miércoles, 11 de octubre de 2017

El banquete de la alegría y la libertad

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A. 

ISAIAS 25, 6-10
FILIPENSES 4, 12-12-19-20.
MATEO 22, 1-14.

En una fiesta, el comer entre familiares o amigos siempre es motivo de alegría y gozo. Sí lo vemos bien, se convierte en una ocasión profunda de comunión entre nosotros los seres humanos. Allí cesan por un breve momento las rivalidades y las diferencias: si comemos en la misma mesa nos hacemos iguales unos a otros.  

En la Biblia, sobre todo en el evangelio de hoy, la imagen de la fiesta y el banquete trata de representar el gran proyecto de Misterio, comunión y misión de Dios para con el hombre:

a) Misterio: porque quien ofrece el banquete es Dios, por iniciativa propia. Él Sale al encuentro del hombre para salvarlo. Esto significa que la presencia de Dios se vuelve patente entre nosotros como una luz que disipa las tinieblas. El banquete ofrecido por Dios para nosotros es verdad, belleza y majestad. Por lo tanto, Dios aparece en nuestro diario vivir y en lo cotidiano. Corremos el riesgo de perdernos en el ruido de la vida, de poner pretextos a la llamada de Dios. 

b) Comunión: porque la Imagen del banquete significa que entramos en profunda relación amistosa con Dios. Él invita a todos, aunque no todos responden positivamente. La llamada de Dios a entrar en comunión con él es universal y escandalosa: la lógica de Dios desconcierta la lógica de los hombres. Sin embargo, el Señor exige un traje de fiesta, sin el cual no podemos estar dentro, esto significa una actitud mínima de apertura a la gracias de Dios. No basta decir si, hay que abrir el corazón. 

c) Misión: el banquete no es algo que debe quedar sólo para nosotros, sino que hay que ponernos en disposición de salida e invitar a otros a que entren a la fiesta de bodas del Hijo. Es curioso que los súbditos del Rey salgan a todos lados sin excepción: centro y periferias. El Papa Francisco ha insistido mucho en eso: que quiere una Iglesia en salida, que invite al banquete, que vaya y anuncie la buena nueva en las periferias. 

Esta manera de proceder va en contra de los criterios del mundo, en donde los poderosos el lugar de ofrecer un banquete de fraternidad, acaparan los bienes que son destinados para todos. 

Por otra parte, las oraciones de la misa nos invitan a lo siguiente: 

a) En la oración colecta pedimos al Señor que dirija nuestros corazones para poder agradarle. La Iglesia es consciente que la conversión y la comunión con Dios son un don. Nosotros necesitamos del auxilia divino para poder dar gloria a Dios y recibir de Dios su gracia santificante. Por nosotros mismos somos frialdad, oscuridad y maldad. Hay que permanecer unidos a Dios. 

b) la oración sobre las ofrendas: nos indica que la Eucaristía es el gran banquete de salvación que Dios nos ofrece. El señor es mesa, banquete y anfitrión. Que gozo nos causa saber que  tenemos un Dios tan cercano y misericordioso. 

c) La Oración post-comunión: Nos indica la experiencia de vida que debemos tener con Dios, es una dicha tener tantos dones de Dios. Esto suscita en nosotros el agradecimiento y el temor de hijos hacia nuestro Padre del Cielo. 

Queridos hermanos, que al participar de la mesa de la eucaristía de este domingo podamos entrar en esta comunión intima con el Señor. También, destruya todas las divisiones que nos separar, y nos comprometamos a construir un mundo más humano y fraterno. Dios te bendiga. 

martes, 10 de octubre de 2017

El Culto Eucarístico fuera de la misa. Aspecto teológico: sobre el ritual propio.


1.            Aspecto teológico-litúrgico: 
Características generales del ritual del culto a la eucaristía fuera de la misa

¿Por qué recurrir a un ritual?

            El ritual es la parte central de todo libro liturgico, en sus rubricas y en sus nigricas podemos encontrar la Lex Orandi y la Lex Credendi de la Iglesia, por lo tanto, son fuente inigualable de theología prima desde la liturgia. En este sentido, los libros litúrgicos pueden ser sometido a diferentes métodos exegéticos, hermenéuticos y teológicos con el objetivo de profundizar en la fe que profesamos como cristianos.

