El Lenguaje de la Liturgia (III)
Por A. Hoese
Antes de adentrarnos en el lenguaje mismo de la Sagrada Liturgia, es
necesario comprender quiénes son los actores o sujetos del acto litúrgico.
El sujeto del acto litúrgico es la Iglesia, con Cristo como su
Cabeza y Jefe: es por tanto la Iglesia de todos los tiempos y lugares,
celestial y terrenal, que se reúne en torno a Cristo -Sumo Sacerdote, Altar y
Víctima de propiciación- para ofrecer en el Espíritu Santo el verdadero culto
al Padre (SC 9).
Vemos entonces que:
- El
sujeto litúrgico supera ampliamente a la comunidad reunida en una
celebración determinada, siendo la Iglesia entera, Cristo Cabeza y su Cuerpo
Místico, la comunidad celebrante.
- El
culto se dirige al Padre, por medio de Cristo (Sacerdote, Altar y Víctima) en
el Espíritu Santo, con lo cual la característica específica de la oración
litúrgica, y que la distingue de cualquier otra forma de oración, es la de ser
precisamente una oración de la Trinidad.
- En la asamblea
litúrgica existen diversas funciones o ministerios, que deben ser distinguidos y
realizados adecuadamente.
Entre los ministerios o funciones se destaca, en primer lugar, el sacerdote que
preside el culto “in persona Christi”, en virtud del Sacramento del Orden
Sagrado. La Eucaristía celebrada por los sacerdotes válidamente ordenados es un
don «que supera radicalmente la potestad de la asamblea. Por tanto, solamente con precaución se emplearán
términos como «comunidad celebrante» o «asamblea celebrante». Por ello
“las acciones litúrgicas no son acciones privadas”, ya que la asamblea no
es indispensable para la validez de la acción litúrgica, puesto que toda Misa
tiene una naturaleza pública y social, que trasciende a la comunidad particular
[RS, 42] [IGMR, 19] [SC, 27].
Teniendo en cuenta lo anterior y considerando que el Sacrificio
eucarístico no se debe considerar como «concelebración» del sacerdote al mismo
tiempo que del pueblo presente, la Iglesia se hace visible en torno de
Cristo por medio de la asamblea. Por ello, “siempre que los ritos, cada
cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con
asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que
preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada”
[SC, 27].
Esta índole jerárquica y a la vez comunitaria de
la acción litúrgica constituye a la asamblea litúrgica con diversas
funciones o ministerios, que deben ser distinguidos y realizados adecuadamente
[SaC, 28].