Dicha celebración puede ser presidida para el padre o la madre, en
su defecto un miembro responsable del grupo familiar.
El esquema que presentamos puede ser adaptado a las posibilidades de
cada uno.
CELEBRACIÓN DE LA PALABRA EN FAMILIA, IV DOMINGO DE CUARESMA,
CICLO
A.
RITOS
INICIALES
Reunida la familia, el ministro (laico) dice:
En
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
El ministro laico dice:
La
gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos nosotros.
Todos responden:
Amén.
Monición:
Al
ciego curado Jesús le revela que ha venido al mundo para realizar un juicio,
para separar a los ciegos curables de aquellos que no se dejan curar, porque
presumen de sanos. En efecto, en el hombre es fuerte la tentación de
construirse un sistema de seguridad ideológico: incluso la religión puede
convertirse en un elemento de este sistema, como el ateísmo o el laicismo, pero
de este modo uno queda cegado por su propio egoísmo.
Queridos hermanos, dejémonos curar por Jesús, que puede y quiere darnos la luz de Dios. Confesemos nuestra ceguera, nuestra miopía y, sobre todo, lo que la Biblia llama el "gran pecado" (cf. Sal 19, 14): el orgullo. Que nos ayude en esto María santísima, la cual, al engendrar a Cristo en la carne, dio al mundo la verdadera luz. (Benedicto XVI, 02 de marzo de 2008)
Oremos Juntos con el Sal 127 (128), 1-2. 4-6a (R.: la)
R.
Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso
el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.
Ésta
es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde
Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas
a los hijos de tus hijos. R.
MOMENTO
DE LA PALABRA:
╬ Lectura
del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria
a ti, Señor.
En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a
un hombre ciego de nacimiento.
entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían: «El mismo».
Otros decían:
«No es él, pero se le parece».
El respondía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
«Me puso barro en los ojos, me lavé y
veo».
Algunos de Los fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios, porque
no guarda el sábado». Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto
los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado,
¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo
encontró y le dijo:
« ¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
«
¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: el que te está
hablando, ese es».
Él dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante él.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN:
Benedicto
XVI
ÁNGELUS, Domingo
3 de abril de 2011
Queridos
hermanos y hermanas:
El
itinerario cuaresmal que estamos viviendo es un tiempo especial de gracia,
durante el cual podemos experimentar el don de la bondad del Señor para con
nosotros. La liturgia de este domingo, denominado "Laetare", nos
invita a alegrarnos, a regocijarnos, como proclama la antífona de entrada de la
celebración eucarística: "Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los
que la amáis; alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis
a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos" (cf. Is 66, 10-11). ¿Cuál es
la razón profunda de esta alegría? Nos lo dice el Evangelio de hoy, en el cual
Jesús cura a un hombre ciego de nacimiento. La pregunta que el Señor Jesús
dirige al que había sido ciego constituye el culmen de la narración:
"¿Crees tú en el Hijo del hombre?" (Jn 9, 35). Aquel hombre reconoce
el signo realizado por Jesús y pasa de la luz de los ojos a la luz de la fe:
"Creo, Señor" (Jn 9, 38). Conviene destacar cómo una persona sencilla
y sincera, de modo gradual, recorre un camino de fe: en un primer momento
encuentra a Jesús como un "hombre" entre los demás; luego lo
considera un "profeta"; y, al final, sus ojos se abren y lo proclama
"Señor". En contraposición a la fe del ciego curado se encuentra el
endurecimiento del corazón de los fariseos que no quieren aceptar el milagro,
porque se niegan a aceptar a Jesús como el Mesías. La multitud, en cambio, se
detiene a discutir sobre lo acontecido y permanece distante e indiferente. A
los propios padres del ciego los vence el miedo del juicio de los demás.