            El Vaticano II hace surgir una novedad en los libros liturgico: la pre-notandas. Aquí se presentan elementos teológicos, litúrgicos y pastorales; al igual que datos de la historia de la salvación y de los sacramentos. Todo ello una síntesis de teología y una guía pastoral para lograr la reforma y el fomento de la liturgia dentro del ámbito eclesial como lo mandó SC.

            Por último, tenemos los apéndices en están los leccionarios propios que conviene a la celebración y oraciones diversas según los casos y los ambientes diferentes. Podemos decir con seguridad que la palabra de Dios y la ecología de los rituales son presencia de Cristo y fuentes de mistagogía, los cuales, nos ayudan a comprender el misterio y alimentarnos de él.  




Todos estos elementos nos ayudan al Ars Celebrandi, en ningún momento estamos hablando del rubricismo meramente, es decir, el objetivo es celebrar con sentido teológico: Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu, y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad.» (Jn4, 23-24). Los libros del vaticano II son la oración de la Iglesia y una expresión de la fe. Son una celebración de la vida de la Iglesia (lex credendi, orandi et vivendi). Por lo tanto, los teólogos no pueden prescindir de la liturgia. Sino será una fe muerta.

Los libros son medios importantes para la celebración, son una guía que marca la pauta, son libros pedagógicos al servicio de la celebración. Han de ser conocidos por la comunidad, pues, se aseguran que no se anden inventando cosas. Todos celebramos la misma liturgia católica. Nos abren el misterio, por lo tanto, hay que celebrarlos bien para que descubramos el Misterio de Cristo. nos hacen encontrar con el Señor Jesús. No se pueden prescindir de ellos.

Observaciones generales sobre el ritual

El ritual que contiene el culto eucarístico se llama “Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto a la Eucaristía fuera de la Misa” (=RSC) promulgado por el Papa Pablo VI el 23 de junio de 1973, en el marco de la solemnidad del Corpus Christi de ese año.

El ritual cuenta con el Decretum de la Sagrada Congregación para el culto Divino, el cual, hace oficial un libro litúrgico. Igualmente, en mi caso contiene una presentación de parte de la Conferencia Episcopal Española y unas observaciones previas.

El cuerpo del ritual está conformado por cuatro capítulos: el primero trata el tema de la sagrada comunión fuera de la misa; el segundo contiene todo lo referido a la comunión y el viatico llevado a los enfermos por un ministro extraordinario; el tercero se centra en las varias formas de culto a la sagrada eucaristía; y el cuarto es prácticamente un leccionario, himnario y eucologio para llevar a cabo los tres casos anteriores.

Cabe mencionar que en el apéndice en añade la instrucción Immensae Caritatis que versa sobre los ministros extraordinarios de la sagrada comunión y sobre algunas normas sobre la comunión. También, trae anexo algunos rituales para instituir ministros extraordinarios de la comunión.

Al observar el contenido de este ritual nos podemos dar cuenta que se da fiel cumplimiento con el propósito de SC en equilibrar la celebración de la Misa y la adoración eucarística fuera de la misa.

El ritual está enriquecido con la palabra de Dios, tiene lecturas del A.T, del N.T, salmos responsoriales y evangelios haciendo más comprensible los ritos; tiene un conjunto de himnos en latín y castellano que recogen las más variadas tradiciones sobre la devoción a la eucaristía, en donde se puede encontrar una determinada concepción teológica.

Lo mismo pasa con la eucología, tiene varias opciones de oración, tanto para después de comulgar como para orar delante del Santísimo. Existe también una gama extensa de antífonas o responsorios que dan la tónica perfecta para descubrir el sentido liturgico en cada ocasión, porque uno de las recomendaciones de SC es que cada celebración litúrgica tenga sus debidas acomodaciones o adaptaciones. 

domingo, 1 de octubre de 2017

Culto Eucarístico fuera de la misa. Aspecto histórico: segundo milenio

EL segundo milenio de la adoración a la Eucaristía 

Por diversos motivos en el segundo milenio ya había una separación entre liturgia y vida, lo que convirtió a la asamblea en meros espectadores de la Eucaristía y otros sacramentos, o sea, desaparece el carácter comunitario del culto cristiano.

