EL segundo milenio de la adoración a la Eucaristía
Por
diversos motivos en el segundo milenio ya había una separación entre liturgia y
vida, lo que convirtió a la asamblea en meros espectadores de la Eucaristía y
otros sacramentos, o sea, desaparece el carácter comunitario del culto
cristiano.
Este
fenómeno no se dio de la noche a la mañana, sino que fue un proceso que duró
muchos siglos. Por ejemplo: la desaparición del catecumenado y la exclusividad
del bautismo de niños; la imposición de la lengua latina en los países
franco-germánicos; la desaparición del carácter público del sacramento de la
penitencia; la privatización de la Eucaristía de parte del clero; el deseo de
salvar el alma por miedo a la condenación eterna; y las famosas explicaciones
alegóricas de las Santa Misa que no ayudaron en nada a la comprensión de la
liturgia.
Entonces,
surge en la espiritualidad cristiana un deseo de dialogar con el Señor Jesús, o
sea de tener un contacto directo con la humanidad de Jesús, dejando atrás la
relación con un Jesús Pantocrátor,
emperador hierático de todo el universo por un Jesús humano de carne y hueso
sufriente:
Sin
duda, esto ayudó a que se desarrollara la adoración eucarística en occidente, aunque
en oriente no tuvo el mismo efecto, porque los iconos suplieron esta necesidad. Ahora bien, también la
adoración eucarística tuvo varias etapas y diversas formas de culto a lo largo
del milenio:
En un
primer momento, las atenciones al Santísimo Sacramento estuvieron sustentadas
por la resistencia algunos errores doctrinales que ponían en duda la presencia
de Jesucristo en la hostia consagrada, por ejemplo, la doctrina de Berengario
de Tours en el siglo IX, cuando surge mayor interés por la reserva eucarística,
ya no podía contenerse en el Capsa
(una cajita de la sacristía) en donde se conservaba la comunión para los
enfermos.
De esta manera, nace el tabernáculo: en
cuanto al nombre está inspirado en el velo que cubre el arca de la alianza,
pero en cuanto a forma está inspirado en piezas del mobiliario litúrgico que
habían estado en uso, como las torres del rito galicano para la super oblata o las palomas de los
bautisterios para guardar el santo crisma. Estos nuevos muebles se distinguían
por la seguridad.
Los primeros que empezaron a fomentar la devoción a la presencia de Cristo en
la reserva eucarística fueron los monjes de la abadía de Cluny, estamos
hablando de finales del siglo XI.
También,
aquí nace la costumbre de encender una lámpara a la par del tabernáculo del
Santísimo, la cual, debería permanecer encendida perpetuamente; aunque esta
práctica no era nueva, porque se hacía lo mismo con las reliquias de los
mártires. Algo que será confirmado y mandado por el Ritual Romano de 1614.
El deseo de ver la hostia
consagrada tuvo gran importancia para los místicos y para todo el pueblo
cristiano: debido a esto la introducción de elevación del pan y el vino en la
plegaria eucarística en el siglo XIII cobró gran fuerza y popularidad,
manifestando la piedad con campanas, luces, incienso y música de órgano.
Incluso,
cuando los moribundos no podían comulgar se les llevaba la hostia par que la
pudieran contemplar antes de morir, pero esta práctica por el Ritual Romano de
Paulo V de 1614.
Uno de los hechos más
importantes sobre el desarrollo de la devoción eucarística es la institución de
la fiesta del Corpus Christi. Se
comienza a celebrar en Lieja en 1246, extendiéndose para toda la Iglesia en
1264 por el Papa Urbano IV.
De la festividad del Corpus
Christi nacen las procesiones que debían terminar con la bendición con el
Santísimo. En este mismo contexto aparecen las costumbres de exponer el
santísimo sobre el altar y lo que conocemos técnicamente las cuarenta horas,
con ello aparecen custodias, ostensorios y grandes retablos.
Desde el Concilio de Trento hasta el siglo XIX
la devoción a la eucaristía se desarrolló continuamente hasta llegar a poner el
sagrario en el centro del altar mayor y considerar la eucaristía desde la
óptica de la reparación, porque por la culpa del pecado ha sido hecho
prisionero, humillado y encarnecido.
Cuadro nos ubicamos en el
siglo XX se puede notar una cierta crisis en el culto eucarístico, pero hubo
algunos detalles que empezaron a dar equilibrio entre celebración eucarística y
culto a la eucaristía fuera de la Misa: nos referimos a las reflexiones del
movimiento liturgico que fomentaron las bases para una renovación profunda.
Cabe mencionar los aportes de Pio X que fomentó la comunión frecuente y Pio XII
que permitió las misas vespertinas, modificando significativamente la práctica
del ayuno eucarístico.
Insisto, El problema durante casi mil años era el
divorcio entre la celebración eucarística y la adoración del Santísimo fuera de
la Misa, reduciendo la teología una teoría esencialista y apologética. O sea,
que la gente prefería estar contemplando la hostia y no participar en la Misa.
El Concilio Vaticano II logró recuperar
un sano equilibrio entre celebración eucarística y el culto a la eucaristía,
hablamos del ritual de la sagrada comunión y del culto a la eucaristía fuera de
la misa promulgado el 21 de junio de 1973. Sobre todo, el capítulo tercero en
donde se deja claro los tres actos de culto a la eucaristía reconocidos
oficialmente: la exposición del Santísimo Sacramento, las procesiones y los
congresos eucarísticos.
Otros documentos que han
ayudado a la recta interpretación del culto a la eucaristía fuera de la misa
son: Instrucción Eucharisticum mysterium
(EM) de 1967; Encíclica Mysterium fidei
(MF) del beato Pablo VI en 1965; Carta Dominicae
caene (D.C) de San Juan Pablo II en 1980; instrucción Inaestimabile donum (I.D) de 1980; El Código de Derecho Canónico de
1983; Instrucción Redentoris Sacramentum
de 2004; Exhortación apostólica Sacramentun
Caritatis de Benedicto XVI en 2007.
Resumen histórico:
Ø En el primer milenio no hay
rastros históricos que directamente hablen de una devoción eucarística como la
concebimos el día de hoy. No hay sagrarios, ni hora santa ni velas perpetuas.
Ø En el primer milenio hay conciencia
de la presencia de Jesús en la eucaristía, pero desde la concepción sacramental
de la patrística. No desde una mentalidad codificante ni esencialista.
Ø En el segundo milenio, la
devoción a la eucaristía tiene su origen en la devoción a la humanidad de
Cristo en la Cruz. Esto en la edad media, debido a la privatización de la
liturgia por parte del clero y la desaparición de su dimensión comunitaria.
Ø En el segundo milenio, las
expresiones más importantes de la devoción eucarística son: la elevación de la
hostia durante la consagración, la procesión del Corpus Christi, la exposición
del santísimo y la devoción de las cuarenta horas.
Ø El problema histórico es un
desequilibrio entre celebración eucarística y culto a la eucaristía fuera de la
Misa. O sea, no hay conexión alguna entre celebración y adoración.
Ø El Vaticano II ha recuperado
el sano equilibrio, la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, siendo el
culto a la eucaristía fuera de la misa un acto de piedad que prepara para la
participación activa en la eucaristía.