Y
nosotros, ¿qué actitud asumimos frente a Jesús? También nosotros a causa del
pecado de Adán nacimos "ciegos", pero en la fuente bautismal fuimos
iluminados por la gracia de Cristo. El pecado había herido a la humanidad
destinándola a la oscuridad de la muerte, pero en Cristo resplandece la novedad
de la vida y la meta a la que estamos llamados. En él, fortalecidos por el
Espíritu Santo, recibimos la fuerza para vencer el mal y obrar el bien. De
hecho, la vida cristiana es una continua configuración con Cristo, imagen del
hombre nuevo, para alcanzar la plena comunión con Dios. El Señor Jesús es
"la luz del mundo" (Jn 8, 12), porque en él "resplandece el
conocimiento de la gloria de Dios" (2Co 4, 6) que sigue revelando en la
compleja trama de la historia cuál es el sentido de la existencia humana. En el
rito del Bautismo, la entrega de la vela, encendida en el gran cirio pascual,
símbolo de Cristo resucitado, es un signo que ayuda a comprender lo que ocurre
en el Sacramento. Cuando nuestra vida se deja iluminar por el misterio de
Cristo, experimenta la alegría de ser liberada de todo lo que amenaza su plena
realización. En estos días que nos preparan para la Pascua revivamos en nosotros
el don recibido en el Bautismo, aquella llama que a veces corre peligro de
apagarse. Alimentémosla con la oración y la caridad hacia el prójimo.
A
la Virgen María, Madre de la Iglesia, encomendamos el camino cuaresmal, para
que todos puedan encontrar a Cristo, Salvador del mundo.
PRECES:
Invoquemos
a Cristo, el Señor, Palabra eterna del Padre, que, mientras convivió con los
hombres, quiso vivir en familia y colmarla de bendiciones, y pidámosle que
proteja a esta familia, diciendo:
R.
Guarda en tu paz nuestra familia, Señor.
Tú
que consagraste la vida doméstica, viviendo bajo la autoridad de María y José,
— santifica esta familia con tu presencia. R.
Tú
que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, — haz que Dios sea
honrado y glorificado en todas las familias. R.
Tú
que hiciste de tu santa familia un modelo admirable de oración, de amor y de
cumplimiento de la voluntad del Padre, — santifica esta familia con tu gracia y
cólmala de tus dones. R.
Tú
que amaste a tus parientes y fuiste amado por ellos, — afianza a todas las
familias en el amor y la concordia. R.
Tú
que en Cana de Galilea alegraste los comienzos de una familia, al hacer tu
primer signo, convirtiendo el agua en vino, — alivia los sufrimientos y
preocupaciones de esta familia y conviértelos en alegría. R.
Tú
que, velando por la unidad de la familia, dijiste: «Lo que Dios ha unido, que
no lo separe el hombre», — guarda a estos esposos siempre unidos con el vínculo
indestructible de tu amor. R.
Terminadas las preces, el ministro, según las circunstancias, invita
a todos los presentes a cantar o rezar la oración del Señor, con las siguientes
palabras u otras semejantes:
Fieles
a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos
a decir:
Todos
Padre
nuestro...
ORACIÓN
DE BENDICIÓN
El
padre o madre de familia con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oh,
Dios, creador y misericordioso restaurador de tu pueblo, que quisiste que la
familia, constituida por la alianza nupcial, fuera signo de Cristo y de la
Iglesia, derrama la abundancia de tu bendición ' sobre esta familia, reunida en
tu Nombre, para que quienes en ella viven unidos por el amor se mantengan
fervientes en el espíritu y asiduos en la oración, se ayuden mutuamente,
contribuyan a las necesidades de todos y den testimonio de la fe. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
O bien:
Te
bendecimos, Señor, porque tu Hijo, al hacerse hombre, compartió la vida de
familia y conoció sus preocupaciones y alegrías. Te suplicamos ahora, Señor, en
favor de esta familia: guárdala y protégela, para que, fortalecida con tu
gracia, goce de prosperidad, viva en concordia y, como Iglesia doméstica, sea
en el mundo testigo de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R.
Amén.
CONCLUSIÓN
DEL RITO
El padre o madre de familia concluye el rito, diciendo:
Jesús,
el Señor, que vivió en el hogar de Nazaret, permanezca siempre con vuestra
familia, la guarde de todo mal y os conceda que tengáis un mismo pensar y un
mismo sentir.
Todos
responden:
Amén.
Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado
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