Lecturas:
- Primera lectura: Gen 12, 1-4ª: Sal de
tu tierra… Voy a hacer de ti una gran nación.
- Salmo Responsorial: Sal 32 4-5 y
18-22: Nosotros confiamos en el Señor.
- Segunda lectura: 2Tim 1,
8b-10: Toma parte conmigo en los duros trabajos del evangelio.
- Evangelio: Mt 17, 1-9: Levántense, no tengan miedo… bajemos del monte
Entre las cosas buenas que tuve desde joven ha sido la sed de
Dios, no lo digo con orgullo, sino como testimonio. Esto me llevo a encontrarme
con el Señor, después de estarle buscando de diversos modos. Ese encontrarme
con Jesús cambió mi vida con un antes y un después. Por ejemplo, cuando salí de
mi primer retiro, veía que todo mundo era diferente, pero no fue así, pues el
diferente era yo. Lo único que sé es que a partir de ese momento emprendí un
camino de cruz tras el Maestro, iba con la bandera de la Buena Nueva, queriendo
anunciar el Reino, comprometido en la construcción de un mundo mejor y
caminando hacia la vida eterna.
SAL DE TU TIERRA
Abran es el símbolo del hombre llamado por Dios. Pensemos:
viejo, estable y resuelto; sin embargo, la experiencia, la riqueza, los bienes
materiales o la religión idolátrica satisfacían el deseo inmenso de felicidad
que llevaba en el corazón. De pronto se encuentra con un Dios que le llama a lo
contrario que ya conocía, pero encuentra la felicidad que tanto encuentra.
En el contexto de la cuaresma, el “sal de tu tierra” es el
llamado de Dios a abandonar la superficialidad del pecado y la idolatría en la
que muchas veces hemos puesto nuestra confianza. El llamado es ir al encuentro
del Señor, quien es el único que puede ofrecer la verdadera felicidad: es un ir
al encuentro de la plenitud, fiándonos en la bondad y misericordia de Dios.
ÉL NOS SALVÓ Y NOS LLAMÓ CON UNA VOCACIÓN SANTA
El pensamiento paulino nos llama a abandonar una vida sin sentido.
Timoteo representa al Convertido que desea dar testimonio de su fe y a actuar
con la fuerza de Dios (recordemos que él tiene miedo por su débil juventud). El
núcleo de su predicación es la salvación y la vocación que destruye la muerte y
la gracia que ofrece la salvación por medio del evangelio.
En la cuaresma hemos de volver a este núcleo Kerigmático. No son
nuestras fuerzas
ni nuestro ingenio quienes salvaran el mundo. En Gaudium Et Spes N.º 10 dice que la Iglesia cree que solo
Jesucristo da sentido a la historia de la humanidad:
Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su
luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima
vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el
que haya de encontrar la salvación.
Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana
se hallan en su Señor y Maestro.
Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre.
Este es mi Hijo,
el amado… escuchadle
En el contexto de la cuaresma, el relato mateano de la transfiguración no está centrado en la divinidad de Jesús, sino en el caminar de los discípulos, es decir, Jesús manifiesta su gloria para fortalecer la fe de quienes afrontaran su pasión, muerte y resurrección.
En este sentido, es un buen momento para revisar el caminar cuaresmal, tanto en lo personal como en lo comunitario. A esta altura de la cuaresma ya tendría que haber hecho un buen examen de consciencia y un discernimiento comunitario.
Estoy a punto de enfrentar lo más duro de este retiro espiritual, en donde encuentro el mal que hay dentro de mí y combatirlo. Todo es una pelea a muerte. La clave para ganar está en el encuentro con Jesús y en el escuchar su palabra.
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