Este fenómeno no se dio de la noche a la mañana, sino que fue un proceso que duró muchos siglos. Por ejemplo: la desaparición del catecumenado y la exclusividad del bautismo de niños; la imposición de la lengua latina en los países franco-germánicos; la desaparición del carácter público del sacramento de la penitencia; la privatización de la Eucaristía de parte del clero; el deseo de salvar el alma por miedo a la condenación eterna; y las famosas explicaciones alegóricas de las Santa Misa que no ayudaron en nada a la comprensión de la liturgia.[1]        

Entonces, surge en la espiritualidad cristiana un deseo de dialogar con el Señor Jesús, o sea de tener un contacto directo con la humanidad de Jesús, dejando atrás la relación con un Jesús Pantocrátor, emperador hierático de todo el universo por un Jesús humano de carne y hueso sufriente:
          
Sin duda, esto ayudó a que se desarrollara la adoración eucarística en occidente, aunque en oriente no tuvo el mismo efecto, porque los iconos suplieron esta necesidad.[2] Ahora bien, también la adoración eucarística tuvo varias etapas y diversas formas de culto a lo largo del milenio:

En un primer momento, las atenciones al Santísimo Sacramento estuvieron sustentadas por la resistencia algunos errores doctrinales que ponían en duda la presencia de Jesucristo en la hostia consagrada, por ejemplo, la doctrina de Berengario de Tours en el siglo IX, cuando surge mayor interés por la reserva eucarística, ya no podía contenerse en el Capsa (una cajita de la sacristía) en donde se conservaba la comunión para los enfermos.

De esta manera, nace el tabernáculo: en cuanto al nombre está inspirado en el velo que cubre el arca de la alianza, pero en cuanto a forma está inspirado en piezas del mobiliario litúrgico que habían estado en uso, como las torres del rito galicano para la super oblata o las palomas de los bautisterios para guardar el santo crisma. Estos nuevos muebles se distinguían por la seguridad.[3] Los primeros que empezaron a fomentar la devoción a la presencia de Cristo en la reserva eucarística fueron los monjes de la abadía de Cluny, estamos hablando de finales del siglo XI.

También, aquí nace la costumbre de encender una lámpara a la par del tabernáculo del Santísimo, la cual, debería permanecer encendida perpetuamente; aunque esta práctica no era nueva, porque se hacía lo mismo con las reliquias de los mártires. Algo que será confirmado y mandado por el Ritual Romano de 1614.

El deseo de ver la hostia consagrada tuvo gran importancia para los místicos y para todo el pueblo cristiano: debido a esto la introducción de elevación del pan y el vino en la plegaria eucarística en el siglo XIII cobró gran fuerza y popularidad, manifestando la piedad con campanas, luces, incienso y música de órgano.[4] 
 
Incluso, cuando los moribundos no podían comulgar se les llevaba la hostia par que la pudieran contemplar antes de morir, pero esta práctica por el Ritual Romano de Paulo V de 1614.

Uno de los hechos más importantes sobre el desarrollo de la devoción eucarística es la institución de la fiesta del Corpus Christi. Se comienza a celebrar en Lieja en 1246, extendiéndose para toda la Iglesia en 1264 por el Papa Urbano IV.[5]

De la festividad del Corpus Christi nacen las procesiones que debían terminar con la bendición con el Santísimo. En este mismo contexto aparecen las costumbres de exponer el santísimo sobre el altar y lo que conocemos técnicamente las cuarenta horas, con ello aparecen custodias, ostensorios y grandes retablos.[6] 

 Desde el Concilio de Trento hasta el siglo XIX la devoción a la eucaristía se desarrolló continuamente hasta llegar a poner el sagrario en el centro del altar mayor y considerar la eucaristía desde la óptica de la reparación, porque por la culpa del pecado ha sido hecho prisionero, humillado y encarnecido. [7]   

Cuadro nos ubicamos en el siglo XX se puede notar una cierta crisis en el culto eucarístico, pero hubo algunos detalles que empezaron a dar equilibrio entre celebración eucarística y culto a la eucaristía fuera de la Misa: nos referimos a las reflexiones del movimiento liturgico que fomentaron las bases para una renovación profunda. Cabe mencionar los aportes de Pio X que fomentó la comunión frecuente y Pio XII que permitió las misas vespertinas, modificando significativamente la práctica del ayuno eucarístico.    

