martes, 15 de septiembre de 2020

In Memoriam: en los 40 días de la muerte del P. Ricardo Cortéz

Tengo días de no escribir en este Blog. Lo más relevante de estos días es el execrable asesinato del Padre Ricardo Cortéz, de la diócesis de Zacatecoluca, en El Salvador. 

En primer lugar, expresar el inmenso dolor que esta muerte ha provocado en mi vida personal, pues eramos amigos y compañeros de trabajo. Entre nosotros existía una verdadera amistad y fraternidad sacerdotal, fruto de años de trabajo en la formación de los futuros sacerdotes en el Seminario diocesano San Óscar Romero y la colaboración directa con la Pastoral Vocacional de la diócesis. En él siempre encontré un amigo y un hombre sincero con Dios y su prójimo; era interesante hablar con él, su preparación e inteligencia era privilegiada, un humanista cristiano de primera, un verdadero filosofo, te hacia repensar las cosas siempre. Yo lo molestaba diciendo que él siempre tenía un problema para cada solución, -claro, el día que se acaben los problemas ese día se acaba la filosofía- consentía vehementemente por su amor a la filosofía. 

En segundo lugar, el asesinato del Padre Ricardo es una grave ofensa contra la Iglesia que lo hizo sacerdote de Jesucristo, a ese Pueblo de Dios que le vio nacer, crecer y culminar con su vocación. Siempre admiré su sentido de cristianismo y de vida sacerdotal. En cuanto cristiano, el nació a la fe en el bautismo, sin lugar a dudas, pero se activó en la fe en su misma vida de Iglesia, fue un joven de oración y de profunda conversión. Me llama la atención como encontró a Dios en la creación y en los hermanos. Me acuerdo cuando me contaba como oraba con la biblia y contemplando la naturaleza en medio de esas lomas características de su Cantón, en san Francisco Chinameca, haciéndole honor a su patrono.  Igualmente, el concepto de sacerdocio se basaba en una profunda espiritualidad de comunión: fundamentalmente la comunión con Dios, él se sentía vocacionado, porque su existencia, su ser cristiano y su configuración sacerdotal se la debía a Dios, el gran Llamante; por eso le apostaba  a lo que él llamaba "cultura vocacional". Por otra parte, él creía en la profunda comunión con la Iglesia, representada en el Clero y en el Pueblo de Dios, allí precisamente estaba el "sentido" de su vida. él decía: -no puedo pedir más-. 

En tercer lugar, en cualquier caso el P. Ricardo se convierte en un signo. Él es un mártir en sentido amplio, le han quitado la vida en el contexto de su trabajo pastoral. Hay que poner la mirada en la vida pastoral que él llevo a cabo. De manera particular, yo lo recuerdo como un sacerdote incansable, no le gustaba las vacaciones o los días libres, me recuerdo los días de Navidad y Año Nuevo redactado informes y planificando el año del Seminario. Lo recuerdo realizando su pastoral en las parroquias de una manera desinteresada. Recuerdo el aprecio que la gente le tenía y la capacidad que tenia de ser pastor. Yo digo que él tenia una buena "empatía pastoral". Algo que resalto era el sentido redentor que tenía del sufrimiento físico y moral, porque soy testigo de como sufrió enfermedades graves y el desprecio gravoso, la incomprensión y la critica destructiva de sus mismos hermanos sacerdotes, la incomprensión, sin embargo él con una paz y tranquilidad desconcertante, siempre tenía una respuesta desde la caridad.

En cuarto lugar, la muerte del P. Ricardo es una denuncia. Tenemos la certeza que con este vil asesinato queda al descubierto que la perdida de los valores humanos y cristianos está tocando fondo. La vida humana desde su concepción hasta su muerte natural es inviolable, por lo tanto, la vida de todo ser humano debe respetarse siempre, no importan si es la de una persona honrada o la de un delincuente; sin embargo, hay vidas que son significativas, que por tradición son representativas de los valores de una nación: recordemos en la madre de familia, el maestro, el obrero, el niño, el policía, el alcalde o el sacerdote; pero hemos visto en los últimos años como éstos son matados impunemente, no hay justicia para las victimas. Pensemos en los estragos de la guerra civil y de la violencia social, sentimos a flor de piel sus consecuencias, nos hacen pensar que la vida no vale nada. en este sentido, la muerte del Padre Ricardo nos recuerda y denuncia  esta situación altamente pecaminosa.  

En quinto lugar, desde la fe, la vida y muerte del padre Ricardo son un anuncio de Buena Nueva. Si, nos anima a que vivamos desde la esperanza, que nos incentiva a no darnos por vencidos, a que trabajemos por un mundo más justo y fraterno. Eso será posible si yo pongo en acto los valores humanos y cristianos, si los transmito a las nuevas generaciones. También este es un compromiso pastoral, apostar por una evangelización integral, o sea que vele por un mundo mejor y por la salvación de las almas. No podemos concebir una Iglesia que predique y promueva una salvación eterna, pero de la espalda a un mundo gobernado por el pecado. 

Por último, como cristiano y sacerdote deseo que en este caso del padre Ricardo haya tres cosas: Verdad, se debe aclarar los hechos, por más dolorosos que sean, es un derecho que tenemos sus amigos, familiares y fieles. La verdad jamás será dañina, al contrario, siempre será liberadora (Jn 8, 32); también exigimos justicia, los hechores deben ser encontrados y procesados, no podemos permitir la impunidad, esta exigencia va para las autoridades civiles y eclesiásticas, no se pueden quedar con los brazos cruzados; de la misma manera queremos reconciliación, pues eso nos enseña Jesús, nos convida a perdonar siempre, si queremos que Dios nos perdone (Mt 18, 21-35), esto es necesario para que haya reconciliación. Si no tenemos estos tres elementos, nunca tendremos paz.  

DIRECTORIO HOMILÉTICO: Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica. Ciclo C. Cuarto domingo de Adviento.

96. Con el IV domingo de Adviento, la Navidad está ya muy próxima. La atmósfera de la Liturgia, desde los reclamos corales a la conversión, ...