Insisto, El problema durante casi mil años era el divorcio entre la celebración eucarística y la adoración del Santísimo fuera de la Misa, reduciendo la teología una teoría esencialista y apologética. O sea, que la gente prefería estar contemplando la hostia y no participar en la Misa.

El Concilio Vaticano II logró recuperar un sano equilibrio entre celebración eucarística y el culto a la eucaristía, hablamos del ritual de la sagrada comunión y del culto a la eucaristía fuera de la misa promulgado el 21 de junio de 1973. Sobre todo, el capítulo tercero en donde se deja claro los tres actos de culto a la eucaristía reconocidos oficialmente: la exposición del Santísimo Sacramento, las procesiones y los congresos eucarísticos.

Otros documentos que han ayudado a la recta interpretación del culto a la eucaristía fuera de la misa son: Instrucción Eucharisticum mysterium (EM) de 1967; Encíclica Mysterium fidei (MF) del beato Pablo VI en 1965; Carta Dominicae caene (D.C) de San Juan Pablo II en 1980; instrucción Inaestimabile donum (I.D) de 1980; El Código de Derecho Canónico de 1983; Instrucción Redentoris Sacramentum de 2004; Exhortación apostólica Sacramentun Caritatis de Benedicto XVI en 2007.[8]

Resumen histórico:

Ø  En el primer milenio no hay rastros históricos que directamente hablen de una devoción eucarística como la concebimos el día de hoy. No hay sagrarios, ni hora santa ni velas perpetuas.

Ø  En el primer milenio hay conciencia de la presencia de Jesús en la eucaristía, pero desde la concepción sacramental de la patrística. No desde una mentalidad codificante ni esencialista.

Ø  En el segundo milenio, la devoción a la eucaristía tiene su origen en la devoción a la humanidad de Cristo en la Cruz. Esto en la edad media, debido a la privatización de la liturgia por parte del clero y la desaparición de su dimensión comunitaria.

Ø  En el segundo milenio, las expresiones más importantes de la devoción eucarística son: la elevación de la hostia durante la consagración, la procesión del Corpus Christi, la exposición del santísimo y la devoción de las cuarenta horas.

Ø  El problema histórico es un desequilibrio entre celebración eucarística y culto a la eucaristía fuera de la Misa. O sea, no hay conexión alguna entre celebración y adoración.

Ø  El Vaticano II ha recuperado el sano equilibrio, la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, siendo el culto a la eucaristía fuera de la misa un acto de piedad que prepara para la participación activa en la eucaristía.

[1] Cf. Basurko, X., Historia de la Liturgia, Barcelona 2006, 215-236.
[2] Cf. Abad, C., La comunión y el culto eucarístico fuera de la Misa, en CELAM, La celebración del Misterio Pascual. Los Sacramentos: signos del Misterio Pascual (Tomo III), Bogotá 2001, 266-267
[3] Cf. Cabié, R., Eucaristía, 552.
[4] Cf. Pecklers, K., Atlas histórico de la Liturgia, Madrid 2013, 122.
[5] Cf. Abad, C., La comunión y el culto eucarístico fuera de la Misa, 268.
[6] Ibíd.
[7] Cf. Cabié, R., Eucaristía, en Martimort, A. G., La Iglesia en oración, Barcelona 1992, 552.
[8] Cf. Paulus PP. VI, Litterae Encyclicae Mysterium Fidei, A.A.S 57 (1965) 753-774; Sacra Congregatio Rituum, Instuctio Eucharisticum mysterium, (13/04/1967), A.A.S (1967) 539-573; Ioannis Pauli PP. II, Epistula  Dominicae Cenae, (24/02/1980) A.A.S (1980) 113-148; Sacra Congregatio pro Sacramentis et cultu Divino, Instructio Inaestimabile donum, (03/04/1980), A.A.S (1980) 331-343; Codex Iuris Canonici, (25/01/1983), A.A.S 75 (1983) II; Congregatio de Culto Divino et Disciplina Sacramentorum, Intructio Redemptionis sacramentum,(25/03/2004) A.A.S 96(2004) 549-601; Benedicti PP. XVI, Adhortatio Apostolica Postsynodalis Sacramentum caritatis, (22/02/2007) A.A.S (2007)105-180.

La responsabilidad personal frente a la misericordia de Dios

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Ezequiel: 18, 25-28
Filipenses: 2, 1-11
Mateo: 21, 28-3

Todos conocemos personas que piensan que la idea de un Dios que castiga y excluye a los pecadores es cruel e injusta, la cual, lleva a un rechazo rotundo a ese Dios; o, por el contrario, piensan que están en lado de los buenos y queridos por Dios, siendo ellos mismos los que excluyen a los pecadores.

La liturgia de hoy, igual que el domingo pasado, resulta escandaloso para ese mosaico de hermanos nuestros que se creen buenos y excluyen a los demás. Hoy se nos invita a entender dos cosas: a Dios desde la misericordia y la esencial importancia de nuestra responsabilidad frente a él.

La antífona de entrada de hoy Daniel reconoce que el castigo venido de Dios es justo porque no se ha actuado de acuerdo con su voluntad, pero lo que debemos resaltar es algo que supera la justicia, la misericordia: pero da gloria a tu nombre y trátanos según tu abundante misericordia. (Dan 3, 31. 29. 30. 43. 42). De hecho, una fe bíblica más madura nos revela que Dios disimula nuestros pecados esperando que nos convirtamos, porque no nos trata según nuestros pecados; siempre está dispuesto a acogernos, perdonarnos y limpiarnos.

La oración colecta nos revela algo muy reconfortante para los corazones afligidos: Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia. Esto es algo que no cabe en la cabeza de los puritanos y perfeccionistas, en el fondo no quieren a un Dios tan bueno, resulta escandaloso e incompatible. Se sienten mejor con un dios sangriento e implacable, pero ese no existe.

Que bueno que el Dios de Jesucristo sea tan bueno, nos permite entrar sin miedo al Reino de los Cielos, no nos sentimos ni obligados ni coaccionados por nadie. El amor y la misericordia de Dios son el mayor bien que nos atrae hacia sí: es la ley de la atracción, nos sentimos atraídos por su gracia.

La misericordia de Dios nos abre las puertas de toda bendición y salvación. La eucaristía es la celebración más palpable de esa misericordia, porque se hace presente el Misterio Pascual es máxima expresión. Allí es donde el cristiano se renueva en cuerpo y alma desde la gracia que proviene de la gracia de Dios, somo participes de la herencia del Hijo de Dios.

Pero la Palabra de Dios matiza nuestra relación con la misericordia de Dios: la responsabilidad personal. Quiero decir que, si bien Dios siempre es bueno y misericordioso, es responsabilidad nuestra acercarnos a su misericordia. En otras palabras, Dios no rechaza a nadie que se acerca a él con un corazón quebrantado y humillado; pero tampoco obliga a nadie a convertirse.

El ejemplo del llamado de Dios y de la respuesta del hombre la tenemos en la parábola de “los dos hijos” que tenemos en el evangelio. El hijo que dijo “si” pero no fue y otro que dijo “no” pero al final fue. ¿Qué significa esto? Que los hechos son más importantes que las palabras.

El contraste de los que se “creen buenos” y de los que son humildes y se convierten es patente en el evangelio: las prostitutas y los publicanos os precederán en el Reino, porque oyeron, creyeron y se convirtieron. Y los primeros no, su soberbia nos les permite convertirse. Estos casos abundan alrededor nuestro: los que llevan una vida de conversión y comunión (de verdad) y los que se llenan la boca hablando de Dios y nunca se convierten.

Que este domingo, al acércanos al altar, podamos encontrarnos con Dios que llama a trabajar por su Reino; que nuestro si al Señor sea acompañado por obras de verdad. Dios te bendiga.

DIRECTORIO HOMILÉTICO: Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica. Ciclo C. Cuarto domingo de Adviento.

96. Con el IV domingo de Adviento, la Navidad está ya muy próxima. La atmósfera de la Liturgia, desde los reclamos corales a la conversión, ...